Atender la formación de niños y adolescentes deber obligatorio de los padres (+Audio)

Florida, 11 nov.- Hace algunos días escuché, por accidente, una conversación interesantísima y preocupante entre una joven maestra en activo con otra colega, ya jubilada.

La de menor experiencia comentaba, y se quejaba, además, de la actitud negativa de un número creciente de padres cada vez más despreocupados por las tareas escolares de los hijos, y de otros que descuidan en ellos la formación de hábitos y valores como la puntualidad, la responsabilidad y el respeto, asumiendo con ello formas de crianza que tergiversan y ponen en peligro el comportamiento cívico de los jóvenes.

La novel educadora habló, también, de escuelas que ven muy poco la cara de ciertos padres y madres, olvidados de brindar seguimiento sistemático y obligatorio al desarrollo intelectual de los más pequeños de la casa, y desentendidos, muchas veces, del ineludible intercambio con maestros y profesores para conocer avances, preocupaciones, señales de alerta o retrocesos en el proceso de aprendizaje y crecimiento espiritual y humano de los menores.

La joven pedagoga de esta historia, amante de su profesión, se mostró alarmada, asimismo, por la agresividad demostrada por muchos de esos padres hacia los educadores, incluidas ofensas y escándalos cuando reciben quejas del mal comportamiento y resultados negativos de los hijos en el centro docente, lo cual, aseguró, ha influido en el éxodo de no pocos maestros.

Y es que, sin duda, le asiste mucha razón cuando observamos a niños y adolescentes que llegan al aula con el uniforme descuidado, repitiendo justificaciones y criterios absurdos manejados en su hogar para no asistir a clases, como por ejemplo la falta de fluido eléctrico; o reproduciendo conductas de violencia y patrones culturales ajenos a los principios de solidaridad, compañerismo, laboriosidad y patriotismo sembrados en las generaciones precedentes.

Entonces pregunto: ¿A quién le estamos causando el mayor daño? ¿Son culpables acaso los niños y niñas de las dificultades y retos económicos del país y de su casa? ¿Son ellos los responsables de buscarles solución? ¿Deben pagar por la frustración de ciertas personas y familias o trasladarlas al escenario escolar?

Es tiempo de reflexionar y enfrentar con firmeza cada uno de estos fenómenos, en un país donde la educación resalta entre las conquistas sociales más preciadas e inclusivas, y pese a las carencias materiales y otras se mantiene y sostiene como un derecho con respaldo pleno del Estado, la Constitución y las leyes.

Corresponde a papá, a mamá, o a los tutores de los infantes jugar su papel y cumplir con el rol de respaldar el trabajo de la institución más importante de la comunidad: la escuela; esa que según el verbo martiano «es la fragua del espíritu y el taller de la vida».

Sea cual fuere el proyecto de vida futura en cada hogar, la instrucción y formación en valores de los infantes debe servir, tanto para contribuir al desarrollo individual y colectivo en el socialismo, como para superar los desafíos individualistas y la competencia feroz del capitalismo, si acaso el propósito de la familia fuera migrar para asentarse en cualquier otro país del mundo.

Un niño cuyos padres apuestan por la grosería y el descuido, por el ataque a los proyectos y acuerdos escolares, y justifican la ausencia de los hijos a clases con pretextos banales, y hasta infames, cometen un gravísimo error.

Los padres que denigran al maestro, les restan autoridad frente a los hijos y respaldan o propician indisciplinas al despotricar sobre las actuaciones y encargos pedagógicos, caminan por el filo de una cuchilla y se vuelven artesanos de un boomerang muy peligroso.

El papá y la mamá que fomentan en los pequeños, adolescentes y jóvenes bajo su tutela el interés material u otros por encima de la ética, la moral, la virtud y el bienestar espiritual, créanme que, sin temor a equivocarme, están abriendo para ellos el camino hacia la frustración, la inadaptabilidad y, en el peor de los casos, la delincuencia.

No olvidemos nunca que la custodia, protección y formación de los hijos es, sobre todo, un derecho de los padres, pero tal prerrogativa encierra obligaciones pautadas y aprobadas por la mayoría de los cubanos en el Código de las Familias y en muchas otras normas legales vigentes, sin descontar la evaluación y el aprecio social y comunitario en cada caso.

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Acerca de Pedro Pablo Sáez Herrera

Licenciado en estudios Socioculturales de la Universidad de Camagüey. Diplomado en Periodismo. Labora como periodista en Radio Florida atendiendo sectores como Salud Pública, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, Trabajo y Seguridad Social, entre otros. Contactos: Twitter: @SanPPZeta Facebook: Pedro Pablo Sáez

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