Han transcurrido 65 años desde aquella noche del 23 de febrero de 1958 en la que miembros del Movimiento 26 de Julio secuestraron a Juan Manuel Fangio. El piloto argentino acababa de coronarse como pentacampeón mundial de la Fórmula 1, y estaba en lo más alto de este deporte. El Chueco, como se le conocía, había llegado a La Habana tras ser invitado a la segunda edición del Gran Premio de Cuba, sin saber que el M-26-7 lo tomaría como rehén.
Durante los años 50, el dictador cubano Fulgencio Batista vio la Fórmula 1 como un negocio y decidió crear el Gran Premio de Cuba. Este contaba con un diseño con fines netamente propagandísticos, favoreciendo su dictadura.
El 25 de febrero de 1957 se corrió la primera edición del Gran Premio de Cuba y resultó un éxito total. Estratégicamente, Batista invitó a Juan Manuel Fangio, no solo una celebridad de la F1, sino también un referente latinoamericano. Como estaba previsto, el argentino ganó la carrera sobre las calles capitalinas, en su Maserati. Al día siguiente, en todas las portadas de los periódicos estaba la imagen de Batista entregando la copa al piloto.
Al año siguiente, la impopularidad de Fulgencio Batista venía creciendo y necesitaba del Segundo Gran Premio de Cuba para mejorar su imagen. Para esta edición invitó a pilotos de la talla de Stirling Moss, Masten Gregory, Harry Schell y, por supuesto, a Juan Manuel Fangio. Sin embargo, con lo que Batista no contaba era que el Movimiento 26 de Julio terminaría robándole no solamente la propaganda, sino también al flamante campeón.
«En ese entonces, el joven Fidel Castro Ruz era el líder del M-26-7, que tenía como principal objetivo luchar contra el régimen de Batista. El Gran Premio de Cuba era la oportunidad perfecta para denunciar y hacer visible, a los ojos del mundo, la realidad cubana. El propósito era demostrar que el dictador era incapaz de garantizar la seguridad en un evento de la magnitud de un Gran Premio de Fórmula 1. El secuestro de Fangio era para evitar la carrera y sabotear el intento propagandístico de Batista», así lo definió Arnol Rodríguez, artífice fundamental de estos sucesos, en su artículo ¿Cómo y por qué secuestramos a Fangio?, publicado el 21 de febrero de 1982, en el diario Juventud Rebelde.
Rodríguez relata en su texto que, cuando faltaban cinco minutos para las nueve de la noche, Manuel Uziel apareció en el lobby del hotel Lincoln, apuntó con un arma al piloto y le pidió cordialmente que lo acompañara. Sin pensarlo dos veces, Fangio fue tras él. Una vez afuera del hotel, se montaron en un auto y El Chueco les dijo que, si era por una buena causa, estaba dispuesto a hacer lo que le pidieran. Más de una vez le repitieron que el secuestro no era nada personal ni planeaban hacerle ningún daño, todo lo que querían era opacar la imagen de Batista.
No hubo golpes ni hubo torturas, sino más bien una oleada de disculpas. Después de haber manejado por un tiempo por La Habana, llegaron al barrio del Vedado, en el centro de la ciudad. En una casa le tenían la cena preparada y una cómoda cama para pasar su única noche en cautiverio. Fangio nunca se opuso ante su secuestro, pero la única condición que le pusieron fue que no podía salir hasta que acabara la carrera.
En declaraciones a la prensa cubana de la época, Fangio dijo que nunca guardó rencor hacia sus secuestradores. Durante las 26 horas que se mantuvo bajo la custodia del M-26-7 recibió un trato muy afable y cordial, y dejó constancia de esto con una nota manuscrita a sus secuestradores.
Además, en 1981, 23 años después de su secuestro, aceptó la invitación de Faustino Pérez y del propio Arnol Rodríguez para visitar la Isla. En esta ocasión conoció a Fidel, quien lo recibió con honores y, una vez más, le pidió disculpas por el suceso ocurrido en 1958.
En definitiva, el Grand Prix de Cuba, edición 1958, fue un fracaso total para Batista. Por si el secuestro de Fangio no fuese suficiente, un accidente durante la carrera dejó a seis espectadores muertos y un total de 40 heridos. El plan de Fidel salió a la perfección, no solamente se canceló la carrera, las causas del movimiento revolucionario hicieron eco en todo el mundo. A la fecha, el hotel Lincoln sigue en pie y la habitación 810 está dedicada al piloto argentino.
Tomado de Granma