Giselle y Alicia, dos nombres inscritos en la historia del ballet

El 2 de noviembre es fecha exacta del histórico debut de Alicia Alonso en Giselle. En 1943 ella asumió el rol de la campesina-willi, en el Metropolitan Opera House de Nueva York, la hoy legendaria sustitución de la entonces primera figura del American Ballet Theatre, Alicia Markova.

 Justamente ese día cada Festival Internacional de Ballet de La Habana evoca el memorable momento y, con ello, honra a la fundadora de la compañía, aun más este año, el primero sin su presencia.

 Los seguidores de la compañía y nuestros lectores conocen cómo la gran diva logró que en la Isla el ballet constituya un real encantamiento de multitudes y, con respecto a Giselle, el ballet romántico por excelencia, en la versión de la propia Alicia, se mantiene vivo y con tradición singular. Lo han bailado, y lo bailan, todas sus primeras figuras.

 Con el paso del tiempo, la assoluta no solo enriqueció su papel personal, considerado por la crítica cumbre de sus interpretaciones, sino que hizo lo mismo en su rigurosa, hermosa y desempolvada versión del clásico, que ha pasado al repertorio de importantes compañías, entre ellas, la propia Ópera de París, donde nació Giselle.

 De los logros de la Alonso como la campesina-willi hay que destacar el de 1966, cuando por su interpretación y versión coreográfica recibió el Grand Prix de la Ville de París.

 En 1972, la prima ballerina montó esa versión para la Opera de París, y para presentarla interpretó el sublime rol acompañada del danseur etoile de esa compañía, Cyril Atanassoff. Para la historia queda la crónica del escritor Alejo Carpentier sobre la función. Unas líneas de su pluma lo dicen todo: «Y apareció Alicia… Y Giselle, una vez más, se hizo carne y habitó entre nosotros».

 El excepcional novelista hizo esa aseveración nada menos que de la interpretación de un ballet cuya primera puesta en escena tuvo lugar en el teatro de la Ópera, en junio de 1841, con guion del poeta Teofile Gautier, junto al libretista Vernoy de Saint-George, sobre el mito alemán de las willis, descrito por Heinrich Heine. La música es del compositor Adolfo Adam y la coreografía de Jules Perrot, montada para su esposa, la excepcional Carlota Grissi.

 Se ha dicho de Giselle que desde el comienzo ha sido una obra ineludible en el repertorio de toda bailarina clásica. Así, en este 27 Festival, Giselle tendrá numerosas funciones, interpretadas por ballerinas del bnc y estrellas invitadas.

La función de este 2 de noviembre, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, es una de las propuestas más esperadas, pues reaparecerá la hoy directora de la compañía, la primera bailarina Viengsay Valdés.

Para Viengsay, Giselle es un rol, luego de la Kitri de Don Quijote, en la que siempre ha salido, recreando su nombre, victoriosa. La crítica estadounidense y francesa han destacado en ella «la armonía de su baile, el ímpetu de su lirismo, su técnica depurada, segurísima, su estilo de gran clase, sus interminables balances que parecen detener el tiempo y sus deslumbrantes arabesques».

 Pero a Viengsay Valdés hay que verla en escena, pues en esta época de bailarinas y bailarines de técnica superlativa es la pasión que ella pone en su baile la que desafía al público y a la crítica, y hace sentir ese algo más de las verdaderamente extraordinarias.

 Sobrecogedora Giselle, una de las más bellas y majestuosas piezas del siglo XIX que aún puede conmover al público del XXI. Un legado de la mítica Alicia Alonso, que, al decir de una de las grandes críticas cubanas, era la danza misma.

Tomado de Granma

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