La Habana, 24 jun.- Alberto Prieto Rozos, el Académico. Así nombramos la Mesa Redonda dedicada a la vida del Premio Nacional de Ciencias Sociales 2019 y Premio Nacional de Historia 2020 y uno de los autores a quien se dedicó la 30 Feria del Libro. La precisión se hace imprescindible para los más antiguos habitantes de La Habana, una ciudad en cuya arquitectura se distinguen, por su sobria belleza, funcionalidad y durabilidad, los edificios de Alberto Prieto, que deben su nombre al prestigioso arquitecto que los diseñó y construyó en la década del 50 del siglo pasado.
Justamente por ahí, comenzó nuestra entrevista:
¿Quién es Alberto Prieto, el de los edificios de La Habana?
Alberto Prieto Rozos: Bueno ese era mi papá, que tuvo una vida también muy interesante, porque él venía de una familia de abolengo de Chile. Por los avatares de la vida, un miembro de esa familia vino a Cuba a estudiar para cura, pero aquí se cruzó en su camino una mujer que “le movió el piso”, así que dejó los hábitos y se dedicó a crear una familia.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Esa persona era su abuelo?
Alberto Prieto Rozos: No, el tatarabuelo. La familia quedó en una situación muy deprimida económicamente, a tal punto que mi papá tuvo dificultades para terminar el bachillerato, porque la familia no lo podía mantener. Entonces, para estudiar la carrera, él trabajaba un año y estudiaba otro; por eso él se gradúa casi con 28 ó 29 años de edad, cuando sus compañeros de estudio eran jóvenes de 22 o 23 años.
Arleen Rodríguez Derivet: Me han dicho que fue compañero de estudios de Mella…
Alberto Prieto Rozos: Para entrar a la Universidad, él se preparó en una academia llamada Newton.
Mella y mi papá, que no eran graduados de bachillerato, porque les faltaban equis asignaturas, fueron allí a prepararse para entrar a la Universidad. Ahí se hicieron muy amigos. Mi padre no era comunista pero fue muy amigo de él, al punto que vivieron juntos en el mismo edificio, durante algún tiempo.
Arleen Rodríguez Derivet: Hay algo en la biografía de los Prieto que me salté: ¿Es cierto que entre sus antepasados estuvo un presidente de Chile?
Alberto Prieto Rozos: Bueno, sí. El que vino para Cuba era hijo del que fue Presidente y que derrocó a O’ Higgins. Más bien obliga a O’ Higgins a renunciar. Él era un Pelucón, Conservador y en aquella época todavía, siguiendo la tradición española, el hijo mayor heredaba, el segundo iba para el ejército y el tercero era cura. El que debía ser cura fue quien formó familia en Cuba.
Cuando creció ya era la Reforma Liberal en Chile, habían cerrado los seminarios religiosos donde se estudiaba para curas y lo mandaron a Cuba, donde, por ser colonia española, todavía pervivía esa práctica.
Arleen Rodríguez Derivet: Pero vio a una cubana y soltó los hábitos.
Alberto Prieto Rozos: Le movieron el piso.
Arleen Rodríguez Derivet: Bueno, compañero de vivienda en algún momento de Mella, aunque Alberto Prieto padre, estudia arquitectura, tengo entendido que fue también tutor de José Antonio Echeverría.
Alberto Prieto Rozos: Eso fue más tarde. Antes, durante el machadato, mi padre se hizo abecedario y lo expulsaron de la Universidad, hasta que Machado cae y a él lo reintegran a la Universidad con los sueldos no pagados. Eso le dio un apoyo fundamental para empezar a trabajar como arquitecto, haciendo trabajos de distinta índole, con el apoyo de mi madre, que durante la Pentarquía había sido secretaria de Irizarri, porque mi madre trabajaba con Irizarri cuando él era abogado en un banco cubano que se llamaba The Trust Company of Cuba…
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Banco cubano con ese nombre?
Alberto Prieto Rozos: El Banco era cubano pero le ponían nombre inglés para darle prestigio, categoría; se suponía que era más serio y cuando a Irrizarri lo nombran pentarca, le dice a mi madre: Lolita venga conmigo. Así que ella conoció a un sinfín de políticos durante la época de la pentarquía y eso permite que mi padre, cuando ya lo han restablecido en la universidad con los sueldo atrasados y con esas relaciones, él puede ya trabajar como arquitecto.
Años más tarde, siendo él profesor universitario -él era catedrático de Urbanismo- José Antonio Echeverría, Osmani Cienfuegos y tengo entendido que el hermano de Machado Ventura; forman un grupo para establecer un proyecto de urbanismo del cual mi padre era tutor. La verdad es que mi padre tuvo que sacarlo de la cárcel varias veces.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿A José Antonio?
Alberto Prieto Rozos: A José Antonio.
Arleen Rodríguez Derivet: Y usted, que nace en el año 39, era ya un joven por esa época ¿llega a conocer a Manzanita?
Alberto Prieto Rozos: Bueno él iba a mi casa porque mi padre era su tutor y aunque en aquella época, una diferencia de seis, siete años es notable, sí nos conocíamos.
Recuerdo que poco antes del 13 de marzo, él fue a mi casa como a las 10 de la noche y me dijo: “Albertico dile a tu papá que me excuso por darle con retraso mi parte del proyecto de urbanismo conjunto; que era con estos otros compañeros que he mencionado, pero que pronto sabrá por qué me demoré”. Y es que él, paralelamente estaba organizando los sucesos del 13 de marzo y haciendo su proyecto de tesis.
Por eso él en su carta dice, “Hoy 13 de marzo”, que era el Día del arquitecto, “…carrera para la cual me preparo…” y demás, una carta que se hizo famosa después por otro fenómeno pero sí, él visitaba mi casa con frecuencia.
Arleen Rodríguez Derivet: A ver, quiero entrar en la vida de Alberto Prieto Rozos el académico, pero la vida del padre me roba un poquito de tiempo más porque tengo entendido que él aparece en el libro que habla de los dueños de Cuba antes del 59…
Alberto Prieto Rozos: De Guillermo Jiménez, Jimenito, que fue alumno mío. Sí, él era uno de los 500 propietarios más importantes.
Arleen Rodríguez Derivet: Él diseñó y era el dueño del Hotel Vedado…
Alberto Prieto Rozos: Entre otras cosas, sí. Era el dueño y nosotros vivimos en el penthouse.
Arleen Rodríguez Derivet: De manera que yo cuando me acerco a la vida de Alberto Prieto, conozco todos esos antecedentes, me lo imagino como al protagonista de Memorias del subdesarrollo, mirando la Revolución por unos prismáticos, un ser que va a entrar a un mundo absolutamente nuevo y que va a romper con su clase social.
Vamos a entrar a la vida del académico, que de niño casi estudió en una academia militar en Estados Unidos.
Alberto Prieto Rozos: Bueno sí, mi padre recibía múltiples publicaciones, de todo, sobre todo de arquitectura y había muchas que al final traían propaganda, y había algunas escuelas militares con uniforme vistoso y entonces yo le dije, “oye qué bueno sería que yo estudiara ahí”. Ah, mírame ahí, debo haber tenido 11 o 12 años y entonces mi padre dijo “¿Cómo que no?” Me montaron en un avión, me bajé en Miami, con un papelito, cogí el tren, me bajé en el destino, cogí una guagua y fui para la escuela y allí estuve par de años.
Arleen Rodríguez Derivet: En la Academia Militar se forma como cadete.
Alberto Prieto Rozos: Bueno sí.
Arleen Rodríguez Derivet: Le dan una preparación como pre- universitaria.
Alberto Prieto Rozos: Como si fuera pre-universitario pero que se supone que te dan una preparación para ser oficial del ejército si escoges esa carrera. En Estados Unidos se decía ROTC (Reserve Officers’ Training Corps), Cuerpo de Reserva de Entrenamiento para Oficiales.
Arleen Rodríguez Derivet: Dicen que allí aprendió a hablar inglés como los nativos del idioma.
Alberto Prieto Rozos: Sí
Arleen Rodríguez Derivet: Pero también aprendió a conocer un poquito como Martí, las entrañas de ese país, porque usted se va a convertir después en un historiador, ¿por qué no un arquitecto?
Alberto Prieto Rozos: Bueno ya ahí viene la vida – sé qué edad yo tendría, 11 años, 12 años- cuando uno empieza a ver diferencias. La academia en la que yo estaba, radicaba en el sur de los Estados Unidos, donde imperaba el más absoluto racismo, inimaginable incluso en los cánones de Cuba; inimaginable. Me acuerdo que yo bajé del autobús, yo sólo, yo iba solo y veo una cola allí para tomar agua, en un bebedero y otro que no tenía cola y yo digo, estos americanos además de americanos son bobos, mira la cola de aquí; y voy a tomar para allá y vienen entre cuatro muchachos, me agarran y me dicen ¿usted está loco?, digo ¿qué pasa?, voy a tomar agua y me dicen, ese es para los negros, el nuestro es aquel.
Y entonces esas cosas lo marcan a uno; además de que, eso es poco conocido en este país, en aquella época, estoy hablando a principios de los años cincuenta, todavía no hacía cien años de la guerra civil, la guerra civil todavía se respiraba allí.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Los odios entre el norte y el sur?
Alberto Prieto Rozos: Sí. Sí, sí, sí, que se expresa hasta en la forma de hablar el inglés, distinta. El que conoce las diferencias sabe percibir quién es del norte y quién del sur por la forma de hablar, pero además, con patrones culturales por completo distintos porque los sureños, entre las cosas que achacaban como crítica a los norteños era que ellos estaban prostituyendo el país con la inmigración, entonces ellos se tenían por los verdaderos americanos y por eso es que deciden en un momento dado separarse: “No, a nosotros no nos gusta, no nos vamos a mezclar más”. Porque, por la forma de colonización del sur de los Estados Unidos, allí se formó una verdadera aristocracia, de gente de origen aristocrático de Inglaterra que emigraron y se establecieron en el sur de los Estados Unidos y Virginia era el corazón del sur de los Estados Unidos.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Y cuándo es que su padre lo manda a Francia para alejarlo de las revueltas de la juventud cubana?
Alberto Prieto Rozos: Al principio de la Revolución.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Cuando habla de la Revolución es la guerra, al principio de la guerra revolucionaria?
Alberto Prieto Rozos: Es un proceso. Yo vivía en el hotel Vedado. El hotel Vedado debe haber tenido entre 80 y 100 empleados de los cuales más de la mitad eran comunistas y yo aprendí a relacionarme con ellos desde muchacho.
Arleen Rodríguez Derivet: Pero usted era el hijo del dueño.
Alberto Prieto Rozos: Yo era el hijo del dueño, pero éramos seres humanos y si me veían por la calle a las tres de la mañana, pasado de tragos me recogían, se ocupaban de mí y me llevaban para la casa o llamaban a mi casa: “lo tengo aquí conmigo” y demás. Es decir, que para mí los comunistas no eran entes con dientes y colmillos. Yo los conocía perfectamente, además mi padre siempre me decía: cuando tú quieras un buen trabajador busca un comunista, esos son los mejores, nadie trabaja como ellos.
Arleen Rodríguez Derivet: Y su padre, no era comunista pero tenía métodos de trabajador, tengo entendido, me han contado, que era un hombre que teniendo las propiedades que tenía y alcanzando lo que alcanzó, que llegó a ser presidente del Colegio de Arquitectos, dicen que vivía a pie de obra, que por eso tiene tanta calidad cada edificio que lleva su nombre.
Alberto Prieto Rozos: Sí, él iba todos los días, y a mí me gustaba aquello porque además compartía con los obreros, me gustaba. Me acuerdo que había un negro enorme, era el prototipo de hombre atractivo, me imagino que si yo estuviera hoy en día al lado de él, le daría por el hombro o algo así, era azul, brillaba; él era güinchero, se llamaba Cubila y entonces nos hicimos socios y él hacía algo que a mí me gustaba mucho porque había el güinche mecánico y el güinche de soga; entonces él me permitía a mí ponerme en el güinche de soga donde había un cubo, me permitía meter un pie en el cubo: “agárrate de la soga” y entonces me subía al cuarto, quinto o sexto piso y desde allá arriba yo decía “suelta Cubila” y me dejaba caer equis metros , entonces me agarraba.
Éramos muy amigos me acuerdo -porque me golpeó mucho- que un día, cuando vivíamos en Miramar, no en el hotel todavía o sea que yo tenía menos de 11 o 12 años, ese día estaba ahí Cubila y me dijo “Albertico ven acá”; voy allí, “Dime Cubila”. “Dile a tu papá que tengo hambre, que no tengo trabajo, que mis niños están pasando necesidades”. Yo aquello no lo entendía, ¿cómo, cómo? No lo entendía, no lo entendía, pero esas son cosas distintas que le van sembrando a uno una inquietud.
Y como cuando nos mudamos al hotel yo tendría no sé, 14 años, no sé, tendría que hacer el cálculo, yo hablaba mucho con los trabajadores; los había del 26, jóvenes como yo, un poco más mayores, y estos viejos formados ya que eran los comunistas y que hablaban con una transparencia conmigo tremenda y yo desde entonces me di cuenta que el mundo era mucho más complejo de lo que parecía ser desde mi vida familiar.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Su papá le dio trabajo a Cubila?
Alberto Prieto Rozos: Sí, pero eso era cuando podía. Porque él tenía unas cuadrillas de hombres que trabajaban con él y aunque él tenía siempre seis o siete horas, pero había un momento en que eso decrecía y entonces no, pero él tenía los hombres que trabajaban con él, él los escogía.
Arleen Rodríguez Derivet: Nos saltamos un momento ¿Alberto es mandado a Francia, para alejarlo de la Revolución?
Alberto Prieto Rozos: No sé por qué vericuetos, porque mi madre desde la época de la pentarquía tenía muchas relaciones, además de ser quien llevaba el negocio de mi padre, de la arquitectura. Ella era la que cobraba, pagaba, distribuía, todo. Mi padre se ocupaba de la parte técnica nada más. Bueno, de alguna manera ella era muy amiga de Harold Gramatges el músico, compositor, que era embajador en París y parece que le dijeron, yo no sé, no estaba presente, pero parece que le dijeron, “oye llévate a este de aquí que está apuntando mal. Entonces cuando yo llego a París me recibe Harold Gramatges y al poco tiempo me dice, “chico, hace falta gente que trabaje en la Oficina Comercial que Cuba va a abrir aquí en París; entonces yo empecé a trabajar en la Oficina Comercial de Cuba en París por iniciativa del embajador, que era amigo de mi madre y allí estuve hasta que bueno, después hubo problemas y complicaciones y aquello se acabó.
Arleen Rodríguez Derivet: Pero ahí empezó su vida. Tuvo dos hijos ¿no?, sus primeros dos hijos los tuvo allá
Alberto Prieto Rozos: Sí
Arleen Rodríguez Derivet: Y regresa a Cuba. Pero, ¿cuándo es que empieza la historia del historiador Alberto Prieto?
La contamos a la vuelta, porque quiero hacer una pausa para repasar el álbum de este hombre, que no sé cómo es historiador sin fotos, pero él tiene muy pocas fotos que creo que son del período Ingrid en su vida, una mujer que debe ser también necesaria en la vida de Alberto como lo fue su madre en la vida de su padre. Vamos a repasar el álbum de la vida de Alberto Prieto, el académico y a la vuelta nos cuenta cómo el hijo del más importante arquitecto cubano, de uno de los hombres más prominentes de la economía en esa época, llegó a convertirse en un historiador marxista.
Arleen Rodríguez Derivet: Bueno, preguntaba yo, cómo el hijo de Alberto Prieto, con toda esa historia detrás, no se convierte en un arquitecto como su brillante padre, sino que termina siendo un historiador, ¿dicen que tiene la culpa su mamá?
Alberto Prieto Rozos: Bueno, mi madre
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Quién es su madre, Lolita?, porque sólo sé de ella que fue la gran compañera de su padre.
Alberto Prieto Rozos: Sí, sí, era una mujer tremenda. Le decían “Movimiento perpetuo”, ella jamás se detenía. Era muy estricta, muy cumplidora y llevaba el negocio y la familia.
Arleen Rodríguez Derivet: Y muy bella, por lo que veo.
Alberto Prieto Rozos: Sí, era una mujer bella. Entonces el problema es que Batista en el 57, a causa del 13 de marzo, cierra la Universidad. Yo me gradué de bachillerato en ese año y no había Universidad, entonces me busqué un trabajo en una Compañía de Seguros en Cuba No. 222, Carrillo y Laguardia. Allí pegaba cuños. Ese fue mi primer trabajo. Y allí también me relacionaba con mucha gente.
El ataque a la Armería, en la calle Cuba, ocasionó entre todos los que estábamos allí muchas reflexiones después. Pero la cuestión es que yo no estudio en la Universidad porque está cerrada.
Alberto Prieto Rozos: Luego en Francia hubo un determinado problema y entonces el Che y el comandante Alberto Mora deciden que me trasladen para La Habana.
Yo empiezo a trabajar como Jefe de Sección de España, Austria, Grecia, Suiza y Portugal en el Vice Ministerio de Relaciones Comerciales con los países capitalistas. Pero Albertico Mora murió y hubo una nueva administración y un día me llamaron a la oficina de Fuerza de Trabajo y me dijeron “oiga mire, el hijo de su padre no pude trabajar aquí” Y yo no entendía- ¿A dónde me van…? Vaya a Fuerza de Trabajo.
Entonces fui a Fuerza de Trabajo, allí me ofrecieron dos trabajos: el puerto pesquero, las cámaras de frío del puerto pesquero y enterrador en el cementerio de Colón, entonces el muchacho me dijo, muy amable, “no cojas el puerto pesquero porque los pulmones no resisten”.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Era mejor el cementerio?
Alberto Prieto Rozos: El cementerio, sí. Y entonces me preparaba ya para acometer aquello cuando en mi casa, no sé todavía por qué, se apareció un excelente compañero que se llamaba Antonio Herbella, que había sido junto con el ingeniero Presilla, los que intervinieron las plantas de Nicaro y Moa. Él tuvo un problema, lo quitaron y después lo repusieron y un día llegó a mi casa – ¿Usted es Alberto Prieto? – Sí – Yo quiero que usted trabaje conmigo. Digo- bueno, me frustro como enterrador.
Entonces para Nícaro y Moa. Me fui para allá. Al cabo de equis tiempo terminé de Secretario del Sindicato y militante de la Juventud.
Arleen Rodríguez Derivet: El hijo del burgués…
Alberto Prieto Rozos: El hijo del burgués…
Arleen Rodríguez Derivet: Fue aceptado en la UJC.
Alberto Prieto Rozos: Sí, sí. Y era el secretario del Sindicato. Y estuve en el XII Congreso de la CTC.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Con Lázaro Peña?
Alberto Prieto Rozos: Con Lázaro Peña, que tenía la voz así, muy gruesa. Pero después del XII Congreso, la CTC fue sustituida por el Movimiento de Avanzada y entonces de la provincia, no sé de dónde, del Sindicato, vinieron. – Oiga compadre mire – ¿Ahora ustedes qué quieren?
Arleen Rodríguez Derivet: Se volvió a quedar sin trabajo
Alberto Prieto Rozos: Sí. No, no, porque te daban, te pagaban, no me acuerdo cómo se llamaba aquello; el salario que devengabas. Yo ganaba 188 pesos con 54, te lo pagaban.
Y entonces poder estudiar bueno, yo voy a estudiar. Pero claro bueno, me fui para la zafra, yo estaba en la zafra; estudiaba de noche para los exámenes de ingreso.
Pero al mismo tiempo, en Educación hubo reordenamientos del personal y empezaron a pedir personas que supieran idiomas para sustituir a los profesores que dejaban de ser profesores. Y yo llegué allí, “Compadre mire, yo hablo francés, mi primera mujer fue francesa así que hablo francés”.
Arleen Rodríguez Derivet: Y habla inglés.
Alberto Prieto Rozos: Bueno también. Pero entonces me colocaron de profesor de francés. Empecé de profesor de francés en la Gorki.
Yo era el Segundo Secretario de la Juventud allí. Después me trasladaron a la Universidad de La Habana, porque entonces había un solo ministerio.
O sea que yo empecé como profesor antes que estudiante.
Arleen Rodríguez Derivet: En la Universidad.
Alberto Prieto Rozos: Sí y allí después, como alumna mía, conocí a mi segunda esposa.
Haciendo los exámenes de ingreso conocí también a mi intimísimo amigo Eduardo Torres Cuevas que había quedado como yo, porque era Secretario del Sindicato en la Bellot y producto de todo esto también había dejado de trabajar y allí estudiamos después la carrera, juntos.
Arleen Rodríguez Derivet: Qué suerte, qué suerte pero ¿por qué Historia?
Alberto Prieto Rozos: Por aquello que mi mamá hacía, de leerme, y parece que quedó algo…
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Le leía qué?
Alberto Prieto Rozos: Me leía libros de historia.
Arleen Rodríguez Derivet: Ah, no cuentos.
Alberto Prieto Rozos: No, cuentos jamás y me decía: “en la Historia vas a averiguar cómo tienes que luchar para vencer”.
Entonces, siendo ya profesor de francés conocí a esta muchacha que era estudiante de francés también y me dijo – estudia historia y le dije – ¿eso se estudia? – Sí, sí, eso ahora en la Reforma Universitaria.
Arleen Rodríguez Derivet: Usted creía que era una materia.
Alberto Prieto Rozos: Yo pensaba que era un entretenimiento. Y entonces me puse a estudiar Historia, aunque ya era profesor de Francés en la Universidad y después cuando ya estaba en segundo año entonces me trasladaron como profesor para Historia y ya allí me quedé como profesor de Historia desde entonces. Y me dediqué a América Latina.
Arleen Rodríguez Derivet: Iba a preguntar ¿por qué América Latina?
Alberto Prieto Rozos: Porque yo tuve un profesor, Manuel Galich…
Arleen Rodríguez Derivet: ¡Hombre!, el guatemalteco
Alberto Prieto Rozos: Era un hombre encantador, de mucho mundo, había sido uno de los líderes de la Revolución del 44 en Guatemala, tenía mucho mundo y siempre decía, ¿Usted ve? aquí se estudia la historia antigua, Grecia, Roma, pero de América Latina aquí no hay nada. Y nos introdujo esa curiosidad que él nos trasmitía con sus anécdotas, porque como hombre de mundo por ejemplo, él fue el último embajador de Árbenz en Argentina, con Perón…
Arleen Rodríguez Derivet: Nada menos.
Alberto Prieto Rozos: Y entonces nosotros le pedíamos, doctor háblenos de Perón – ¡Oh, amigo, Perón!
Después, háblenos de Trujillo- ¡Oh!
Como él había sido Ministro de Relaciones Exteriores de Árbenz, pues conocía a todo el mundo y nos hacía ver la historia como una novela muy personalizada. Después, uno ya se adentra en las relaciones de producción, el choque con las fuerzas productivas y una serie de cuestiones, pero ahí fue donde primero me puse a estudiar Historia, para entender la base de los sucesos.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Cuándo se convierte en un historiador marxista, ¿cuándo el marxismo comienza a formar parte de los instrumentos con que cuenta el historiador? Hasta ahora está enamorado de la historia, de la que le contaba o leía su madre y de la que le contaba Manuel Galich.
Alberto Prieto Rozos: Yo entro al marxismo de otra manera; en primer lugar yo conocía a los comunistas, de niño.
Arleen Rodríguez Derivet: Verdad. Pero, ahora estoy hablando de la teoría.
Alberto Prieto Rozos: Bien, cuando yo era Secretario del Sindicato del Níquel, nosotros pasábamos escuelas de Instrucción Revolucionaria, me acuerdo, las EBIR y otras más y eran cursos de economía Política, elementales, de Filosofía Marxista. O sea que yo me introduje en el marxismo como ciencia, como filosofía, cuando yo trabajaba como Secretario del Sindicato del Níquel y éramos ahí obreros de vanguardia, nos seleccionaban de Vanguardia, de Avanzada, de lo que fuera, íbamos por la noche a las clases en la EBIR que era Escuela Básica de Instrucción Revolucionaria, después había otra que ya no me acuerdo como se llama y así uno iba cogiendo, de manera que cuando yo entro en la Universidad y empiezo a topar con profesores de economía, que son marxistas, ya yo tengo algún conocimiento, complejo, y los llamaba aparte y debatíamos.
Sobre todo había uno con el que llegamos a desarrollar una relación muy estrecha: Antonio Azcuy, que me enseñó mucha economía y me decía: “A ti, que te gusta tanto la economía, busca que te den clases en Economía. Entonces fui para allá y llegué a tener una comprensión de la Economía. Pero me decía- ¿pero por qué pasan las cosas?
Entonces me metí en lo social. Ah, ahora la cuestión de lo social- ¿pero por qué lo social aquí se dirige en este sentido y no en aquel sentido?
Ah, tuve que meterme en la política- ¿Y por qué dentro de la misma política hay esta diferencia?
Y llegué a lo que creo que es trascendente, que es la ideología. La ideología, que en los seres humanos determina su conducta y determina sus proyecciones en política, en lo social, en todo lo demás. Entonces fue así como me adentré.
Arleen Rodríguez Derivet: Pero Alberto Prieto está dotado por la naturaleza y las casualidades de la historia para ser un hijo bendecido de la burguesía cubana que no tendría por qué preocuparse de los problemas ajenos; pero ya sabemos, los amigos que conoció, los hombres que trabajaban alrededor de su padre, etcétera, lo convierten en un hombre con sensibilidad a lo que se suma la experiencia en los Estados Unidos y luego las clases de historia.
Pero trato yo de entender por qué sus colegas de trabajo siempre distinguen a Alberto Prieto como un hombre que ha hecho aportes a la interpretación de la historia de América Latina.
Alberto Prieto Rozos: Cuando nos mudamos para el hotel en realidad mi estrecha relación familiar se había disminuido mucho, porque yo me fui para allá a los 11 o 12 años, y vine a los 14 años, dos años sin nada. Y cuando llegué, pensaba que yo era un caballero del sur de los Estados Unidos.
Arleen Rodríguez Derivet: Por sus ojos azules y su pelo rubio…
Alberto Prieto Rozos: Yo pensaba que era un sureño más y por cuestiones de clase también, en la burguesía, sobre todo en los sectores aristocráticos era de buen gusto ser deportista y yo me hice deportista. Yo fui nadador, jinete y remero. Lo que más me marcó fue ser remero. Y con quien tuve mucha empatía después, de quien aprendí mucho: el general, doctor y ministro Fernando Vecino Alegret, que también fue remero y tuvimos gran empatía. Aprendí mucho de él, mucho, mucho. Me marcó en lo que es dirigir.
Pero ahí aprendí también otras cuestiones, sobre aquellos jóvenes atletas, ricos, malcriados, prepotentes.
Arleen Rodríguez Derivet: Los hijitos de papá.
Alberto Prieto Rozos: Los hijitos de papá; y yo por mi preparación, que he estado contando, por atisbos aquí, allá y allá, eso lo repudiaba, yo lo repudiaba. Yo veía y oía, por ejemplo, “Hoy salimos de fiesta y tres berracos ahí se metieron y le rompimos la cabeza a patadas” – Pero chico, aquello no; yo no entendía aquello, porque yo, por el origen que tuve, yo no fui un hijo malcriado, mi madre era una mujer estricta, austera; mi padre era austero también; tal vez no tanto como mi madre, pero era austero.
Y además había una gran división entre batistianos y auténticos. Mucha gente me decía- ¿pero cómo tú ves eso en la burguesía?- Porque lo viví- Porque la gente dice: la burguesía. No, no, en la burguesía hay mil secciones que se diferencian las unas de las otras por proyecciones, por intereses y aunque todos son burgueses, no son iguales.
Lo que ahora es el Echevarría, eso era de los burgueses arruinados de la Guerra de independencia, lo que ahora es el Mella antes era el Yacht Club. Era el de los burgueses de la Primera República. El EMBIL era de la burguesía de la Segunda República, que era donde estaban los batistianos y los auténticos. En el Yacht Club no había eso porque era una burguesía precedente.
Arleen Rodríguez Derivet: ¿Y el Tennis Club, allá donde está el ISA hoy?
Alberto Prieto Rozos: Eso era aparte. Eso no era un club, en el sentido de los otros, porque ahí no iban jóvenes. Ahí nada más iban viejos a jugar golf, las mujeres a jugar cartas y demás, pero no había jóvenes y la esencia de todas estas sociedades era la juventud deportista. Y entonces se creaban pasiones, tal equipo contra más cual equipo, pero en el Country Club donde está el ISA, ahí nada más que eran personas mayores. Había que tener más de no sé qué edad para participar.
Arleen Rodríguez Derivet: Y ya usted tiene; es decir, forma parte de una burguesía nacional pero desprecia su comportamiento y ya tiene aprehendida la esencia de eso cuando usted le entra a la historia. Ahora ¿Por qué “¿Los próceres”, su primer libro o investigación?
Alberto Prieto Rozos: Bueno, porque coincidió con que en aquella época era el Bicentenario de Bolívar. Yo me gradué, no me acuerdo exactamente, en el 72, 73, por ahí y el primer libro lo escribí como en el 80, antes no estaba preparado para escribir o sea, a duras penas sabía lo que sabían mis profesores. Pero entonces en esa época fue el bicentenario del nacimiento de Bolívar, al que la Revolución le dio un gran auge, para espanto de los soviéticos.
Bolívar era un burgués, pero no se puede olvidar ese apotegma súper, súper dialéctico de Fidel: “Nosotros hubiéramos sido como ellos; ellos hubieran sido como nosotros”.
¿Qué usted quiere, que Bolívar fuera marxista? Y eso Galich también lo manejaba bien. Y entonces- ¿Por qué los próceres latinoamericanos?-, porque eran los de la primera independencia, eran revolucionarios, como Carlos Manuel de Céspedes, como Ignacio Agramonte, eran como había que ser en aquella época, lo cual es una proyección extremadamente dialéctica.
Hice el libro de Primeros Próceres Latinoamericanos y después “Bolívar y la revolución en su época”. Bolívar como figura culminante de la epopeya independentista anti colonial. Y después quise hacer lo mismo con Fidel.
Arleen Rodríguez Derivet: Y lo hizo. Bolívar y la Revolución de su época; Fidel y la Revolución. ¿Por qué estas dos figuras exactamente?
Alberto Prieto Rozos: Porque los dos cambios hacia el progreso más importantes en América Latina fueron: el inicio de las reformas que empiezan con la independencia, culminan con el triunfo de las reformas liberales, que es un proceso largo y la Revolución hacia el socialismo, que Fidel es el quien entiende cómo hay que conducirla.
En el libro que yo escribí Las luchas por el socialismo en América Latina y el Caribe voy exponiendo los distintos programas, las distintas concepciones – no, mediante soviets- de la dictadura del proletariado- y Fidel tiene una frase genial como tantas otras que él tiene, que dice: “Revolución es el arte de aglutinar fuerzas en contra del imperialismo y sus aliados internos”.
Ahí está el secreto de la Revolución: todo lo que venga en contra del imperialismo y sus aliados internos, pero desde una definición conceptual, porque ¿quien está en contra de la revolución? La clase o el grupo que está en contra de la Revolución en un lugar, no obligatoriamente responde de igual manera en otro país, porque depende de su conformación histórica, de sus tradiciones, de su trayectoria.
Y entonces Fidel lo sintetiza en esa frase, que se parece mucho a lo que dijo Lenin cuando dijo que la revolución socialista no será única y exclusivamente obra de los proletarios, sino de los pueblos oprimidos del mundo.
Es la misma concepción dialéctica y yo me propuse exponer cómo estos dos hombres tuvieron la capacidad de interpretar la realidad en su compleja conformación social para darle una respuesta exitosa a los problemas de la sociedad.
Y por siglos de los siglos sus figuras serán imperecederas, porque ellos fueron los que dieron la solución para la transformación de la sociedad. Bolívar en su época sentó, heredando a Miranda, pero fue él quien la ejecutó en el Congreso Anfictiónico de Panamá y Fidel en la época contemporánea, que también reverdeció los proyectos de integración y demás.
Yo creo que cualquier otra figura, por heroica o trascendente que sea, no llega a la magnitud de Bolívar en su época y Fidel en la suya.
Arleen Rodríguez Derivet: Un revolucionario nacido de las entrañas de la burguesía cubana recibió el Premio de Historia en 2020 y lo recibió nada menos que junto a Raúl Castro, que lo recibió como protagonista y usted como intérprete de la historia.
Si tuviera que hacer una síntesis del hombre que fue sorprendido por la Revolución en lo alto de un penthouse del hotel más moderno de La Habana en su momento y el hombre que hoy está aquí frente a mí, qué diría, que es lo que le gustaría que supieran y a lo mejor lo que le contó por ahí a la gente en la Feria del Libro. ¿Lo reconocieron? Y háblenos también un poquito de Ingrid, la compañera de fundamental de estos años.
Alberto Prieto Rozos: Sí, en realidad esto de la Feria del Libro, el homenaje y demás fue una cosa muy impactante y muy emocionante porque desde Pinar del Río, hasta Camagüey, Sancti Spíritus, por todas partes encontré antiguos alumnos, que es casi imposible recordar a todos; uno se recuerda de uno u otro por determinadas razones circunstanciales pero no puedes en esa totalidad, recordarte; pero ellos se acuerdan de uno y entonces es emocionante oír que le dicen- Profe usted se recuerda de tal cosa, usted me dijo esto, o me dijo lo otro- y es verdaderamente muy emocionante.
Ingrid es mi quinta esposa y en realidad me ayudó muchísimo en mi trabajo profesional, porque ella no sabía de Historia pero sí de redacción, composición y al principio teníamos mucha diatriba porque me decía- Esto que tú dices no se entiende- ¿Pero cómo que no se entiende?, tú no sabes de qué estás hablando- Pero me hizo comprender que había formas mejores para escribir y creo que hoy en día escribo mejor gracias a ella. Además es una mujer extremadamente solidaria conmigo, que lo que ella privilegia por encima de todo es mi obra.
Mi obra, mi bienestar, mi realización. Mi bienestar, no de comer más o vivir mejor, sino de realizar mi obra, de cómo hacerla, de cómo hay estrategias que hay que trazar, qué viene primero, qué libro viene primero, qué libro viene después. Ella me ha ayudado infinitamente en eso.
Arleen Rodríguez Derivet: Bueno se nos acabó el tiempo, yo solamente quería eso. Saber y mostrar más de este hombre que como el de Memorias del subdesarrollo ve la Revolución como un proceso que parece ajeno y cae en esa ola tremenda y termina siendo uno de los que narrarán la historia de ese tiempo. Gracias por haberla narrado con tanto encanto y por ayudarnos a interpretar todo eso.
Una palabrita para definir lo que pasó la semana pasada. América Latina contra el Imperio, ¿quién ganó?
Alberto Prieto Rozos: Es que los Estados Unidos no son lo que fueron y cuando uno ha sido el máximo, cuesta trabajo percibir que ya no lo es. Mi padre siempre me decía: “lo peor que hay es tener fama de guapo, porque el día que no puedas dar la galleta, se te cae la fama”. Y a ellos esos tiempos se les están pasando.
Arleen Rodríguez Derivet: Se acabó su fama de guapos.
Alberto Prieto Rozos: Se acabó su fama de guapos y han hecho el ridículo. Han hecho el ridículo verdaderamente y en política el ridículo es peor que la derrota.
Arleen Rodríguez Derivet: Y ellos tuvieron las dos cosas.
Gracias profe. Ha sido un placer, un honor, tenerlo aquí. La historia de Vida del académico Alberto Prieto, es la Historia de Vida de los jóvenes de la Revolución.
(Transcripción de la Mesa Redonda “Historia de Vida: Alberto Prieto, el Académico”, transmitida originalmente el 16 de junio de 2022).
(CubaDebate)