Florida, 9 abr.- Aun cuando existen registros de casos de consumo de drogas ilícitas en la sociedad cubana, la adicción a ese flagelo no cuenta con respaldo mayoritario en una población conocedora de cuánto daño puede causar el contacto directo con cualquiera de los estupefacientes naturales o sintéticos elaborados, distribuidos y comercializados en otras naciones.
Durante algunos actores y decisores sociales pensaron que el silencio evitaría o limitaría el contacto con las denominadas sustancias prohibidas, pero la propia realidad se encargó de mostrar que la mejor manera de prevenir y enfrentar un fenómeno tan dañino como el consumo de drogas es mostrando a la gente su verdadero impacto en las personas, en las familias y en la comunidad.
Por ello corresponde a las instituciones educacionales y sanitarias, a los líderes comunitarios y de la Asistencia Social y al propio Gobierno someter a debate público y sistemático en las aulas, los barrios y en las políticas de atención, fiscalización y control social, el tema de las drogas, para visualizarlo y evadirlo desde el conocimiento pleno de su esencia malsana y destructora del individuo y de su entorno afectivo, laboral y cultural.
Las drogas duras, mariguana, cocaína, crac y otras, incluidos medicamentos controlados, pueden matar y de hecho lo hacen; las menos condenables desde el punto de vista penal, como son el tabaco y el alcohol, constituyen puerta de entrada para las anteriores, provocan tanto daño como las otras y, como mínimo, su mantenimiento desfalca cualquier bolsillo y limita la economía en el hogar donde sobreviven estas adicciones.
Entonces lo inteligente, lo realmente preventivo es hablar del tema, sobre todo con los adolescentes y los jóvenes, para crear conciencia sobre la perversidad de las drogas como el peor enemigo de los proyectos de vida y de futuro de cualquier ser humano y de cualquier familia.