Agosto, 2024.- “Cada vez que la Patria ha estado en peligro, he dejado mis oficios y me he puesto al servicio de su defensa y cuando volvía la paz, de nuevo a mis oficios. ¡Nada de estar viviendo de la Patria!”; con estas palabras definió su posición el luchador independentista Juan Fajardo Vega, al negarse a cobrar pensión alguna por su participación en la guerra de independencia, al considerar que no había ido a ella por interés material, sino por la libertad de Cuba.
Nacido el 15 de agosto de 1882 en Contramaestre, en Santiago de Cuba, a los 16 años de edad se incorpora a las filas del Ejército Libertador Cubano el 10 de julio de 1897, al integrar la escolta del entonces general de brigada Saturnino Lora, uno de los protagonistas del Grito de Baire; sus otros seis hermanos se fueron también a la manigua, a ganar con las armas la independencia cubana, y uno de ellos, Francisco, participó junto Titán de Bronce Antonio Maceo Grajales en la Invasión de Oriente hacia Occidente, una de las hazañas militares más trascendentes de su época.
Durante la República neocolonial participó en la sublevación del Partido Independiente de Color en 1912 y en el alzamiento de los liberales contra el reeleccionismo del presidente Mario García Menocal, en febrero de 1917; y al iniciarse la última etapa de lucha por la Liberación Nacional colaboró con el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y ofreció su aporte como armero en el Tercer Frente del Ejército Rebelde, en la región de Santiago de Cuba.
El triunfo revolucionario del 1.º de enero de 1959 lo sorprende con la carabina al hombro, ya no es el joven mambí que tuvo la desdicha de llevarse a la tumba la última imagen de Antonio Maceo vivo; se dedica a las faenas agrícolas como simple campesino y se vincula a las diferentes tareas que emprende la Revolución.
Juan Fajardo Vega era el único combatiente del Ejército Libertador cubano con vida al inicio de la década de los 1990, por lo que lo se le denominó El Último Mambí; falleció el 2 de agosto de ese mismo año en Santiago de Cuba; su cadáver fue velado en el histórico Museo de la localidad de Baire y sus restos fueron depositados en el Mausoleo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en El Cacahual, provincia de La Habana, junto al invicto general Antonio Maceo y su joven ayudante Panchito Gómez Toro.