Junio, 2024.- Desde su época, en el siglo XIX, José Martí destacó la importancia del empleo de la ciencia en la agricultura como fórmula imprescindible para mejorar y sostener los resultados productivos y preservar los recursos naturales.
El Apóstol de la independencia cubana, con esa cosmovisión propia de su pensamiento, alertó que los jóvenes dedicados al trabajo agrícola debían recibir una instrucción cuidadosa porque a su juicio “la agricultura es imperfecta sin el uso de la instrucción”.
Al respecto se preguntaba “¿Cómo se puede elegir el mejor arado, si no se conocen sus diversas clases? ¿Cómo se podrá reformar la tierra, si no se conocen las características de ese recurso?”
El Héroe Nacional cubano aseguraba, así mismo, que “El cultivador necesita conocer la naturaleza, las enfermedades, los caprichos, las travesuras mismas de las plantas, para dirigir el cultivo de modo de aprovechar las fuerzas vegetales, y evitar sus extravíos. Necesita enamorarse de su labor, y encontrarla, como es, más noble que otra alguna, aunque no sea más que porque permite el ejercicio más directo de la mente, y proporciona con sus resultados pingues y constantes una renta fija y libre que permite al hombre vivir con decoro e independencia”.
José Martí sentó cátedra en la defensa de los valores de la investigación científica en la producción de alimentos. Es preciso escuchar su voz cuando aseguró que “No hay que creer que todo abono recomendado es bueno, porque cada puñado de tierra tiene su constitución propia. Y como de abonar la tierra con ciertas sustancias pueden venir males irreparables, no debe el agricultor, sin probarlo antes en un pequeño espacio de terreno, decidirse a usar un producto desconocido en sus cultivos”.
Cuánta visión; cuánta certeza y cuánta vigencia en esa alerta martiana, y cuánto contraste con la realidad del país y de este municipio, cuando se conoce, por fuentes oficiales, el insuficiente avance en la aplicación de la ciencia y la innovación en la esfera agropecuaria, el escaso empleo del extensionismo, la agroecología, la tracción animal y los bioproductos.
Es insuficiente, además, la presentación de proyectos y la búsqueda de fuentes de financiamiento, de inversión y colaboración extranjera que respalden la ejecución de programas agroalimentarios.
Si coincidimos con Martí, y lo traemos al presente, se debe analizar cuánto puede hacerse en las condiciones actuales para elevar, con más ciencia y conciencia, la eficacia y la eficiencia en los campos con el objetivo de materializar, a partir de la inteligencia individual y colectiva, la seguridad y soberanía alimentaria y nutricional que demandan los floridanos en la etapa crucial que atravesamos en estos tiempos.