Diario de una pasajera

La Habana, 6 feb.- Mínimo tres. El fatalismo geográfico de vivir en la periferia me condenó a que para llegar al trabajo, mínimo, tengo que hacer tres combinaciones. He consolidado una especialidad en rutas de guagua y precios de las máquinas, porque es más fácil ver un unicornio que una parada vacía. No estoy exagerando.

Ayer me levante temprano, al llegar, la parada estaba vacía. Mal presagio, obviamente se había ido la guagua. La primera parte del viaje la hice en un camión de esos que dicen que “transportan pasajeros”.

Esta es la situación más parecida al movimiento de ganado para el matadero que pueda existir. Son solo las 8 de la mañana y no hay muchas caras felices en aquella lata metálica. Puede que estén imaginando esa misma escena. La doctora que va para el Naval, los militares que salieron de la guardia, el muchacho del Pre, todos ellos van con cara de pocos amigos.

“Que clase peste hay aquí, no puedo más”, dice la señora que me queda de frente y agrega: “Esta peste a cloro es insoportable no puedo respirar. De madre que se me quedara el nasobuco, estoy ahogada”. Diez minutos después, la señora seguía vociferando sus quejas.

“Mire señora, relájese, va en un camión. Claro que va a haber peste, además el olor a cloro es lo mejorcito que puede respirar, hay cosas peores. Si usted quiere ir cómoda y sin olores va a tener que alquilar un carro que la recoja en su casita y la lleve a donde quiera”, esta reprimenda acompañada con una mirada profunda fue un dardo, directo al pecho.

El emisario, un señor entrado en años, que llevaba desde el puente del Calvario arriba del camión escuchando a la señora maldecir todo lo existente y a todos los presentes.

En medio de todo aquel debate, mi mente solo pensaba en la cantidad de accidente que ha habido en estos meses, lo lleno que iba aquel camión y las ganas que tenía de bajarme.

Cuando lo hice, el alivio, pero nada de regodearse en la victoria había que coger la segunda. Por solo seis paradas tuve que pagar 100 pesos. Yo no sé qué porciento de oro tiene la gasolina o el petróleo que movía a aquel Chevrolet, pero imagino que debía ser en altas concentraciones.

La tercera combinación llegó bajo el número de a32. Esta ruta es súper larga. Pasa como dos veces por la misma esquina de Regla, pero cada vez que la logro coger es un alegrón, porque me deja en la esquina del trabajo. Corrí como nunca lo había hecho, ni siquiera en las clases de  Educación Física. Estoy segura que si  alguno de mis profesores de esa asignatura me viera, pensaría que fui un fraude todo mi tiempo como estudiante.

“Clasifiqué”, una frase muy popular que se escucha muchísimo en estas lides. Es el momentazo en que logras ocupar uno espacio cuadrado, en ocasiones ínfimo, en uno de estos medios de transporte. Cerca del final de la ruta, quedó vacío un asiento. Pero no era cualquier asiento, era uno de los amarillo, esos que son para embarazadas e impedidos.

Puedo contar con los dedos de una mano las veces que me he sentado en esos lugares. No me gusta, no me tocan, todavía. Pero estaba cansada, aunque mi día había comenzado hace apenas unas pocas horas, sentía que había subido y bajado el Turquino siete veces.

Lo hice, me senté y como sospechaba dos paradas después una muchacha con su bebé en brazos. Miro a mi alrededor, en el resto de asientos amarillos había hombres sentados, plácidamente, acomodados, contando ovejitas en sueños. Obviamente le di el asiento a la muchacha y no lo pensé ni un segundo, pero si me dio un poco de pena toda aquella situación. ¿Por qué se habrá perdido la decencia y decoro?

De historias en el transporte público se pudiera escribir un libro. Una vez viajé en un a50 con un puerco vivo, o la ocasión en que una familia hizo la mudada en el P. Épico fue luego de un concierto en el Malecón, viajar en un p9 de refuerzo que parecía una discoteca, pues el chofer apagaba y encendía las luces y la mitad de la guagua correaba una melodía muy popular en aquellos tiempos que hablaba de ratas, ratones, gatos y casualmente el muro de la “Maleka”.

(CubaDebate)

Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *