Florida, feb.- No siempre los adultos mayores reciben el trato y la consideración que merecen por parte de las familias; existen casos que no cuentan con personas, son maltratados o abandonados por sus parientes o renuncian a vivir con ellos por falta de reconocimiento.
Algunos de los criterios o quejas más recurrentes señalan a la soledad, la falta de aceptación, el desafecto como los principales problemas.
En una sociedad socialista como la nuestra, el Estado y el Gobierno están al tanto de estas realidades y mantienen una preocupación constante por lograr un envejecimiento satisfactorio y la mayor calidad de vida para las personas de la tercera edad, y el nuevo Código de las Familias cubanas representa, sin duda, la muestra más reciente e integradora de esa voluntad.
Con esta norma, aprobada recientemente por la mayoría de la población electoral cubana, el Derecho se refuerza para transformar la realidad y dar protección jurídica a los ancianos, abuelos y abuelas ante situaciones desfavorables o limitaciones que se manifiestan en no pocas familias cubanas que olvidan su rol en el cuidado y amparo de los adultos mayores.
El Código vigente proscribe todas las manifestaciones de discriminación y violencia a las que pueden estar expuestas las personas de este grupo etario dentro de las relaciones familiares y sociales.
Entre las cuestiones relevantes que contempla se encuentra la figura de la guarda de hecho, referente a la posibilidad de que una persona sin designación judicial o administrativa, o sea, de forma voluntaria, se encargue de velar por el bienestar del anciano, aspecto que evita situaciones de abandono.
No obstante, y aun cuando el cuidador es fundamental en el sistema, las instituciones y las redes de apoyo familiar y otras tienen que funcionar de manera eficiente.
Otros beneficios del nuevo Código de las Familias previenen la entrada no deseada del anciano a centros de acogida o especializados, pues permite que el adulto mayor se integre a grupos familiares, o su atención se realice por cualquier individuo, junto a quien puede formar un núcleo.
Las nuevas reglas del vínculo entre las familias abordan, asimismo, y como novedad, la autorregulación de la protección futura: la posibilidad de decisión sobre procederes médicos, lugar de residencia, situaciones de vida y de trabajo, junto a otros aspectos, para organizar el envejecimiento en caso de no ser posible hacerlo directamente en el futuro, con vistas a garantizar autonomía e independencia y derechos de la ancianidad.
Cuando cumple bien su encargo, la familia proporciona a los más viejos amor, seguridad y un enorme apoyo emocional, y está llamada a ser el mejor espacio para favorecer el envejecimiento activo y saludable.