Florida, 2 feb.- El envejecimiento poblacional que vive el país impacta de forma directa en la disminución paulatina de la fuerza de trabajo necesaria para garantizar la producción de bienes y servicios que demanda la sociedad, a partir de la caída en indicadores como la natalidad y el crecimiento de la migración de un volumen considerable de jóvenes en la edad laboral.
Asumir y asimilar con éxito esa realidad obliga a implementar y cumplir, al pie de letra, una política gubernamental dirigida a incrementar y promover la reproducción humana de forma natural o asistida, y, al mismo tiempo, crear condiciones favorables en busca de extender la vida útil y la permanencia de las personas en su puesto de labor, de manera satisfactoria y productiva.
Corresponde a las administraciones y a los sindicatos de los distintos sectores evaluar y reconocer de manera oportuna el aporte y la responsabilidad de quienes se mantienen durante años en su puesto de trabajo, aun después de haber cumplido la edad de jubilación, y a quienes conociendo la situación actual del país se reincorporan y contribuyen con su esfuerzo a la producción y los servicios.
Hacerlo, hoy más que nunca, no puede verse como favor, como una indulgencia, o como una forma de cumplir una imposición de arriba; trabajar, a pesar de los años, se convierte en misión imperiosa cuando faltan brazos en la siembra de alimentos, en los procesos fabriles y en otros espacios laborales imprescindibles para el desarrollo económico y social de la nación.
Aprovechar todo el caudal de experiencia, responsabilidad, inteligencia práctica y sentido de pertenencia de los veteranos y garantizar que permanezcan en sus tareas, en tanto la salud y las capacidades de aportar lo permitan, puede ser doblemente beneficioso cuando a su lado se colocan jóvenes dispuestos a beber la sabia del aprendizaje diario y los valores de laboriosidad, compromiso y responsabilidad que emanan, casi siempre, del ejemplo de los más viejos.