Florida, 22 ago.- La Revolución cubana desde su triunfo no ha tenido un solo minuto de respiro calmado frente a la política hostil y vengativa de los gobiernos de Estados Unidos, los cuales, bajo el empuje y la amenaza de la contrarrevolución amparada en el norte, jamás le perdonaron a esta pequeña nación antillana el desafío de la libertad y el rompimiento del yugo neocolonial.
Desde sus primeros pasos a principios de los años 60 del pasado siglo, el bloqueo tuvo un solo objetivo: derrocar el nuevo sistema social organizado en Cuba con el apoyo mayoritario y consciente del pueblo, bajo el liderazgo de Fidel Castro, y en busca de toda la justicia posible para obreros y campesinos.
Durante los primeros 30 años de la construcción del proceso revolucionario fue más fácil burlar las trampas mortales armadas por el imperialismo yanqui en la esfera del comercio y del acceso a las finanzas planetarias a partir del respaldo ofrecido por la antigua Unión Soviética y los vínculos favorables con el resto de los países y organizaciones de cooperación del bloque socialista europeo.
Eran tiempos en que los cerdos dormían seguros y a pierna suelta en corrales alejados a 100 o 200 metros de las viviendas, los estudiantes delospreuniversitarios hacían guerras de tiro al blanco con los dulces de la merienda, los latones de galletas envejecían en las bodegas y casi nadie hablaba del bloqueo, aun cuando este continuaba allí, detrás de cada paso dado por el país y por su dirección política y gubernamental.
Con el derrumbe del socialismo en el viejo continente y a partir de los años 90, Cuba perdió más del 80 por ciento de sus mercados tradicionales; fue preciso comenzar de cero y enfrentar con inteligencia y mucho apoyo popular la agresividad y el oportunismo de un imperio que apretó tuercas y recrudeció su cerco criminal hasta hacerlo política de Estado contra el archipiélago antillano.
Desde entonces, y hasta hoy, la batalla, la denuncia y la condena internacional y nacional contra los daños humanos y materiales provocados por ese engendro se reiteran en múltiples tribunas, mientras tanto la Casa Blanca y su nuevo inquilino apuestan por la muerte y el odio cuando hablan de Cuba en un propósito continuado por casi todas las administraciones imperiales.
Cuba no se rinde, porque a pesar de las carencias, los apagones y la incertidumbre de algunos, su gente sabe que la única alternativa es la resistencia creativa y la victoria eterna contra el egoísmo, la discriminación, la infamia y el sálvese quien pueda.