La Habana, 19 ago,.- Aquel 19 de agosto de 1915, la humanidad decía adiós al defensor incansable, al padre, amigo, al más grande de los científicos cubanos de todos los tiempos.
Y es que a Carlos J. Finlay Barrés lo acompañó siempre una mirada que se adelantaba a su época, una verdadera vocación por curar a los enfermos, devolver la esperanza, salvar vidas.
Aunque sin dudas, el descubrimiento del modo de transmisión de las enfermedades infecciosas marcó su trayectoria, el alcance de sus investigaciones va más allá y abarcan desde el estudio del cólera y la lepra hasta las técnicas quirúrgicas para las cataratas y la hernia inguinal estrangulada.
La cirugía para combatir el cáncer, la primera descripción del bocio exoftálmico, el papel de los ejercicios físicos en la salud, el tétanos infantil y la práctica oftalmológica como herencia de su padre, se encuentran también en la intachable experiencia del epidemiólogo cubano.
Osadía y perspicacia lo caracterizaron siempre, al punto, que escribió varios textos sobre temas relacionados con la teoría de gravitación y el clima.
Sus publicaciones científicas recogen otras indagaciones como ‘Estadística de las inoculaciones con mosquitos contaminados en enfermos de fiebre amarilla’, reproducida en idioma inglés en el año 1890 por la famosa revista Lancet del Reino Unido.
Dentro de sus momentos cumbres resalta la divulgación de las principales medidas a tomar para evitar las epidemias de fiebre amarilla, relacionadas con la destrucción de las larvas y el aislamiento de los pacientes contagiados que hasta hoy, su aplicación tiene total éxito en el sistema de salud.
Aunque en vida nunca recibió el merecido reconocimiento por el alcance de su obra hasta la actualidad, se le otorgó, entre otras condecoraciones, la Orden de la Legión de Honor de Francia.
La nación caribeña creó el Premio de Microbiología Carlos J. Finlay, que la Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, las Ciencias y la Educación entrega cada dos años a investigadores cuya labor en temas relacionados con la microbiología contribuye de manera destacada a la salud.
Otra forma de rendir tributo es el busto situado en el exterior del Museo Histórico de las Ciencias Médicas que lleva su nombre en la Academia de Ciencias de Cuba y la celebración del Día de la Medicina Latinoamericana cada 3 de diciembre en conmemoración a su nacimiento.
La vida de Finlay es paradigma y manual de aprendizaje para los que transitan el mundo de la medicina, con la convicción certera de que la integridad, la sencillez y la perseverancia lo convirtieron sin dudas, en el más universal de los científicos cubanos.
(PL)