La Habana, 11 jul.- Reinaldo se levantó temprano el domingo, para él hace muchos meses que no hay descanso los fines de semana. Además de ser profesor de programación de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), es también encargado de apoyar la logística del lugar convertido en centro de aislamiento con más de 1 200 camas activas para pacientes positivos a la covid-19.
El profe Reinaldo Rosado Roselló estaba 11 de julio en la UCI. Aseguraba el traslado de nuevos ingresos y, al tiempo, conversaba con el personal médico y los jóvenes voluntarios que cuidan a unos 1 000 pacientes positivos, que se encuentran en la universidad.
Cerca del mediodía fue a su hogar a almorzar y justo cuando se cambiaba la ropa para trabajar en el patio de la casa, vio en redes sociales lo que ocurría en San Antonio de los Baños. “Regresé a la UCI para custodiar los recursos que tenemos en el centro y allí me encontré con otros trabajadores. Primero, enfrentamos a un grupo de personas que se manifestaban violentamente en la zona de Punta Brava, nos agredían verbalmente y tiraban piedras, pero allí la situación se logró controlar”.
Luego se enteraron que en el municipio de Diez de Octubre también había disturbios y la situación estaba más complicada. A sus 36 años, Reinaldo no había vivido una situación similar “nunca pensé que en Cuba fuéramos a llegar a lo que se vivió ese día. Muchos compañeros recibieron golpes en los pies, las costillas, en la cara… A una profesora de la UCI le partieron la cabeza y tuvieron que darle cuatro puntos de sutura”.
“Ellos eran muy agresivos, nosotros no estábamos preparados para eso. Decíamos consignas revolucionarias y llevábamos banderas, pero los manifestantes nos estaban esperando, muchos de los hombres tenían en la parte trasera de los bolsillos botellas vacías y esperaron a que nos acercáramos para tirárnoslas, tenían cestos de basura llenos de piedras. En un momento, retrocedieron hasta llegar una construcción donde había montones de piedras preparadas. Fue una lluvia, hasta de los balcones nos caían”, relata el profesor.
Eso que se vivió en Diez de Octubre –indicó-era delincuencia y vandalismo “uno puede pensar diferente y expresar sus criterios, pero de una forma pacífica sin llegar a tanta violencia”. Asimismo, relató que “la mayoría eran hombres, sin camisa, sin nasobuco, parecían hasta ebrios o drogados. En cambio, nosotros éramos un grupo de profesores, la mayoría mujeres, junto a algunos estudiantes”. Tuvimos que defendernos –confiesa- “las piedras que nos tiraban se las devolvíamos”.
Reinaldo no recuerda los detalles del momento en que lo hirieron “todo fue muy rápido, estaba esquivando las piedras, me distraje por un momento y cuando levante la vista, recibí el impacto”.
Unos compañeros al ver que estaba soltando mucha sangre lo sacaron de allí y fue trasladado hasta el hospital Clínico de 26. Pero Reinaldo no solo fue víctima de la violencia de aquel grupo de personas, sino también de la manipulación, muy de moda en este tiempo.
“Cuando a mí me sacan, me montan en un patrulla de policía para trasladarme hasta el hospital. Tenía las manos en la cara y todo el nasobuco y la ropa llenas de sangre. Un grupo de los manifestantes al ver que estaba siendo montado en el carro comenzó a aplaudir”. En aquella confusión, el profe no sabía porque estaban aplaudiendo, pero escuchó como le comienzan a gritar a la patrulla que son unos asesinos. Para ellos, Reinaldo estaba en contra de la Revolución y se lo llevaban preso, porque lo estaban reprimiendo.
“La policía lo único que hizo fue socorrerme, igual que a muchos otros manifestantes que fueron llevados al mismo hospital que yo. Los tenía al lado mío y todos fuimos atendidos en las mismas condiciones”, señaló
A pesar de las molestias que tiene en el ojo, nuestro entrevistado no ha perdido el sentido del humor y nos dice entre sonrisas “no me extraña que dentro de poco haya una foto mía circulando por la redes, diciendo que había sido reprimido por la policía y que era contrarrevolucionario”.
Le dieron tres puntos, dos en el parte superior del ojo derecho y uno en la inferior. El maxilofacial le dijo que producto del golpe tiene una fisura en el pómulo, por lo que debe guardar reposo para que no se desplace, pues podría tener consecuencias. Según el doctor “la suerte” fue que era una piedra grande, pues si llega a tener menor tamaño hubiera penetrado en el ojo.
“Mi esposa se asustó mucho cuando la llamé para decirle lo que había pasado, sobre todo por lo peligrosas que son la lesiones en esa zona. Mi niña de nueve años se puso a llorar cuando me vio llegar vendado y con el nasobuco y la camisa llenos de sangre”.
Reinaldo dice que “esto no es pelea para gallo fino”, recordando un refrán que le decía su padre cuando niño. Él se está recuperando en casa, cumpliendo con disciplina lo ordenado por el médico, pero listo para la pelea. “Es más, mañana voy para la UCI, no puedo hacer fuerza, pero puedo ser útil en muchas otras cosas”, aseguró.
Muchas personas lo han llamado para preocuparse por él y más de un vecino pasó a saludarlo en el tiempo que sostuvimos la conversación, pero este profesor de programación siente que no se merece ningún reconocimiento “no creo que haya que hacer ningún artículo periodístico sobre mí, era uno más cómo tantos otros que solo fuimos a defender el país y la Revolución”.
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Oscar Delgado Lorenzo, es coordinador del Consejo de la Administración en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón. Por sus responsabilidades en el trabajo estaba el pasado domingo alistando dos círculos infantiles como centros de aislamiento, cada uno con 36 capacidades, para ingresar a pacientes contactos o sospechosos de tener la covid-19.
“Estábamos haciendo algo necesario e importante debido a la situación epidemiológica, cuando nos esteramos que un grupo de personas contrarrevolucionarias se venían acercando a San Miguel. Nos dirigimos hacia ellos para dialogar, pero cuando llegamos nos dimos cuenta que su intención no era hablar, por las manifestaciones de violencia que demostraron”, cuenta Delgado Lorenzo.
Oscar no se atreve a repetir las palabras que les gritaban “eran contra la policía, contra el presidente del país, hasta ofendieron a Maceo y Martí”. Nuestra intención –confiesa- era que no continuaran avanzando y les aplicamos que esta no era la vía para resolver sus inquietudes “ellos nos respondieron con palos, piedras y golpes”, agregó.
Muchos eran jóvenes, algunos de ellos con botellas en las manos y en completo estado de embriaguez. “A mí me cayeron como cinco arriba a la misma vez, uno me jaló por los dedos y eso me provocó una fisura en los ligamentos, otro me golpeó en la frente con un palo, logré defender y quitármelo de arriba, pero me jalaron por el pulóver y caí al piso y entre varios comenzaron a darme golpes”.
A pesar de la situación logró levantarse y vio como otro de los agresores levantaba un punzón contra él, solo atinó a poner los brazos para defenderse “tenían muy malas intenciones.Volvió a intentar agredirme, suerte que un compañero lo paró” agrega.
“Fue un acto organizado y preparado, de espontaneo no tenía nada”, dice Oscar convencido “pasaron por barrios complicados – La Corea, La Cuevita-, esperando que se le unieran más personas, pero no fue así, entonces se fueron en dirección a Juanelo. A su paso vandalizaron varios lugares estatales como la librería Juan Milián, el Cupet “El túnel”, y trataron de tirarle a un correo, pero se lo impedimos”.
Varios de los detenidos –dice- dentro de sus mochilas tenían armas blancas. “No era una marcha pacífica como ellos quieren que otros crean”.
Para Oscar lo más doloroso fue dejar a un lado la importante misión que estaba haciendo aquel domingo para enfrentar a aquellas personas que no querían escuchar, solo generar caos y violencia; aunque le reconforta saber que otros compañeros terminaron el trabajo y hoy San Miguel cuenta con más capacidades para enfrentar la pandemia.
(Tomado de CubaDebate)