Un líder, un iluminado, un revolucionario, un curioso de la vida, humanista, intelectual, guerrillero, gran escritor, de una fortaleza verdaderamente excepcional. Estas son algunas de las cualidades con las que definieron a Fidel Castro Ruz tres hombres que tuvieron la oportunidad de conocerlo: Frei Betto, Roberto Fernández Retamar y Miguel Barnet.
En vísperas de conmemorar el 98 Aniversario de su Natalicio el próximo 13 de agosto, Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas rendirán tributo al Comandante a través de los testimonios de aquellos que compartieron momentos con él.
Un iluminado
Fidel era un hombre con una gran curiosidad en la vida, sobre todo por la historia. Él leía una novela y, por muy buena que fuera la dramaturgia o la psicología de las personas, lo que más le interesaba era el trasfondo histórico, por eso admiró tanto a los escritores Alejo Carpentier, Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez.
Fue un fanático de las biografías, leyó las de María Antonieta, Napoleón y Alejandro Magno. Era un conocedor cabal de la historia antigua. Fíjate que cuando estuvo preso en Isla de Pinos, tras el asalto al Moncada, le decía a su hermana Lidia que no le mandara ropas ni corbatas, sino libros.
Era además un humanista que rechazaba la politiquería. En aquellos años en que se inició en la lucha, la política en Cuba era politiquería. Muy pocos eran los hombres dignos en los años cuarenta y cincuenta, con excepción de don Fernando Ortiz, Raúl Roa, Jorge Mañach, el rector Clemente Inclán y unos cuantos profesores universitarios, pero ellos vivían encerrados en sus casas o haciendo su obra personal. Sin embargo, Fidel salió a las emisoras de radio, a las calles, a los campos.
Fidel era, por sobre todas las cosas, un iluminado con una vocación humanista, y ese humanismo lo llevó inexorablemente a la política, pues donde lo podía practicar no era en una escuelita, sino en la vida pública; y como él tenía esa vocación y una mente tan ecuménica, con un calado tan hondo y una visión planetaria, tenía que entrar a la política. Allí se iba a sentir cómodo, pues encontraría herramientas con qué solucionar los problemas sociales.
En los años finales de su vida, Fidel pudo satisfacer una de sus grandes vocaciones: ser escritor. Sus reflexiones son verdaderos ensayos políticos en los que se aprecia un gran conocimiento de la realidad, una prosa limpia, siempre aguda.
No le encuentras nada que sobre, tampoco que falte, todo está cincelado, como lo hubiera hecho un gran escritor.
Si él no hubiera tenido ese poderoso impulso y deseo de ayudar a los demás, de identificarse con los pobres de la tierra, como dijo José Martí, hubiera sido un escritor de gabinete, un escritor de novelas históricas. Pero no nos perdimos un escritor, ganamos un iluminado, un gran político, el hombre que cambió el destino de América Latina en el siglo xx. No hay otro. Él fue el primero.
Un fragmento de las palabras de Miguel Barnet durante una entrevista concedida a Wilmer Rodríguez en noviembre del 2020.
El don revolucionario de Fidel
Con el Comandante en Jefe murió el último gran líder político del siglo xx, con la excepción de que es el único que sobrevivió 57 años a su propia obra: la Revolución Cubana. Pero se debe distinguir que no fue Fidel quien hizo la Revolución, sino el pueblo. Él dio las orientaciones básicas, fue punto de referencia, pero un hombre solo no hace una revolución, las revoluciones las hacen los pueblos. Ahí está la responsabilidad de los cubanos a partir de ahora.
Un legado que Fidel dejó, sobre todo a los jóvenes, es mantener el socialismo como una sociedad de libertad, justicia y paz, donde se comparten bienes materiales y espirituales. De ninguna manera podemos mirar en Fidel un ser del pasado, sino del porvenir, así mismo él miraba a Martí. Cuando murió hice una oración agradeciéndole a Dios el don de la vida revolucionaria de Fidel.
Un fragmento de las palabras de Frei Betto el 28 de noviembre de 2016, durante el homenaje póstumo a Fidel en la Plaza de la Revolución.
Lo enseñaron a resistir
Fernández Retamar junto a Fidel Castro y García Márquez. Foto: La Ventana/Casa de las Américas.
Como ha señalado con mucha sagacidad el teólogo brasileño Frei Betto, el estudio de Fidel con los jesuitas fue fundamental en su vida, ahí se forjó su carácter. No se fraguó su condición de revolucionario, esa emergió en la Universidad de La Habana; pero su carácter sí se forjó con los jesuitas. Esa resistencia al dolor, a la pena, a todo, la aprendió con ellos. Lo enseñaron a resistir. Era de una fortaleza verdaderamente excepcional.
Extraño a Fidel todos los días de mi vida. Personas así no deben morir, sino que en cierta forma no mueren nunca. Yo pienso en Fidel como pienso en el Che y en Martí. En la historia de la humanidad no hay muchos hombres como él, no ya en Cuba, no ya en América, en el mundo.
Apenas dormía
Acompañé varias veces al Comandante tanto por Cuba como por el extranjero y les puedo decir que dormía dos o tres horas. Dicen que así era Napoleón, que dormía muy poco. Se sabe que hay criaturas excepcionales. Yo necesito dormir muchas horas, me producía una enorme sorpresa verlo a él que prácticamente podía o no dormir, o dormir una cantidad ínfima, y, además, lo acabo de recordar, comía muy poco también, no era de mucho comer. Es casi sorprendente que haya llegado a tan gran edad, porque físicamente no se preservó. Me imagino que, por ejemplo, Raúl le instara mucho a que se cuidara.
Un intelectual extraordinario
Más de una vez le dije: «Usted no es solo un guerrillero, usted es un intelectual», y no le gustaba que le dijeran eso. Por supuesto que era un intelectual de primer orden. Antes de la Revolución sus artículos en Bohemia eran fenomenales, los que publicaba en la prensa, en otros lugares, y los que siguió publicando hasta el final. Lamento que no haya aceptado mi sugerencia, pero era un intelectual extraordinario. Fidel también era un buen lector de poesías. Incluso, a cada rato en sus discursos mencionaba poemas, y en una ocasión mencionó unos versos de Espronceda, la Canción del pirata: Y si caigo ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí. Y yo le dije después que lo oí: «Comandante, ¿y esa cita de poesía?». «Parece mentira que me lo preguntes, con la poesía se puede decir todo». Varias veces citaba poemas y recordaba muchos versos, sobre todo de cuando estudió con los jesuita
Un fragmento de las palabras de Roberto Fernández Retamar durante una entrevista concedida al historiador Elier Ramírez Cañedo y a Wilmer Rodríguez en mayo de 2019.
Tomado de Cubadebate