Abril, 2024.- Bestiarium, Jardín, Un verano en Tenerife y Fe de vida son algunas de las obras creadas por Dulce María Loynaz y Muñoz, la más grande escritora cubana del siglo XX, cuyo talento la convirtió en galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1987, y mereció, además, el Premio Miguel de Cervantes en el año 1992.
Nacida en diciembre de 1902 y de estirpe mambisa, con 24 años se guardó de Derecho Civil en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció hasta 1961, siempre vinculada a asuntos de familia; fue, también, periodista, labor que le fue recompensada con el Premio Isabel la Católica, obtenido en 1991 por el conjunto de artículos sobre este personaje titulado El último rosario de una reina, publicados en el diario español ABC.
Reconocida como una poeta esencial de la lírica cubana y en una actitud que siempre mantuvo hasta el fin de sus días Dulce María Loynaz convirtió su casa en centro de la vida cultural habanera, en las más afamadas tertulias literarias cubanas desde aquellas organizadas en el Siglo XIX por Domingo del Monte, donde acogió a gran parte de la intelectualidad del momento.
Asistieron a las tertulias juevinas los Premios Nobel de Literatura, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez; y junto a ellos, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Rafael Marquina, Carmen Conde, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta y Angélica Busquet, entre otros muchos intelectuales y artistas.
En 1951 la nombran miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba, Hija Adoptiva por el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz (Canarias) e ingresa en la Academia Cubana de la Lengua, de la que es nombrada en ese momento presidenta Honoraria y Perpetua, y nueve años más tarde, en la Real Academia de la Lengua Española.
Apasionada por la vida y cualquier acto de amor que magnetice su corazón, no existió mayor urgencia para esta mujer de letras que poner su inspiración en favor de la poesía y su verdad; la maestría en el manejo del castellano, decantación del lenguaje, poder de síntesis, claridad, sencillez y sobriedad en la expresión lírica caracterizan las creaciones de Dulce María Loynaz y Muñoz, excelsa poeta cubana que al morir el 27 de abril de 1997 legó a las actuales generaciones una obra digna de consumirla hasta la saciedad.
