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Kurt Cobain, recuerdos de una estrella del rock de la generación X

Nueva York, 5 abr.- La estrella estadounidense del rock líder de Nirvana, Kurt Cobain, revolucionó esa música en los años 90, convirtiéndose en un ícono de la generación X, motivo por el que hoy es recordado a 30 años de su muerte.

El intérprete (1967-1994) y su banda dejaron una marca entre los jóvenes de esa década, y en la historia de la música contemporánea. Muchos catalogan a Cobain como un «poeta maldito», elemento notable en sus composiciones.

Un repaso por sus influencias literarias permite esbozar el perfil de un artista sensible como Cobain, la voz inconforme de la generación X.

Al decir de expertos, aficionados o estudiosos de su música, no hubo en los últimos años una sola banda que produjera un impacto semejante como lo hizo Nirvana.

Tras el disco Nevermind nada quedó en la escena del rock de su región que predominara por esos años.

Cobain representa un héroe idealizado que alzó su voz contra las estructuras anquilosadas de la sociedad, alteró el orden establecido en la década del 80-, tan rica en materia musical, y ante esa especie de decaimiento, Nirvana llegó con tres chicos del noroeste, desaliñados y apenas una aceptable ejecución de sus instrumentos.

Ellos dieron vuelta al panorama anterior con una música violenta nacida desde la ira y la angustia, mezclada con punk, heavy metal y un hastío existencial.

Desde adolescente el líder de Nirvana fue un lector voraz. Consideraba a su escritor favorito, William Burroughs, un ejemplo del artista reconocido, estoico ante la demanda del mercado.

Algunas de sus entrevistas nombran las obras El almuerzo desnudo y Queer como dos de sus libros de cabecera. Siendo adulto Cobian lo conoció personalmente y cuando el literato fue consultado a raíz de la muerte del músico afirmó: «ese pobre muchacho ya estaba muerto en vida».

Es válido recordar que el mencionado escritor fue igual un héroe para Ian Curtis, de Joy Division, otra luminaria crucial para la música, quien terminó también con su propia vida.

De otro del género beat -subgénero pop rock del Reino Unido de 1960-, refiriéndonos al novelista estadounidense Jack Kerouac, el líder de Nirvana destacaba en su obra En el camino, los viajes que el autor hacía junto a sus amigos a través de Estados Unidos. Antes de esa y otras lecturas del mismo escritor el universo de Cobain se desmoronó.

La novela La senda del perdedor, de Charles Bukowski, era de sus preferidas, pero pudo identificarse con el personaje de la obra, muy cruda para un Cobain sensible y sin rumbo.

Situaciones familiares lo marcaron hasta llegar a las drogas, entrar en delitos menores y escuchar a Black Sabbath; en tres discos de Nirvana, Cobain volcó su desacuerdo con el mundo.

La placa Bleach exterioriza la influencia de la lectura del Manifiesto SCUM, un escrito feminista radical; en ese álbum fue contra las actitudes conservadoras de su pueblo natal.

Nevermind representa el disco crítico al capitalismo más salvaje (lo ilustra la reconocida tapa: un bebé detrás de un dólar); este disco fue en su vida la adrenalina para la fama instantánea, punto que lo convirtió en una estrella.

Sin embargo, con dolor Cobain casi estaba destinado -y obligado- a entender que los fanáticos lo iban a «devorar» hasta desaparecer debido, precisamente, a la sociedad.

Ya en el tercer y último disco In Utero, Nirvana desbordó el sonido denso de sus inicios con un arte visual mucho más visceral que el anterior.

Un collage de su autoría muestra un cuerpo humano transparente con alas de ángel, fetos de plástico, intestinos y órganos, flores y hasta el caparazón de una tortuga.

Sus diarios en esos años sacaron a flote el fantasma de adicción a la heroína, sustancia que comenzó a hundirlo en un sopor maternal, casi uterino.

Hace 30 años Cobain decidió dejar este mundo; hundido en una depresión profunda, sentía desprecio por sí mismo al haberse convertido en una pieza más de la maquinaria capitalista.

Intentó suicidarse con pastillas, sus úlceras estomacales casi abortaron sus conciertos en Roma y a finales de marzo de 1994 escapó de rehabilitación.

Quizás todo ello lo condujo al momento culminante; apretó el gatillo de la escopeta Remington y bastó esa ráfaga para ser parte del club de los 27: «Vive rápido, muere joven». Su cadáver fue encontrado tres días después junto a una nota, y la poesía inconforme por fin tuvo voz y sentido crítico.

Tal vez también para Cobain, el nirvana fue ese estado en el que se imbuyó para sentir felicidad plena, con olvido o ignorancia de la realidad (basándonos en el significado de la expresión), pero canalizado al pie de la letra por el artista.

Tomado de Prensa Latina

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