Florida, 4 abr.- El 4 de abril de 1871 fue fusilado Leopoldo Díaz de Villegas, hijo de Juan Díaz de Villegas, jefe del Departamento Militar de Las Villas y teniente del Ejército Libertador, quien, delatado por un traidor, se encontraba prisionero de los españolas, que, al conocer la identidad del joven pretendieron de él que denunciara la situación de las tropas mambisas.
Su ejecución demoró varios días, pues, además de las gestiones de los vecinos para salvarlo, las autoridades españolas pidieron al papá que depusiera las armas a cambio de su vida y a Leopoldo que le escribiera una carta a su progenitor para que abandonara la lucha, a lo que el prisionero se negó resueltamente expresando “No soy hijo que entrega a su padre al deshonor. Mi apellido no se mancha así”.
Su padre, el general insurrecto Juan Días de Villegas, a quien le prometieron respetar la vida del prisionero a cambio de renunciar a la lucha por la independencia, exclamó indignado “¡Mi hijo juró vencer o morir! ¡Morir por la Patria es su gloria!, y junto a la división Cienfuegos del Ejército Libertador organizó el ataque y aniquilamiento de los voluntarios que trabajaban para el Conde Balmaseda.
Como respuesta a la valiente actitud de padre e hijo los españoles dieron la orden de fusilamiento, ejecutada en horas de la mañana del 4 de abril de 1871 bajo un árbol en áreas de la playa de Marsillán; ese día la mayoría de las familias abandonaron el pueblo y las casas permanecieron cerradas, en silenciosa protesta por el crimen cometido.
La actitud de Leopoldo Díaz de Villegas, de solo 20 años, y de su padre, poniendo el amor a la libertad de la Patria por encima de su vida, constituyen ejemplos que fructifican en la juventud cubana continuadora de esos ideales.
