Fidel Castro: “Esta generación aprendió de aquellos héroes” (+Fotos)

Fidel Castro: “Esta generación aprendió de aquellos héroes”

Fidel Castro Ruz preside el acto conmemorativo por el II Aniversario del ataque al Palacio Presidencial, 13 de marzo de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Al cumplirse 65 años del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el Segundo Aniversario del Ataque al Palacio Presidencial y en el Estadio Universitario, el 13 de marzo de 1959. Cubadebate y el sitio Fidel Soldado de las Ideas comparte con sus lectores fragmentos de aquella trascendental alocusión.

El 13 de marzo como el 26 de julio, para mí no serán jamás días de luto, serán días de fiesta (APLAUSOS).

Se dijo que un día de duelo oficial.  Eso no quiso decir de tristeza oficial, eso quiso decir que se iba a recordar aquel día, que iban a recesar las actividades, y que sencillamente el Gobierno Revolucionario, representando a la nación, recordaría ese día a los caídos.

La razón principal por la que no puede llamarse luto, es precisamente porque esos compañeros no cayeron en vano, porque aquellas muertes no fueron inútiles, porque de aquellos sacrificios la patria ha empezado a recibir ya sus primeros frutos.  El luto ese día no lo sembraron los revolucionarios.  Los que cayeron combatiendo cayeron gloriosamente; los que cayeron combatiendo, los que murieron peleando frente a frente, esos no fueron asesinados: murieron peleando.  El luto ese día lo sembraron los esbirros, los criminales de guerra, asesinando después del combate a los heridos que recogieron en la calle, a los heridos que encontraron en los hospitales (APLAUSOS).

(…) Que no se vayan a pensar que somos un país de poca memoria, porque esta vez vamos a tener ni más ni menos que toda la memoria necesaria.  Que no somos hombres de odio, que no somos hombres de rencor, que no somos hombres que nos ensañemos en el poder contra nadie está más que demostrado; pero que no empiecen tan temprano a estar hostigando a la Revolución, que no empiecen tan temprano a mostrar las uñas, ya que la “guataca” no les sirve de nada, porque vamos a tener que ser entonces un pueblo de mucha memoria y vamos a tener que recordar más de tres o cuatro cosas aquí (APLAUSOS).

Y lo digo porque ahora tenemos una serie de adhesiones, que más valiera que nos la hubieran expresado en tiempos atrás, que más valiera que nos la hubieran expresado cuando estábamos en la Sierra Maestra, en el Escambray o en los campos de lucha, y no después que llegamos a La Habana, tranquilamente, cuando ya el tirano se había ido.

(…) Les voy a explicar una cosa que el pueblo debe tener muy presente.  Para mantenernos explotados y para mantenernos oprimidos nos mantuvieron siempre en la ignorancia.  ¿Por qué?  Porque un pueblo bruto, un pueblo mantenido en la ignorancia, un pueblo inculto, es un pueblo víctima de todos los abusos, de todas las injusticias y de todos los engaños.

¿Saben ustedes lo que pasa aquí cuando se habla de una ley revolucionaria?  Pues que a la carrera los intereses creados van a los periódicos, o van a las estaciones de radio, o a las estaciones de televisión a hablar.  ¿A hablar para qué?  A hablar para tupir a la gente, a hablar para confundir a la gente, a hablar para engañar a la gente.  Si no, ¿a quién le hablan, a quién, para quién hablan y por qué hablan?  Le hablan al pueblo para confundir al pueblo y para que el pueblo teja soga para su propio pescuezo.  Eso es lo que ha estado haciendo el pueblo aquí.  Lo han obligado a estar tejiendo soga para su propio pescuezo.  Le escriben una serie de teorías económicas, que son las teorías de los intereses creados para tener al pueblo en la ignorancia.  Por eso al pueblo hay que hablarle de estas cuestiones económicas, y bien claro para que las entienda, para que no lo tupan con esos editoriales que parecen todos escritos en el mismo molde, que parecen como si todos los escribiera una misma mano, para que cuando el pueblo lea por la mañana, esté tupido al mediodía, para que el pueblo lea por la mañana, y al mediodía esté tupido, al otro día vuelva a leer y esté más tupido todavía, al otro día vuelva a leer y esté más tupido y termine diciendo:  esto se hunde, esto es arruina; para que termine diciendo lo mismo que dicen ellos.  ¿Comprenden bien?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”)

(…) Ahora la Revolución necesita todas las facilidades para hacer las leyes, ahora la Revolución necesita los poderes con que cuenta; pero cuando la Revolución esté hecha, cuando esté encarrilada sobre bases firmes, entonces tenemos que normalizar la vida del país, porque después que hagamos una ley nueva, después que hagamos un Derecho nuevo.

Con nuestro ejemplo ayudaremos a otros pueblos

Fidel Castro Ruz preside el acto conmemorativo por el II Aniversario del ataque al Palacio Presidencial, 13 de marzo de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas

(…) Y con nuestro ejemplo ayudaremos a otros pueblos, porque ya Cuba hoy es la fuente revolucionaria hacia donde empiezan a mirar nuestros hermanos de América.  Cuba es el ejemplo.  Ya Cuba no es como la veían bajo la tiranía, ya a Cuba no la miran con lástima, la miran con admiración, la miran con admiración y simpatía.  Y del país que era antes, del país oprimido, del país visto con pena y con lástima, es el país que se mira y se llena de elogios, se mira con admiración, se mira como ejemplo a imitar por los demás pueblos de América y del mundo.  Lo que hacemos aquí no lo hacemos solo por nosotros.  Nuestro triunfo lo desean y lo necesitan otros pueblos, porque si fracasamos la fe de los pueblos recibirá un duro golpe.  Si triunfamos, si continuamos avanzando, si nuestras instituciones son un modelo, si otros pueblos del mundo siguen mirándonos a nosotros, siguen viendo nuestro triunfo, Cuba estará sirviéndose no solo a sí misma, sino estará sirviendo a otros pueblos del mundo, estará sirviendo a la humanidad.  No será ya el sentimiento egoísta de servirse a sí misma, sino de servir a los demás y sirviéndonos hoy a nosotros mismos, estamos sirviendo a nuestros hermanos del continente (APLAUSOS).

Yo recuerdo que, en medio de aquella alegría general del primero de enero, un sentimiento contradictorio, de tristeza, me embargó aquella mañana.  Y no era precisamente porque el señor Cantillo se hubiese instalado en Columbia y hubiese designado a un señor, que ya nadie se acuerda cómo se llama, en la Presidencia de la República, porque nosotros sabíamos que iba a durar lo que un merengue en la puerta de un colegio (APLAUSOS).

La tristeza era por otra cosa.  Yo pensaba que la lucha había sido dura, y costosa.  Constantemente nos invadía la preocupación de pensar cuántos hombres probados, cuántos oficiales distinguidos del Ejército Rebelde tendrían que caer todavía.  Y esa idea era lo que más nos hacía desear el fin de la guerra.  Pero también pensábamos que la lucha había sido una escuela extraordinaria, que había sido una fragua de caracteres y de hombres; que aquella lucha dura había servido para ir dejando en el camino a los débiles, a los mediocres, a los incapaces.  ¡Los buenos habían sabido resistir!

Y no importaba que algunos de nuestros compañeros físicamente no fuesen hombres fuertes; no importó que alguno, como Ernesto Guevara (APLAUSOS), padeciese de asma, y se ahogase en el camino y hubiese de andar constantemente con un aparato para ayudarle a respirar.  Eso no importaba, eran hombres fuertes, eran hombres de carácter; no había montaña lo suficientemente alta para ellos, no había sacrificio lo suficientemente grande que no fuesen capaces de resistirlo, por su voluntad de acero; y recuerdo también hombres fuertes que al tercer día se acordaban de su casa, se acordaban de sus hijos, se acordaban de su familia, y se acordaban de las comodidades del llano, y viraban para atrás (APLAUSOS).  Qué tiempos aquellos:  ¡de cada 10 se quedaba uno, y a veces ninguno!  (RISAS.)  Iban a las montañas porque oían fábulas en el llano, y hasta oían decir que teníamos unas cuevas llenas de comida (RISAS), y que teníamos no se sabe cuántos hombres y cuántos fusiles, y pensaban que aquello era un paseo, y salían los hombres de la ciudad y hasta del campo, y cuando llegaban allí y veían “cuatro gatos” que no tenían ni treinta balas por cabeza, que comían un día sí y tres no, que los sorprendía la lluvia y no tenían ni una capa, y tenían que dormir sobre el suelo mojado, que se recostaban en la falda de una loma y se despertaban tres o cuatro metros más para abajo; cuando todavía no habíamos descubierto ni las hamacas, bien que me acuerdo que aquellos que llegaban con la cabeza llena de ideas falsas, regresaban rápidamente para el llano (DEL PUBLICO LE DICEN:  “¡Pero quedaron los buenos!”).  Fueron apareciendo los buenos, fue apareciendo ese uno de cada diez.  Y claro, al final ya había carne, había hamaca, había nylon, había comida, había malanga (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), y entonces no desertaba nadie.

Desde luego que eso no se puede atribuir exclusivamente a las dificultades físicas, sería un error.  También faltaba conciencia revolucionaria, también faltaba fe, también faltaba la confianza en el triunfo, que da mucha fuerza, da mucho ánimo y da mucha entereza.  Y cuando hay confianza, cuando hay fe, cuando hay entusiasmo, se resisten mejor las dificultades físicas. 

(…) Precisamente en días como hoy, en que se habla de los mártires, en que se habla de los muertos gloriosos, en que se recuerda a los que todo lo dieron, en que se homenajea a los que quedaron en la mitad del camino, debe ser la ocasión para fustigar con látigo de acero a los simuladores, a los farsantes, a los oportunistas, a los arribistas, a los descarados (APLAUSOS); a los que, incapaces de sacrificarse en la hora del sacrificio, quieren venir de descarados a llevarse las glorias en las horas de triunfo (APLAUSOS).

Todas las universidades tienen que ser en el futuro forjadoras de talentos

(…) Era triste ver cómo, mientras aquí todo se reformaba, mientras todas las instituciones se transformaban, cuando el espíritu revolucionario penetraba en todos los sectores del país, cuando todo iba a renacer enteramente nuevo, la universidad se estancaba durante semanas, en una crisis que no acababa de superarse; que la universidad, centro y eje de las luchas revolucionarias; que la universidad, cantera de tantos mártires; que la universidad, nervio y corazón de la patria; que la universidad, cerebro de la patria; que la universidad, forja de los hombres que necesitará la Cuba de mañana, la Cuba que no ha de adolecer de estas lagunas que adolece hoy, de estas deficiencias que adolece hoy, de esta falta de hombres competentes y capaces que adolece hoy (APLAUSOS); que la universidad no alcanzase también los extraordinarios beneficios que la Revolución pueda aportarle.  La universidad, porque nos interesa como ninguna otra institución, una universidad que no sea una fábrica de profesionales, que no salgan los abogados en serie, como los bonos del Instituto de Ahorro y Viviendas; de la universidad que se orienta en las necesidades del país, y no en los caprichos individuales; de la universidad que investigue cuántos médicos necesitamos, cuántos ingenieros, cuántos arquitectos, cuántos técnicos, cuántos necesitamos de más y cuántos abogados necesitamos de menos, para que ajuste esa forja de profesionales a las necesidades del país, que hasta ahora ha sido una producción anárquica y por la libre de profesionales, en una buena parte profesionales reaccionarios.

Y les voy a explicar por qué.  Porque en esa universidad se cobraba la misma matrícula al hijo del millonario que al hijo del zapatero, y entonces los que más podían estudiar en la universidad no eran los hijos de los zapateros, sino los hijos de los millonarios (APLAUSOS).  Resultado: que viene una Revolución, y se encuentra usted una buena cantidad de abogados reaccionarios, y se encuentra usted una buena cantidad de arquitectos reaccionarios.  Es verdad que hay muchos abogados revolucionarios, pero que precisamente no tienen la menor oportunidad, porque los abogados monopolistas de los grandes bufetes, defensores de los grandes trusts, de los grandes monopolios, de los grandes intereses, les tienen cerradas las puertas al trabajo donde puedan librar su sustento, no voy a decir que muy honradamente, porque cuando hay que defender a un malversador o a un magnate de esos, no se libra el sustento honradamente (APLAUSOS).

(…) Pero es lógico que de una universidad donde no hay facilidades para el hombre pobre, porque ya puede cualquier joven tener un talento extraordinario, que si no tiene para la matrícula no puede ser jamás un profesional; una universidad donde no se brinden esas facilidades, las profesiones tiende a adquirirlas un sector social, que suele ser el sector social dominante en lo económico, en lo político y en todos los órdenes.  Y que nuestra universidad haya estado preparando magníficos talentos, ¡magníficos talentos de la reacción!  ¡Que nuestra universidad, que la pagan los obreros, que la paga el pueblo, haya estado armando de inteligencia a los enemigos de los intereses del pueblo!  (APLAUSOS.)

Por tanto, esta universidad y todas las universidades tienen que ser en el futuro forjadoras de talentos para el pueblo, forjadoras de talentos para la nación, y que en ningún sentido se cobre la misma matrícula a los pobres y a los ricos (APLAUSOS).

Una universidad donde las cátedras no sean vitalicias, porque las cátedras vitalicias, como todo lo vitalicio, está contra la cultura y está contra la superación de las instituciones (APLAUSOS).  Una universidad donde para mantener sus cargos de catedráticos, tienen que estar constantemente superándose, constantemente aprendiendo (APLAUSOS); una universidad sin botelleros, una universidad sin profesores inmorales, una universidad donde todo lo que huela a batistiano sea expulsado (APLAUSOS).  Una universidad organizada en lo académico, tomando en cuenta los criterios de los hombres expertos en cuestiones universitarias, pero universidades modernas, no universidades tricentenarias (APLAUSOS).

Que se convoque a un fórum en Cuba sobre reforma universitaria, que a ese fórum asistan las mejores inteligencias de América en el orden académico (APLAUSOS), para darle a la mejor Revolución de América la mejor universidad de América también (APLAUSOS).  Y sobre esas condiciones, el Gobierno Revolucionario está dispuesto a gastar lo que sea necesario, el Gobierno Revolucionario está dispuesto y decidido a no escatimar un solo centavo en el centro que ha de tender a crear las inteligencias, a forjar y a preparar las inteligencias que en todos los órdenes necesita la patria que queremos hacer (APLAUSOS).

Porque si queremos ponernos a la altura de los demás pueblos del mundo, en todos los órdenes tenemos que tener hombres que sepan, tenemos que tener hombres capaces, tenemos que tener hombres preparados; que la universidad sea nuestro centro de investigación científica; que el industrial, el gobernante pueda ir allí a pedirles colaboración a los laboratorios universitarios, para que ayuden al progreso técnico, además del progreso cultural de la nación; para que nos ayuden a producir más y para que nos ayuden a producir mejor; para que nos ayuden a situar la patria entre los países más adelantados del mundo, con profesionales producidos aquí, que hay materia prima de sobra, materia abundante y materia buena, y no tengamos que estar como estamos hoy, que cada vez que necesitamos un técnico para algo tenemos que mandarlo a buscar a Holanda, a Japón y a otros países del mundo (APLAUSOS).

Por los servicios que las universidades pueden prestar al país, el pueblo de Cuba pagaría gustoso los sueldos y los presupuestos que fuesen necesarios, y además, que los servicios para quien tiene dinero, los pague; a quien le sobra el dinero, que en vez de gastárselo en viajes a Francia, se los gaste pagándoles la matrícula a sus hijos en la universidad (APLAUSOS).

¡A preparar los hombres que necesita la República!  Esa debe ser la principal tarea, ese es el mejor premio a los estudiantes.  No solamente una patria limpia, no solamente una patria libre, no solamente una patria revolucionaria, sino también una universidad limpia, una universidad libre, una universidad revolucionaria (APLAUSOS).

Tenemos que conquistar para la universidad lo mismo que estamos conquistando para la república.  Y tan pronto la depuración se haga, tan pronto la reforma universitaria se esté discutiendo, el Gobierno Revolucionario fundará la ciudad universitaria (APLAUSOS), que llevará el nombre de José Antonio Echeverría (APLAUSOS), y en donde habrá un rincón para cada uno de los mártires universitarios, para cada uno de los que han caído en la larga lucha por el porvenir y la felicidad de la patria, desde los estudiantes de 1871, hasta el último estudiante asesinado por Batista (APLAUSOS).  Esa universidad tiene que ser modelo de universidades; esa universidad tiene que estar a la altura de la obra que estamos realizando; en esa universidad queremos reunirnos los años venideros; en esa universidad queremos ver reunidos a los buenos todos los años, porque si la obra es buena, si la obra es grande, la fe no puede decaer, el entusiasmo no puede decaer.

Recuerdo con tristeza conmemoraciones pasadas, y aquí a las conmemoraciones les faltaba el calor del pueblo.  Era como si para el pueblo careciese de sentido los sacrificios pasados, era como si para el pueblo la fe hubiese muerto, era como si el pueblo no creyera que valiera la pena siquiera molestarse a dedicar un minuto de recordación a un Mella, a un Trejo, a un Guiteras (APLAUSOS), porque tenía la sensación de que aquí todo era inútil, tenía la sensación de que la larga cadena de frustraciones en toda su historia haría imposible que jamás la nación arribara a un día venturoso de verdadero triunfo; tenía el pueblo la sensación de que esa meta con la cual han estado soñando todos los cubanos ilustres, todos los verdaderos patriotas, no se habría de alcanzar nunca, que era como una quimera, un imposible, un sueño irrealizable.  Y por eso el pueblo si apenas recordaba a sus muertos, era aquello el fruto de la frustración, era la pérdida de la fe.

He visto hoy extraordinarias manifestaciones de fervor patriótico; he visto tres concentraciones multitudinarias: en Cárdenas, en la escalinata universitaria, frente al Palacio Presidencial, y esta noche aquí, y no hacía más que pensar si en los años venideros el pueblo continuará viniendo a estos actos (APLAUSOS), o si en los años venideros el pueblo se olvidará de sus muertos queridos (EXCLAMACIONES DE:  “¡Nunca!”).

Tengo fe absoluta en el fervor y en el idealismo que guía a esta generación

De izquierda a derecha, Popi Corpión, José Antonio Echeverría, Fidel Castro, René Anillo y Rafael del Pino durante la primera visita de José Antonio Echeverría a México donde redactan y firman «La Carta de México», 29 de agosto de 1956. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado/Sitio Fidel Soldado de las Ideas.

Por nosotros no será jamás la culpa.  Nosotros podremos venir aquí siempre, nosotros seremos leales siempre a la memoria de nuestros muertos (APLAUSOS); nosotros sabremos cumplir con el deber, o caer en el cumplimiento del deber; nosotros podremos venir aquí, tengo la más completa seguridad, por grandes que sean los obstáculos que se nos pongan delante.  Tengo fe absoluta en el fervor y en el idealismo que guía a esta generación.

Dije aquí nuestras deficiencias, pero debo decir también las virtudes de esta generación, las virtudes extraordinarias de esta generación.  Esta generación es la generación a la que nadie le dio un buen ejemplo, esta generación es la que creció y se educó en las contradicciones de que les hablaba antes; esta generación es la que vio el mal ejemplo por doquier, a la que nadie le enseñó nada bueno, y, sin embargo, esta generación sacó de sí misma todas las virtudes, sacó de sí misma todo el idealismo, sacó de sí misma todo el valor que era necesario para librar esta batalla que salvó a la patria de la ruina y de la muerte (APLAUSOS).

Esta generación si de alguien aprendió fue de nuestros próceres gloriosos, si de alguien aprendió fue de los héroes de la patria, porque en medio de las contradicciones en que vivíamos, en medio de las monstruosas contradicciones en que se nos educaba, esta generación supo beber en la fuente de nuestra historia, en el heroísmo de los Ignacio Agramonte, de los Antonio Maceo, de los José Martí (APLAUSOS).

Esta generación que rindió tributo en las tumbas de los estudiantes caídos; todos nosotros, que de la universidad procedemos, que de la universidad sacamos la idea revolucionaria que injertamos en el corazón de nuestros campesinos, con los cuales hicimos la Revolución (APLAUSOS).  Esta generación, pese al mal ejemplo, pese a los propios familiares que aconsejaban mal, esta generación, pese a la indiferencia de la nación hacia sus muertos, esta generación aprendió de aquellos héroes, y de sí misma sacó el idealismo y sacó las virtudes, y sacó la esperanza en un mar de descreimiento, en un mar de desaliento, y de ese mar ha sacado a flote la patria (APLAUSOS).

Esta generación es, pues, la mejor generación que ha tenido la patria, porque como ninguna creció en medio de la negación y en medio de los peores ejemplos; surgió de una universidad que no enseñaba nada, surgió de unos institutos y de unas escuelas que no enseñaban nada, y esta generación tendrá que enseñar a la universidad que no la enseñó, tendrá que enseñar a las instituciones que no la enseñaron a ella, tendrá que hacerlo todo nuevo.  Y es, pues, la mejor generación que la patria ha tenido, más no, sin embargo, mejor que las generaciones venideras, las generaciones que van a tener otro ejemplo, las generaciones que se van a nutrir no solo en la leyenda de 1868 y de 1895, sino también en la leyenda de esta guerra heroica, tan heroica como las anteriores (APLAUSOS); que se va a nutrir no solo de los ejemplos de Agramonte, de Maceo, de Martí, sino también de los ejemplos de los Frank País, de los José Antonio Echeverría, de los Fructuoso Rodríguez, y de todos los otros (APLAUSOS).

Esa generación que tendrá el ejemplo de gobiernos buenos, de hombres leales, de patriotas enteros que no se humillarán ante nada ni ante nadie, esa generación es la generación con que soñamos nosotros, es la generación donde —como decía el poeta, en los versos que fueron aquí declamados— “crecerán los niños que serán como imágenes de los hombres que han caído”; los niños que serán como “manzanita” (APLAUSOS), los niños que serán como Fructuoso Rodríguez, los niños que serán como Frank País, como Pepito Tey, como Joe Westbrook, como Ciro Redondo, como Abel Santamaría, como Renato Guitart y como tantos otros, cuya lista sería interminable.

¿Quieren una patria grande?  (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí, sí!”) ¿Quieren una patria extraordinariamente grande?  (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí, sí!”)  ¡Pues lo será cuando todos nuestros ciudadanos sean como José Antonio Echeverría, como Frank País, como Abel Santamaría!  (APLAUSOS).

Tomado de Cubadebate

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