Naufragio

Naufragio

Foto: Girón

Cuando mi profesor, el Dr. Ercilio Vento, hizo la promesa de pintar un cuadro para mí, me ilusioné de inmediato. No sólo fue el profesor al que seguía, casi en modo acoso entrando a sus clases de Medicina Legal desde segundo año de mi carrera de Medicina, nos une también una tragedia familiar. Fue el patólogo que atendió a mi hermana fallecida con 13 años y de una muerte, en aquel momento, inexplicable.

Vento, como le llamaba mi padre era una especie de fantasma al que se mencionaba en modo anécdota lúgubre en mi casa, cuando la nostalgia y la tristeza llenaba los ojos y el alma de mi padre. Una vez, en un pasillo de la Facultad de Ciencias Médicas, me interceptó y me dijo que tenía un parecido con una niña que había sido su paciente y yo le respondí que era la hermana de Tania Martínez, que sí, que era yo misma.

Desde aquel momento nuestra relación trascendió lo docente y profesional, y se dedicó a darle todas las respuestas a la familia de sus hipótesis. Un Síndrome de Brugada, donde el corazón estructuralmente sano “deja de funcionar” y la persona muere súbitamente.

Un caso nuevamente de muerte súbita en nuestra familia y el diagnóstico del hijo, confirmaron todo.

La primera vez que fui a su casa, me mostró, en una agenda roja, minuciosamente escrito, todos los hallazgos de la autopsia de mi hermana, fallecida en el año 1986. Escribía cada detalle, porque sabía que en algún momento tendría las respuestas. Esa primera vez, me sorprendió encontrar colgados en su sala cuadros firmados por él y me parecía increíble que una persona tan genial, habitara ese pequeño cuerpo y fuera tan cercano, que fuera un ser tan excepcional.

El profe ha sido para mí la representación de la inteligencia emocional en grado extremo. Mucho de lo que defiendo nace de sus enseñanzas. Defender los sueños, con pragmatismo, es una de ellas.

Yo quería ese día que entré a su casa, un cuadro de esos, colgados en su pared, y hoy me regala uno que escogí, y que hizo especialmente para mí. “Me gusta ese”— le dije.

Me gusta, porque me gusta el mar, y porque los naufragios, a veces, son un punto donde se une el final de una etapa con el principio de otra.

Este naufragio, pertenece, quizás al siglo XIX, una carabela que se hunde a la vista de los hombres que consiguen embarcarse en botes salvavidas. Un mar furioso que rompe contra los botes y contra el gran barco, y náufragos que ven, con nostalgia su nave, y su sustento, su forma de vivir. Le ha añadido colores reales y algunos propios, me ha explicado lo difícil que es trabajar el blanco, y el pincel que debe usar para pintar cada ola, que van en diferentes posiciones, víctimas de la tempestad.

Aquí está un sueño, que pondré cerca del título de medicina enmarcado y guajiro de la sala de mi casa, como una joya más que tiene impreso todo el dolor; pero también, toda la esperanza de los sobrevivientes de un naufragio.

Foto: Girón

Foto: Girón

Foto: Girón

Foto: Girón

Tomado de Cubadebate

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