Caracas, 12 abr.- El asedio a la Embajada de Cuba en Venezuela el 12 y 13 de abril de 2002 mostró el odio de quienes hoy mantienen el empeño, 21 años después, de acabar con ambos proyectos revolucionarios.
- Por: Juan Carlos Díaz Guerrero
Los protagonistas contrarrevolucionarios cubanos y de la derecha venezolana vieron entonces la oportunidad de utilizar el contexto del golpe de Estado en marcha contra el comandante Hugo Chávez (1954-2013) para atacar a la isla y mancillar así su ejemplo.
El supuesto refugio en la sede diplomática del vicepresidente ejecutivo del Gobierno, Diosdado Cabello, fue el pretexto utilizado por dirigentes del exilio cubano en Venezuela y seguidores de los partidos de oposición nacionales, entre otros, que arremetieron durante 36 horas contra la representación caribeña.
Sin embargo, desde el 9 de abril se armó una intensa campaña de mentiras, amplificadas por los medios de comunicación, en los que representantes de la oposición decían que de la embajada de la isla salían maletines negros muy grandes con armas, así como la presencia de agentes cubanos por todo el país.
Desde horas tempranas del 12 de abril de 2002, los apátridas y opositores comenzaron a concentrarse frente a la legación cubana que, ante la impunidad y complicidad de las autoridades policiales y administrativas del municipio Baruta, acometieron acciones violentas contra el inmueble y sus bienes.
La destrucción de los vehículos aparcados en las afuera de la embajada, el corte del agua y la luz eléctrica, la amenaza de penetrar por la fuerza y atacar el inmueble con cocteles molotov, como reveló en aquel momento el embajador Germán Sánchez Otero, fueron las agresiones de los fascistas.
El diplomático cubano contaría después que algunos de los que estaban afuera “les tocaron las puertas y les pidieron acceder a sus casas para lanzar los cocteles contra la sede y después incendiarla con gasolina, con nosotros dentro. Afortunadamente, los vecinos no cedieron”, señaló.
A los actos vandálicos se sumaron, además, las amenazas de que “tendrán que comerse las alfombras, las sillas y las mesas porque no les va a entrar comida”, los improperios contra todo el personal, incluidos mujeres y niños, y el show mediático, pues las televisoras privadas, al servicio del golpe, trasmitían el suceso.
Contaría el embajador que “esa gente había hecho de todo” y solo le faltaba entrar a la sede diplomática, donde en su interior 25 cubanos se aprestaron a defenderla “como hay que defender un pedazo del territorio de un país agredido, con todo lo que pudiéramos”, afirmó.
Cuando se consumaron dos décadas de aquel acoso, el presidente Nicolás Maduro reconoció en Twitter “la valentía y la dignidad de las y los funcionarios” que resistieron el criminal asedio contra la Embajada de Cuba.
El mandatario manifestó que fue un acto fascista, ejecutado por la derecha apátrida, que atentó contra el derecho internacional. ¡El pueblo venezolano tiene memoria!, afirmó.
Al cumplirse este miércoles 21 años del cerco contra la sede diplomática de la nación caribeña, lo que pretendieron aquellas hordas fascistas no solo fracasó en el intento de sacar a Chávez del poder, sino también en romper los vínculos entre dos pueblos que con la Revolución bolivariana se transformó en hermandad.
Y es que 18 meses antes de la intentona golpista, el líder bolivariano y Fidel Castro habían rubricado el Convenio Integral de Cooperación Cuba–Venezuela, el cual estableció los principios de complementariedad, hermandad, solidaridad y humanismo que rigen hoy entre las dos naciones.
Documento del que dijo el presidente Nicolás Maduro el pasado año, “los resultados son visibles, y aún con los ataques del imperio, seguimos adelante. ¡Nosotros Venceremos!”, afirmó.
omado de Prensa Latina