Florida, 1ro abr.- Los resultados, la inteligencia y los retos del presente ya lo advertían y el propio presidente de la República lo reiteró: la victoria electoral del 26 de marzo hay que celebrarla, pero sobre todo hay que corresponder a la enorme confianza depositada por el pueblo en el Sistema Político cubano y su Revolución.
Y es que esa respuesta más visible exige eficacia en la solución de las necesidades y demandas populares, mayor compromiso administrativo y un vínculo superior del gobierno con la base, sin esquemas o eufemismos, sin intermediarios perpetuos, y con las iniciativas y el oído ligados a la realidad y las inquietudes del barrio y las comunidades.
Dirigentes políticos, jefes de organismos, administradores de entidades y de recursos, gobernantes de niveles intermedios, diputados electos por el pueblo y otros decisores están obligados, hoy más que nunca, a marcar en su frente y en su actuación diaria, las palabras sagradas del Apóstol de la independencia cubana José Martí cuando expresó:
…“El gobierno es un encargo popular; lo da el pueblo; a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas suyas”.
José Martí
Y agregó el Cubano Mayor que: “Quien intenta gobernar, hágase digno del gobierno, porque si, ya con él, se le van las riendas de la mano, o de no saber qué hacer con ellas, enloquece, y las sacude como látigos sobre las espaldas de los gobernados, de fijo que se las arrebatan, y muy justamente, y se queda sin ellas por siglos enteros”.
Con más del 75% de respaldo en las urnas, los cubanos decidieron mantener las riendas del país en manos de la Revolución, y esa determinación convertida en victoria demanda respeto de afuera, pero también de adentro.