Después de las 9 y 40 de la noche de aquel 15 de febrero de 1898, surgieron muchas hipótesis en torno a la voladura del Maine. Muy pronto los Estados Unidos culparon a España alegando la posibilidad de una mina submarina como causa del desastre. En tanto, los españoles afirmaban que se trataba de una autoagresión yanqui en busca de un pretexto de intervención.
Ambas naciones crearon comisiones para investigar lo sucedido, no obstante, ninguna pudo demostrar culpabilidad de su contario en el siniestro, así lo reconoció el presidente norteamericano McKinley en mensaje al Congreso de su país. Sin embargo, Washington exigió a la corona ibérica renunciar a Cuba, lo que unido a los alaridos de su prensa sensacionalista: «¡Remember the Maine, to Hell with Spain!» («¡Recordad el Maine, al infierno con España!»), precipitó el conflicto hispano-cubano-norteamericano.
Cuentan que el eslogan de los partidarios de la guerra se empleó hasta la saciedad, en vajilla, jarras, medallas, monedas, sellos, carteles, canciones, cocteles. Hasta que aquellas mentiras contadas bajo títulos y gráficas amarillistas manipularon a muchos, incluso a los amigos de Cuba en la Tierra del Tío Sam.
Portada sensacionalista del diario estadounidense The World, correspondiente al 17 de febrero de 1898.
A criterio del eterno Historiador de La Ciudad, Eusebio Leal Spengler, quedaron eclipsados ante la precipitación de los acontecimientos y la buena voluntad de la declaración de ambas cámaras norteamericanas, de que el pueblo cubano de derecho tenía que ser libre, soberano e independiente. “Sin embargo, se abstuvieron de reconocer al gobierno revolucionario y al Ejército Libertador que luchaba por nuestra independencia”.
Por otra parte, no había consenso entre los cubanos de aquel momento acerca de la intromisión de sus vecinos en la guerra contra España. “Algunos miraban con sospecha la intervención norteamericana, pero era tal el estado en el que se encontraba el país, era tal el estancamiento de la guerra que no lograban una claridad en el tema por el agotamiento de los unos y los otros”.
Muchos miraban la intervención norteamericana como un hecho providencial, como un hecho de carácter humanitario, solía explicar sobre este tema el más leal a La Habana, y ponía como ejemplo la respuesta del General Máximo Gómez al Capitán General Ramón Blanco y Erenas, cuando este le conmina a unir las fuerzas cubanas y españolas contra los yanquis; y después una España generosa, reconocería la independencia de Cuba.
“La carta de Máximo Gómez en la cual señala que los Estados Unidos cumplen ahora un rol humanitario en la intervención, retrata un poco el espíritu y la verdad de los acontecimientos, sin que en esa respuesta no deje de ponerse de manifiesto con suspicacia, debo decirlo así, su actitud ante la probable intervención norteamericana, que ya era un hecho. ‘Si estas no fueran sus intenciones, dice, la historia los juzgará’”.
Apenas once meses después, el 8 de enero de 1899, el Generalísimo reconocía haberse equivocado en cuanto al carácter de aquella intervención.
“Tristes se han ido ellos [los españoles] y tristes hemos quedado nosotros [los cubanos], porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla (…) Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores, y no supieron endulzar la pena de los vencidos. La situación pues, que se le ha creado a este pueblo, de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada vez más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía”, escribía Gómez desde el centro de la Isla.
Monumento a las víctimas del Maine, en el malecón habanero. Desde 1961, sin el águila, pues en medio del júbilo popular, los revolucionarios derribaron el símbolo estadounidense.
La explosión del Maine devino conflicto de décadas, entre españoles y norteamericanos. “¿Qué pasó de verdad? ¿Qué ocurrió? A lo largo de los años se tejieron distintas versiones y hasta afirmaciones. El mismo Leal contaría al cumplirse el aniversario 120 del siniestro del buque de la armada norteamericana, que en 1998, Fidel Castro le pidió que hablara y contara la verdadera historia.
“Que los oficiales se encontraban en tierra y que la perfidia yanqui había colocado la bomba que había volado el Maine. No es cierto, los oficiales estaban a bordo. El Comandante pudo ser sacado de su camarote por sus asistentes y contemplar su nave en llamas y la enorme mortandad, antes de ser evacuado.
“Que a bordo de la nave venían solo negros. No es verdad, no estaba permitido entonces en la marina de los Estados Unidos y si observamos las fotografías tomadas a la tripulación, solamente algunos hombres negros ocupaban, lógicamente, los puestos peores en el infierno de los fogones del barco, pero de ninguna manera entre la marinería, ni tampoco entre la alta oficialidad.
“De lo que no caben dudas es que la explosión ocurrió. ¿Cómo se pudo conocer? ¿Cuándo se pudo conocer realmente que había pasado? (…) Cuando años después se realizó durante el gobierno del Mayor General José Miguel Gómez, la tarea de hacer una obra de ingeniería para extraer los restos del Maine y se creó una especie de piscina seca, una obra notabilísima para lograr sacar el agua del interior de aquella fundición de acero y concreto y ver los restos del buque, los daños del mar no impedían ver las cuadernas del navío y las planchas estalladas hacia afuera. Y las cuadernas dobladas dramáticamente, significando que la explosión había ocurrido dentro de la nave.
Muchos años después, el Almirante Hyman G. Rickover, experto en balística y asesor de los submarinos nucleares durante el gobierno del presidente J. F. Kennedy, publicó una importante tesis en la cual explicó y demostró que el estudio de las ruinas de aquella nave indicaba claramente que había sido una explosión de carácter interno. Ello demostraba que la explosión del Maine fue manipulada”, explicó Eusebio Leal en su alocución en el programa radial Tribuna del Historiador, el 15 de febrero de 2018.
En el sepelio a las víctimas de la explosión del buque «La Coubre» donde pronuncia por primera vez la consigna de «Patria o Muerte», el 5 de marzo de 1960. Foto: Archivo
Manipulación e intervencionismo, verdades que no volaron con el Maine, y que nuestro Comandante en Jefe tuvo siempre presente en relación al diferendo Estados Unidos-Cuba. De ahí su acertada proyección como líder revolucionario, cuando el 4 de marzo de 1960, el “buen” vecino del Norte perpetró un nuevo Maine, en la bahía habanera.
“Y en la medida en que penetrábamos en la investigación del sabotaje, llegábamos a la conclusión de que fue preparado más distante (…) Esa es la conclusión a que hemos llegado, y que no parte del capricho ni del apasionamiento; parte del análisis, parte de las evidencias, parte de las pruebas, parte de las investigaciones que hemos hecho, e incluso de los experimentos que hemos hecho para sacar primero la conclusión de que era un sabotaje y no un accidente. Y de eso tengo la seguridad de que no le queda duda a nadie; porque, ¿qué otra cosa podía esperarse?
“Todos los años se transportan en todo el mundo millones de toneladas de explosivos, y sin embargo no tenemos noticias de que exploten los barcos. En nuestro propio país, durante muchos años se han estado transportando y manipulando explosivos, y sin embargo no tenemos noticias de que se haya producido ninguna explosión de este tipo. Y que recordemos, la del Maine, cuyos misterios no los ha podido explicar nadie todavía perfectamente bien, llegó hasta a ser causa de una guerra; porque la nación a la que pertenecía aquel barco, aunque se supone que no pudo hacer allí ninguna investigación, aunque se supone que no pudo hacer lo que hemos hecho nosotros, hacer de inmediato todos los interrogatorios (…) sin embargo, llegaron a la conclusión de que había estallado por una mina externa, y sin más pruebas, ni más pruebas, ni más argumentos, por una simple suposición, llegaron hasta el acto trascendental de declararle la guerra a España.
“Nosotros no hemos tenido que abusar tanto de la imaginación, nosotros no hemos tenido que sacar conclusiones tan poco fundadas, porque más bien parece carecer de lógica imaginar a España, con aquella situación difícil que tenía y aquella lucha dura que tenía, perpetrando la voladura de un acorazado norteamericano. Eso no parecía lo más lógico; y en cambio, nosotros sí tenemos razones más que sobradas para creer que se trata de un sabotaje, y quiénes son las fuerzas internacionales que están alentando a los enemigos de nuestro pueblo y de nuestra Revolución; nosotros sí tenemos razones para pensar que había intereses esforzándose porque no recibiéramos las armas; nosotros sí tenemos razones para suponer, o razones para pensar que los que promovieron ese sabotaje no podían ser otros que los que estaban interesados en que no recibiéramos esos pertrechos.
Los interesados en que no recibiéramos esos explosivos son los enemigos de nuestra Revolución, los que no quieren que nuestro país se defienda, los que no quieren que nuestro país esté en condiciones de defender su soberanía”, declaró al mundo el líder de la naciente Revolución cubana, durante las honras fúnebres de las víctimas de la explosión del barco “La Coubre”.
Monumento erigido en el malecón habanero, en 1925, a las víctimas del Maine. Foto: Archivo Granma