La habana, 4 ene.- Conversar con Víctor es un deleite, no solo por su elocuencia y facilidad para comunicar, sino por la sensación de cercanía que produce en quienes tienen el privilegio de escucharlo por primera vez.
Un hombre que desborda humildad y sencillez a pesar de que sus logros no caben en su ser; son esas cualidades las que hacen aún más fácil admirarlo y amar su obra.
Durante el encuentro estrechando espacios que organiza la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de nuestra urbe agramontina, el público tuvo la oportunidad de conocerlo y ser partícipe de un encuentro entre amigos, como lo denominó el propio Casaus.
El actualmente director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau comentó que encontró en el periodismo las bases para formar su inclinación por la escritura y su desarrollo profesional en general.
«Mis primeras letras fueron a través del periodismo y la poesía. Era insoportablemente joven y esas ansias de búsqueda vibraban en mí constantemente», dijo Víctor.
Es fundador de El Caimán Barbudo, una generación que marcó pautas y aún mantiene su esencia. ¿Que significó para usted ser parte de su concepción?
«Significó muchísimo por la importancia histórica literaria que posee la revista».
¿Como surge su vinculación con la trova a pesar de no tener formación musical?
«A pesar de no tener una molécula musical en mi ser, he tenido la suerte de estar cerca de la música, de vivir la música en el sentido de quien trata de apropiarse de ella e insertar parte de lo que uno hace con los trovadores, por eso he promovido siempre esa unión de la poesía con la música; precisamente es a través concursos, eventos y lanzamientos de discos que se le da continuidad a esa premisa».
En cuanto al Centro Pablo de la Torriente Brau y su vinculación con el arte digital, coméntanos hasta qué punto influyó la institución en el desarrollo de esa manifestación:
“Hubo un tiempo en el que había muy poco conocimiento sobre el arte digital, en un encuentro de varios artistas cubanos y extranjeros nos llamó la atención la muestra de unos artistas boricuas que resultó ser arte digital, los invitamos a exponer en el centro y así fue como se trazó el camino en el que comenzamos a adentrarnos en esa forma artística de utilizar las tecnologías”.
Programas artísticos como A guitarra limpia y Sala Majadahonda, han caracterizado el centro, que durante los años de su funcionamiento se ha convertido en el espacio donde confluyen juventud y experiencia a favor del arte y la identidad cubana.
¿Qué motiva a Víctor y al centro a continuar apostando por el arte joven?
«Yo creo que es un mandato del propio Pablo de la Torriente Brau que hizo tanto por los jóvenes en su tiempo siendo el mismo joven y que es hoy un ejemplo para los de nuestro tiempo, con esa inspiración considero que le debemos mucho a esos que se acercaron a nuestra institución en el sentido de confiar en aquellos viejos que teníamos la idea de hacer un concurso de diseño de carteles y a partir de ahí recibimos una energía de esos artistas jóvenes que se conserva hasta hoy».
¿Que consejo le daría a esos jóvenes artistas, afiliados de la AHS, cualquier muchacho o muchacha que se encuentren buscando un espacio para dar rienda suelta a su creación?
«Más que un consejo quisiera compartir algo que por supuesto trataré de hacer cumplir en estos años y es un texto que redactó Pablo en su exilio neoyorquino, donde definió el valor que veía en la sinceridad, la honestidad y la autenticidad, de la siguiente manera:
Las cartas son para mí como el acta de nacimiento de mis pensamientos y no tengo miedo a equivocarme en política, porque solo no se equivoca el que no labora, el que no lucha.»
Como un bálsamo para el alma llegan las palabras de Víctor Casaus, incansable predicador de la figura de Pablo, amante de las artes y las distintas visiones de los nuevos creadores, alguien que sabe hacer coincidir la sabiduría del pasado con la osadía del presente y continuará siempre apostando por las maravillas que salen de esa unión.
(RCA)