La Habana, 23 dic.- Yo no soy supersticiosa, no creo en las casualidades, pero me sientan bien las buenas sorpresas. ¿A quién no? Por estas fechas se recuerdan a los maestros, los buenos, los malos, los regulares. Y claro, los memorables. En mi tiempo como estudiante tuve un puñado de cada tipo y siento un orgullo particular al decir, que tuve más de un profe memorable.
La sorpresa fue a las 3.40 de la tarde. El lugar, la parada de los ruteros que está a una cuadra del preuniversitario dónde alguna vez estudié. Debajo de una gorra roja, una voz conocida. Han pasado siete años y aunque su rostro tiene nuevas arruga, y quizás haya perdido estatura, esa voz me resultaba familiar, era el profe Norberto.
El profe tenía fama de estricto, de los que no les permitía ni media a sus estudiantes. Llegó de otro preuniversitario cuando estábamos en onceno grado y mi grupo cruzaba los dedos porque no nos tocará como profesor de historia en doce. Los ruegos de ese 11no1 no fueron escuchados, por suerte para nosotros, cosa de la que nos daríamos cuenta uno año después.
“Buenos días, soy el profe Norberto y seré su profesor de Historia de Cuba, conmigo se prepararán también para las pruebas de ingreso”. Esa fue su presentación y de ahí en adelante su trabajo habló por él.
Recuerdo como decía que al entrar en el aula y poner el asunto en la pizarra, comenzaba su misa. Para el profe esos 90 minutos eran sagrados, ni las dosificaciones, ni los papeles del departamento rompían el ritual. Solo el timbre del receso era capaz de detener aquel acto prácticamente religioso.
Con él vivimos la historia intensamente, parecía casi viva, como en una película y no es mero cliché. Vi mucho del profesor Norberto en el personaje de Manuel, interpretado por Ray Cruz en la novela cubana, Entrega.
Lo recuerdo especialmente cuando escucho hablar de la guerra de Angola. El profe fue maestro voluntario en la provincia de Uíge donde enseñaba la historia de ese país africano a adolescente de hasta 15 años.
Norberto no es solo un profe de historia, es también un héroe, de esos anónimos. Cuando estudiaba en el pedagógico fue testigo del sabotaje al círculo Le Van Tam. Él fue de los que ayudó a evacuar a los cientos de niños atrapados entre las llamas.
Todavía recuerdo aquella clase. Todavía recuerdo la cara del profe cuando nos contaba esa historia. No se me olvida su descripción de la seño que se había quedado en una esquina de su salón de clase con ocho de sus niños alrededor, todos abrazados, como una gallinita cuidando a sus pollitos.
Por esta y tantas otras anécdotas. Por esta y tantas otras formas de ver y sentir la historia Norberto es de los profes que guardo en mi memoria como memorables. Por eso, adoré la sorpresa del reencuentro.
(CubaDebate)