Claudia también salva vidas

La Habana, 12 dic.- Claudia y yo hemos compartido muchas conversaciones en WhatsApp en los últimos meses. Tenemos el encuentro cara a cara aún pendiente. Nos conocimos en un grupo de esta plataforma de mensajería: “Donantes sangre La Habana”. Allí, diariamente se solicitan donaciones para cirugías, pacientes con leucemia o de oncología, en fin, para todo el que lo necesite. Eso sí, sin ánimo de lucro y con el fin de ayudar.

Las notificaciones del grupo no dejan de sonar: constantemente se consultan dudas y las propias enfermeras del banco de sangre las responden y comparten la información sobre los requisitos y pasos para donar. Son casi 500 miembros ya. Mensajes desesperados en busca del líquido; otros, en los que la inquietud radica en no poder donar porque no se ha cumplido el tiempo establecido entre una y la otra.

Claudia y yo somos O+; ella dona desde que tiene 20, yo desde los 19. Si le preguntas cuantas ha hecho, no sabe con exactitud el número. Tampoco yo. Dice que lo hace para ayudar y no contabiliza las veces que ha ido hasta el Banco de 23 y 2. “Las enfermeras saben de memoria mi cara”, escribió el otro día. “La sangre no se me va a acabar”, me envía cuando le digo que tiene que cumplir los pasos y deben pasar cuatro meses para las mujeres, entre una donación y la otra.

No tengo dudas de que, si el cuerpo se lo permitiera, donara todas las semanas. Cada vez que publican un caso en el grupo, y es nuestra misma sangre, al momento me escribe, se lamenta, y comparte en su estado de WhatsApp toda la información para que quizás, así, aparezca la ayuda. En el fondo sabe que de esa forma también está salvando vidas.

En septiembre nos conocimos. Aun nos preguntamos si ese día nos cruzamos en el pasillo del banco de sangre. Llegué sobre la 1.30 de la tarde, casi al cerrar, y varias personas esperaban para donar su sangre a Michel, un niño de seis años con leucemia que necesitaba vivir, y todos allí, incluidos los que fueron el día antes, querían que así fuera.

Claudia reenvió el mensaje con la solicitud de sangre para Michel al grupo y le escribí para mandarle la foto del comprobante de donación. Así fue que supe que estaba ese día allí.

Dice que se equivocó cuando eligió el derecho antes que la medicina, y aunque me ha repetido esa idea en varias ocasiones, una vez me confesó que se pone audífonos y cierra los ojos cuando dona porque si ve la sangre se desmayaría. Curiosamente, me sucede igual. Quizás nos pase a todos los que donamos.

Claudia y yo hemos compartido muchas conversaciones en WhatsApp. Tenemos el encuentro cara a cara aún pendiente. Quizás sea en enero, en el Banco de 23 y 12, cuando pasaron cuatro meses y nuevamente podemos donar.

(CubaDebate)

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