Historias desde Pinar del Río: “Perdimos todo, pero estamos vivos”

La habana, 30 sep.- De la casa de José Andrés Balagaño Martínez, vecino del kilómetro 17 en la carretera de Pinar a San Juan y Martínez, en Río Seco, solo quedan par de postes en pie que sostienen la estructura de la casa, casi sin paredes ni techo.

“Tengo 53 años y he vivido varias catástrofes, pero ninguna como esta. No solo aquí, puede caminar por toda esta zona donde los desastres son igual o peores que este”, cuenta el pinareño mientras señala lo poco que quedó de su vivienda.

Sabía que el ojo del huracán pasaría por esa zona, y por experiencia está consciente de que los impactos de un fenómeno meteorológico de este tipo son mayores después de la aparente calma de la tormenta. Vive con tres hijos y su esposa Yaquelin. La mayor se negó a evacuarse porque pensaba que la estructura de la vivienda aguantaría los vientos de Ian.

“Tuvimos que salir por la madrugada y meternos debajo del bohío que tenemos detrás de la casa, pero también se derrumbó y corrimos para la de los vecinos. La fuerza del viento era tal que la lluvia no nos mojaba. Solo se sentía un chiflido. No se veía absolutamente nada”.

José Andrés tiene una vega y en el poco tiempo que llovió la creciente del río llegó hasta un punto que nunca lo había visto con la edad que tiene. “Y eso que cuando pude llegar hasta allá, el río estaba bajando, pero aún así las condiciones eran pésimas”.

No obstante, el vueltabajero agradece que el ciclón no trajera tanta lluvia. “No puedo describir lo que sentí cuando vi lo de uno destruirse. Habíamos sacado los electrodomésticos pero perdimos parte de la ropa y los colchones. Imagínate. Pero lo importante es tener salud y seguir echando pa’ lante”, asegura mientras abraza a su esposa.

Ahora José Andrés está recuperando algunas tablas y postes para poder construir un cuatro por cuatro para que su familia pueda vivir.

Juan Carlos y su esposa descansan en un colchón mojado

Juan Carlos Díaz Puentes y su esposa Arisleidys –embarazada de ocho meses– habían pasado otros ciclones en la misma casa que hoy tiene un techo remendado porque los vientos huracanados de Ian levantaron hasta la última teja.

“Es inolvidable. Aquí hemos pasado tormentas, el agua nos ha llegado hasta las rodillas, pero nunca había pasado un huracán con esta magnitud. Se llevó el portal, incluyendo las vigas de cemento. Perdimos el techo completo de la casa. Tumbó todas las matas”, cuenta el vueltabajero.

Cuando las ráfagas más fuertes comenzaron a azotar, Juan Carlos tomó a su esposa y a sus dos hijas y se evacuaron en la casa de una vecina. Antes habían llevado para otro lugar el televisor y la canastilla del bebé que viene en camino.

Desde esa casa veía la suya destruirse y al viento llevarse todo lo que con tanto sacrificio había conseguido. “Eso es terrible. Al día siguiente me prestaron 10 fibras y me puse en función de acotejar un poco porque no tenemos para dónde ir”.

A una de las hijas, Navis de 17 años, la mandó para la casa de su mamá y la otra, Nadia de 10, duerme en el piso en una pequeña colchoneta que le prestó una vecina. Mientras, Juan Carlos y Arisleidis descansan en un colchón mojado.

“Miro al lado y veo a mis hijos con vida”

“Todavía no puedo superar esto”, dice la pinareña Doraimis Morejón Torres con la voz entrecortada. Se queda callada algunos segundos, limpia las lágrimas que salen de sus ojos y con total convicción asegura: “Lo único que me consuela es que miro al lado y veo a mis hijos con vida”.

La vecina del kilómetro 89 de la Carretera Central, en Pinar del Río, describe el momento que vivió la madrugada del martes. “Aterrador, es lo único que puedo decir. Supimos que era categoría 3 cuando prácticamente estaba tocando tierra. Nunca pensamos que fuera a ser tan intenso”.

Las condiciones de su casa no eran idóneas y por eso decidieron irse desde un primer momento para la de unos vecinos. “Desde donde estábamos veíamos por la ventana cómo volaban los techos”.

Alrededor de las 7:00 a.m. cuando la calma llegó, salieron a valorar con sus propios ojos los daños que dejaba el fenómeno meteorológico. “Se había llevado en ese momento la mitad del techo de la casa. Después que salió el centro del huracán, los vientos terminaron de destruir todo el tejado”.

Doraimis vive con tres hijos (Anyileidys de 22, Juan Carlos de 11 y Robert de dos meses), y un nieto que cumplió este jueves dos años.

Juan Cabrera: “Estaba listo para auxiliar a cualquier persona”

Juan Cabrera Miranda oía el parte meteorológico por la televisión desde el primer momento. Cuando se fue el fluido eléctrico, continuó mentalmente y gracias a las informaciones de los especialistas, la trayectoria de Ian.

Estaba consciente de que iba a azotar fuerte en la provincia de Pinar del Río porque tocaría tierra en un punto cercano a La Coloma. “Esperábamos un categoría 2, casi tres, ¡pero qué va! Superó todo lo que creíamos. Me pasé la noche velando la zona porque por aquí todas son casas chiquitas y malas”, cuenta este vecino de la barriada de Montequín.

“Los vientos fueron arreciando y llegó un momento en el que no quedaba un techo en su lugar. Estuve toda la noche despierto, porque siempre me preparo para auxiliar a cualquier persona. Fue horrible, todas las fibras volaban. Definitivamente, en mis 67 años nunca había vivido un ciclón como este”.

Él, su esposa Elisa y una niña del barrio de siete años pasaron el ciclón en un baño de mampostería y placa que hay al final de la casa. La vivienda de su hija, justo al lado, sí tiene buenas condiciones y recibió a la mayoría de los vecinos. Ahora encontró unas fibras y provisionalmente remendó los huecos que dejó Ian.

La hija de mi sobrina quería ver un ciclón, pero luego se arrepintió

“Cuando los vientos más fuertes de Ian mi cuarto parecía un albergue: mi cama , la de mi sobrina y la de mi niña, las tres metidas allí. Todas mirábamos para afuera por las ventanas y dábamos gritos sin parar”, dice aún emocionada Marilay Calzada Hernández, trabajadora del hotel del Partido en Pinar del Río.

Ian le llevó a la casa de Marilay todo el techo de la terraza, “cuando pasó el ojo del ciclón, me lo levantó”, dice.

Su vivienda nada más tiene un cuarto y la cocina de placa, el resto es de zinc. Cuenta que fue triste, cuando vio que las planchas volaban. Lloraba sin parar con una niña chiquita, de cuatro años, hija de su sobrina que estaba en la casa.

De pronto, las matas cayeron encima de los techos. A sus vecinas se le derrumbaron muros, muchos techos. “A mi sobrina le llevó la casa completa. A mí, la persiana del cuarto Ian me la despegó, me mojó el colchón”.

Los muros cayeron al frente de su vivienda. Describe como un total desastre lo ocurrido en su barrio, conocido como el Polígono, en el reparto Diez de Octubre.

“Mi niña quería ver un ciclón, pero luego se arrepintió. Me dijo: ´Mima esto es terrible, parece un animal feroz´. Ninguna de las dos queremos, definitivamente, vivir otra noche como esta”.

(CubaDebate)

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