Al cierre de 2021 vivían en Cuba más mujeres que hombres. El hecho despierta curiosidad, guiños picarescos y, por supuesto, la consabida pregunta originada en las mismísimas raíces del patriarcado: ¿cuántas tocan por cada hombre? En todo caso, la estadística no pasa inadvertida, pero como en muchísimos otros asuntos los números hay que mirarlos por dentro, escudriñarlos y utilizarlos como guía para otros análisis.
Cuando cerraba el pasado año, este archipiélago registraba 11 millones 113 mil 215 personas, de las cuales más de la mitad –5 millones 600 mil 104- pertenecían al sexo femenino. Si se estudian a fondo las series demográficas de no pocas naciones del planeta, puede apreciarse fácilmente que el asunto no tiene nada de extraño. Era predecible y está relacionado con un proceso que distingue hoy a la dinámica de la población cubana: el envejecimiento.
Según un viejo axioma demográfico los hombres nacen más, pero mueren más temprano que las mujeres. Juan Carlos Alfonso Fraga, vicejefe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), ha explicado más de una vez que a nivel global suelen nacer unos 105 hombres por cada 100 mujeres, como norma genética de la madre natura.
Sin embargo, al pasar los años y subir la cuesta de los …ta, no pocas pirámides de población en el mundo muestran a grupos de mujeres que van quedando solas por obra y gracia de temeridades, guerras, catástrofes y cierta superioridad biológica que las ampara. Muchas de esas razones tienen, es evidente, un sesgo de género: ellas permanecen más en casa, sobre todo en las edades más jóvenes; se exponen menos al riesgo; por herencia cultural, suelen ser menos temerarias y participan menos en deportes o trabajos violentos, por solo citar algunos pocos ejemplos.
Si el siglo XX, a juicio de especialistas, resultó ser el de la amenaza de la sobrepoblación y los nacimientos en masa, el XXI, en cambio, va siendo el del envejecimiento. Lenta, pero aplastante, la amenaza de las canas se ciñe sobre el planeta. Incluso países con crecimientos desmesurados de población en la actualidad, vislumbran el envejecimiento al final del camino.
Se estima que la proporción de la población mundial de 65 años o más aumentará del 10 por ciento en 2022 al 16 por ciento en 2050, según el informe Perspectivas de la Población Mundial 2022, publicado por las Naciones Unidas. Para entonces, se espera que el número de personas mayores de 65 años en el mundo superará con creces el número de niñas y niños menores de 5 años, y llegará a igualar la población de menores de 12 años.
En 2015, más mujeres que hombres poblaban el planeta; ahora mismo, a mediados de 2022, esa realidad ha cambiado y la población masculina representa el 50,5 por ciento del total de habitantes del orbe que, según cálculos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), deben redondear en noviembre los 8 mil millones.
La comparación ayuda a comprender una de las alertas que el propio UNFPA levantó este julio, cuando conmemoró, como cada año, el Día Mundial de la Población: “… es momento de reflexionar y de que todos los países hagan balance e impulsen acciones, independientemente de la dirección del crecimiento de su población”.
O sea, en palabras llanas, las cuentas sin contexto no van a ayudar a encontrar las múltiples soluciones que demanda ese gran número de personas diversas que conviven hoy en el planeta. “La historia de la población es mucho más rica y con más matices de lo que una cifra por sí sola puede capturar”, insistió el UNFPA.
“Pero ello no significa que dejemos de contar. Cada país debe prever y comprender el modo en que cambia su población para lograr el mundo al que aspiramos”, agregó el organismo internacional.
Más allá de las cuentas
Siguiendo la ruta del UNFPA, ¿qué significa exactamente el hecho de que, por cada mil mujeres, en Cuba tengamos ahora mismo 984 hombres? ¿Qué edades tienen esas cubanas, dónde viven, cuáles son sus desafíos?
Una mirada a tres conjuntos de datos recientes de la población cubana, entre muchísimos posibles, nos puede dar algunas pistas para seguir investigando.
La llevada y traída superioridad numérica femenina, por ejemplo, tiene diferenciales por edad. O sea, está concentrada en las edades mayores de la vida.
Como refería el demógrafo citado al inicio de estas Letras, acá nacen más hombres –hasta los 14 años la población masculina representa el 51, 61 por ciento del total-; esta proporción suele irse equilibrando en las edades intermedias, pero luego de los 60 años las mujeres resultan el 54,05 por ciento de ese grupo de personas.
¿Cómo interpretar esos datos? Solo con ponerles algo de sentido común, una primera mirada nos dice que allí donde la población femenina es mayor habría que trazar estrategias para atender, por ejemplo, las morbilidades que más la afectan y que más tributan a las principales causas de muerte del país. En el caso de las mujeres estamos hablando, por solo poner un ejemplo, de la diabetes mellitus, la obesidad o de algunos tipos de tumores malignos, según pistas complementarias que pueden encontrarse en el Anuario Estadístico de Salud.
Pero también que en esas edades intermedias donde ellas casi alcanzan en proporción a sus congéneres se concentran esas cubanas que son mayoría entre las profesionales y técnicas, tienen alta participación del empleo estatal y cargan sobre sus hombros las cargas dobles y triples del cuidado y el trabajo no remunerado.
Cambiando la lupa, si volvemos los ojos a la población en edad laboral, la cifra más general nos muestra que, en esta isla, es mayoritariamente masculina. Ellas representan solo el 47,48 por ciento de quienes integraban ese grupo de personas al cierre de 2021. Sin embargo, en las zonas urbanas la proporción de mujeres en edad de trabajar crece hasta poco más del 48,5 por ciento, mientras que en las rurales cae hasta el 44,08 por ciento. Una interpretación posible remite a la movilidad espacial de la población. Cada vez más mujeres que hombres se mueven desde los campos cubanos hacia las zonas más urbanizadas.
Y si dirigimos los ojos hacia la fecundidad, los números nos cuentan mucho más más de lo ya conocido. Las tasas de este indicador en Cuba, ya se sabe, son bien bajas; una de las razones que se entrelaza con el comportamiento de otras variables demográficas para explicar el agudo proceso de envejecimiento.
Entre 2019 y 2021 la tasa global de fecundidad bajó desde 1,57 hasta 1,45 hijos por mujer. Sin embargo, una mirada a la estructura por edades de esa fecundidad revela que son las mujeres de entre 20 y 29 años quienes más aportan a los nacimientos en el país; pero también que toca poner miradas y acciones urgentes sobre el embarazo adolescente, pues las muchachas menores de 19 años son responsables de alrededor del 17 por ciento de la fecundidad del patio.
Investigaciones del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) corroboran esa conclusión obtenida a punta de números, A juicio de la doctora Matilde Molina Cintra, subdirectora de esa institución académica, la fecundidad adolescente se resiste al descenso y aunque en los estos dos últimos años signados por la pandemia de COVID-19, disminuyó ligeramente su nivel, ha aumentado su peso en la estructura de la fecundidad del país, con relación a otros grupos de edad y se ha “acrecentado su heterogeneidad según zonas y municipios”. Si hace 5 años los nacimientos de madres en edades tempranas mostraban una alta concentración en la región oriental del país, hoy esa realidad está cambiando y se pueden apreciar indicadores elevados en otras provincias y municipios.
Cada país debe contar con la información que requiere para satisfacer las necesidades de diversos grupos de población y garantizar que las personas puedan desarrollar su potencial pleno, recomienda el UNFPA.
En Cuba, desde mayo de 2020, la creación de Observatorios Demográficos en todas las provincias y municipios del país va poniendo miradas ajustadas a cada contexto concreto. Los números no dicen lo mismo en La Sierpe, Contramaestre o Los Palacios. Y ahora mismo, esas estructuras nacidas por resolución del Primer Ministro de la República, adscrita a los gobiernos y con asesoría técnica del CEDEM; lo están confirmando en el día a día.
A esa capacidad de comprender el modo en que cambian las poblaciones para diseñar políticas sociales y respuestas ajustadas a cada contexto, el UNFPA le llama resiliencia demográfica. Y está directamente relacionada, también, con la necesidad de replantearse las normas tradicionales, especialmente aquellas relacionadas con los roles de las mujeres y los hombres en las familias y sociedades, que impiden convertir los retos demográficos en oportunidades.
Contar entonces, trasciende el mero ejercicio matemático y se convierte en un primer paso para orientar el rumbo.
Estadísticas tomadas de las Interfases de Población, del Sistema Integrado de Consultas Demográficas (SICDEMO), ONEI.