Octubre, 2025.- El municipio de Florida se incluyó desde hace siglos entre los más poderosos del país por su industria azucarera; dos centrales refinerías, decenas de unidades y cientos de caballerías de tierra sembradas de caña y miles de hombres y mujeres vinculados al quehacer productivo en el sector formaban parte de una cultura envidiable para muchos.
Año tras año, a partir de los meses de noviembre y diciembre el aroma de las mieles, el bagacillo y el pito de los centrales indicaba el inicio de la zafra, en un pueblo donde fabricar azúcar, celebrar cumplimientos después de cada jornada diaria y festejar el triunfo al final de la contienda eran la realidad cotidiana en bateyes y comunidades.
El inicio del período especial en la década de los 90 del pasado siglo fue el primer golpe demoledor para el ámbito agroazucarero del país: la creación primero de las denominadas Unidades de Producción Cooperativas Cañeras no cumplió al cabo con el objetivo propuesto y dejó un sabor amargo a partir de la división de colectivos, el reparto de insumos, que en muchos casos desaparecieron poco a poco, el deterioro productivo provocado por la falta de sentido de pertenencia, la improvisación en el trabajo de los cuadros, la escasez de materiales y piezas de repuesto y otros recursos imprescindibles, además del mal uso de los mismos, se convirtieron en realidades funestas.
El descontrol y el despilfarro indecente, la desaparición de las empresas azucareras municipales, el cierre de centrales inactivos, el déficit en la reserva de caña, y el abandono y éxodo de la población agrícola vinculada con este renglón económico dieron al traste con el poderío de la referida industria en Florida y en otros territorios del país.
Hace algunos años se lanzó el reto gigantesco de salvaguardar al sector azucarero; sin dudas tal propósito puede parecer una utopía en estos tiempos, cuando el bloqueo estadounidense contra Cuba y la pérdida de recursos humanos y personal especializado, junto al poco avance de la siembra de la gramínea, dibujan un panorama retador y difícil de colorear con tonos menos oscuros que los actuales.
Cada día en Florida se habla menos de caña y de azúcar, salvo para recordar la ausencia casi total de estos productos en bodegas, comedores y centros de elaboración de alimentos.
Sin embargo, la palabra de orden no puede ni debe ser la rendición, o el abandono del camino hacia la recuperación, existen y deben ponderarse alternativas y oportunidades que pueden respaldar el desarrollo cañero azucarera, incrementar la obtención de derivados y mejorar la calidad de vida de los trabajadores del sector y sus familias.
Avanzar en esa ruta demanda, entre otras prioridades: mayor control estatal y empresarial; el empleo de facultades concebidas por el Gobierno central; uso racional, honesto, eficiente y verificable de los recursos; y junto a ello, inteligencia de los jefes y consejos de dirección; utilizar la ciencia y la innovación en beneficio de la producción; combate real contra la corrupción; además de la atención a los bateyes y poblaciones dedicadas al fomento cañero azucareros para detener el éxodo y deterioro de fuerza de trabajo.
Ganar la batalla de la recuperación del sector exige también detener el relajo en algunos sitios; fortalecer el sentido de pertenencia; estimular, convocar y explicar realidades y necesidades coyunturales.
El azúcar es cultura cubana; fue la principal fuente de riqueza del país durante siglos y se mantiene como producto de gran demanda en la población local y en el mundo; sin ese edulcorante puede haber nación, pero se pierde una parte inmensa de nuestra identidad, y corresponde a los colectivos del sector encabezar la zafra por salvarse y salvar esa industria imprescindible.
La reciente celebración del Día del Trabajador Azucarero más que a fiesta fue un llamado a la reflexión y debate sobre cuánto se hace y lo que falta por adelantar en la ruta de levantar la caña, convertirla en azúcar, aprovechar derivados, exportar cuanto sea posible, ingresar dinero, mejorar salarios, reorganizar la fuerza humana y salir al limpio con el machete de la voluntad y la inteligencia bien afilado y la tarea cumplida.