De frente a su mirada

De frente a su mirada

José Luis no mira. Nos mira. La expresión de su rostro atraviesa el tiempo para hablarnos hoy desde el silencio de la fotografía en blanco y negro. ¿Qué nos dicen sus facciones de 28 años, limpias, en contraste con el uniforme ajado y la sangre coagulada?

No vemos en Tasende dolor o miedo, y de seguro los sentía, debió, y eso ahonda su humanidad y su grandeza. La herida en la pierna era grave, tanto como para requerir amputación; las esperanzas de salvarse, escasas. El recuerdo de Elita, su mujer, y de Temis, la pequeña hija, se revela punzante en un detalle casi imperceptible: la alianza de matrimonio en el dedo anular.

Ni azoro ni pesar ni súplica. José Luis nos mira con la serenidad de ese estar dispuesto a todo. «Entrar en la revolución es vivir en ella», había anotado al margen de sus lecturas, y también: «Es poco el sacrificio que hagamos para el bien que conquistaremos».

Tasende el convencido, Tasende el voluntario, Tasende: entonces un muchacho solo, acorralado, herido, frente a la cámara que lo confundía, que vio en él no la derrota, sino la expresión de un vencedor (y sí que lo era); la misma cámara que, sin pretenderlo, lo inmortalizó como un muerto en acción que había estado vivo luego del asalto, y nos lo dejó respirando para siempre.

Hay otra foto en la que está tendido, bocabajo, asesinado, pero ya no hay manera de verlo que no sea de frente a su mirada y al porvenir que sembró con ella. José Luis nos mira y, si nos conmueve, no es solo por el destino que sabemos inminente, sino por la entereza y el honor sin fin que la abraza.

Tomado de Granma

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