Noviembre, 20s4.- Fue el 27 de noviembre de 1871 cuando, sin la existencia de prueba alguna contra ellos, ocho estudiantes de primer año de la carrera de Medicina son fusilados bajo la acusación de haber profanado la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón, hecho que su propio hijo desmentiría años después.
Este oscuro hecho, considerado uno de los crímenes más horrendos del colonialismo español, fue un escarmiento ejemplar que quiso dar España ante el desarrollo de la lucha insurreccional en Cuba para desatar el terror y demostrar así la medida de los extremos a que podía llegar un sistema agonizante.
A pesar de la incuestionable defensa realizada por el capitán español Federico Capdevila sobre las falsas acusaciones realizadas contra los estudiantes de Medicina de primer año, los voluntarios chantajearon al tribunal para que ocho muchachos de entre 16 y 20 años fueron ejecutados, de ellos tres escogidos al azar.
Con sobrecogedora serenidad y la frente en alto, los jóvenes marcharon a la muerte y se convirtieron en símbolo del estudiantado y sus luchas; de los restantes compañeros de curso, 11 fueron condenados a 6 años de prisión, 20 a 4 años y 4 a 6 meses de reclusión; el abominable crimen y el inconcebible proceso judicial que lo precedió, contribuyeron a fortalecer el sentimiento independentista de los cubanos.
En homenaje a los jóvenes estudiantes de Medicina dedico José Martí la Elegía a mis hermanos muertos el 27 de noviembre de 1871, donde asegura: “Cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe; ¡empieza, al fin, con el morir, la vida!”.