Cintio Vitier, sostenido por su obra

Con hondo dolor vivió el pueblo de Cuba la noticia de la muerte de Cintio Vitier, el 1ro. de octubre de 2009. Conocido era el calibre del intelectual que se despedía del mundo. Fina García-Marruz perdía a un compañero inseparable, su amor de eternidad, su cómplice en los más bellos proyectos de vida y en pos de la cultura nacional.  

En la despedida de duelo, el doctor Eusebio Leal enaltecía, en encendidas expresiones, la vida de Cintio, y destacaba la condición humana que caracterizó al gran martiano. «La cultura cubana ha perdido a una de sus columnas, pero lo sostendrá su obra», dijo.

Cintio era parte de la espiritualidad de un pueblo, en tanto se enfrascó en enriquecerle el alma con la agudeza de su brillante pluma. Estremecía acompañar en esas horas a Fina, destrozada por la partida de un esposo excepcional.

Poeta, narrador y ensayista, Cintio vivió con decencia y decoro; y le dio curso a su inteligencia, en favor de la grandeza humana. Idolatró al Apóstol y fue iniciador de un proyecto como la Edición Crítica de las Obras de José Martí. Al catálogo de la alta ensayística cubana le ofreció un título como Ese sol del mundo moral, para una historia de la eticidad cubana, en el que late Cuba.

Estudió la literatura, consciente de que «nuestra Isla comienza su historia dentro de la poesía»; entendió la importancia de visibilizar a Martí más allá de sus textos completos. Por eso emprendió la campaña de los Cuadernos Martianos, para que se palpara el mensaje del Héroe Nacional en esa selección dirigida a las enseñanzas primaria, secundaria y preuniversitaria.

Mostró su altura y defendió, con calidez de astro, a la Revolución Cubana.

Reconocido con el Premio Nacional de Literatura; con la Orden Félix Varela, y la Orden José Martí, la más alta que confiere la nación cubana, Cintio fue preciso al referirse a nuestra identidad: «lo que nos identifica como cubanos reales, solo puede ser el independentismo y por lo tanto el antimperialismo. Claro, cada cual puede escoger su paradigma. El mío es José Martí».

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