Septiembre, 2024.- Este 15 de septiembre se cumplen 182 años del fusilamiento del general y político hondureño, José Francisco Morazán Quezada, el último presidente de la República Federal de las Provincias Unidas del Centro de América, de Honduras, Salvador y Costa Rica durante el turbulento periodo de 1827 a 1842.
Saltó a la fama luego de su victoria en la legendaria Batalla de La Trinidad, el 11 de noviembre de 1827, desde entonces y hasta que fue derrocado en Guatemala por Rafael Carrera en 1840, dominó la escena política y militar de Centroamérica; y durante ese periodo conocido como La Restauración puso en marcha un paquete de reformas, que impulsan un cambio a favor de las mayorías más humildes y, de igual forma, ratifica la igualdad de los hombres ante la soberana majestad de la República, y proscribe la esclavitud.
De manera articular entendió la naturaleza liberadora de la enseñanza y su trascendencia para el desarrollo de una nación moderna e independiente, y en tal criterio se preocupó de evaluar los sistemas educacionales de avanzada de la época, y sentó las bases para desarrollar el sistema de la instrucción pública republicana; y además, definió la responsabilidad del Estado en la educación popular y fomentó escuelas y academias.
En el ámbito político, Francisco Morazán fue reconocido por los miembros de su partido como un gran pensador y visionario, pues enarboló un proyecto de desarrollo autóctono para la región, que tenía por objetivo la constitución y fortalecimiento de una clase burguesa nacional; consciente de que la anterior administración Federal, no contó con el hecho de la liberalización del comercio exterior arruinaba a amplios sectores del artesanado, asume la libre comercialización con una clara concepción de defensa de los intereses de los artesanos y productores del área.
Grandes sectores populares acompañaron el programa revolucionario de Morazán; sus reformas ganaron simpatías en Honduras, pero más aún en Nicaragua y El Salvador, donde alcanzó altos niveles de popularidad el hombre al cual José Martí describió como “un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista, quizás el único que haya producido la América Central”.