Agosto, 2024.- Cuba ya no es la potencia médica que fuera durante muchos años, así lo aseguran algunos coterráneos y agoreros de otros lares, amparados en las carencias y limitaciones que lastran, ahora mismo, el desempeño de este importante sector en el país, bajo el impacto de la compleja situación económica interna y, sobre todo, azotado por las medidas del genocida bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos contra el pueblo cubano; un engendro que ciertos nacionales desmemoriados y ciertos cínicos de afuera se empeñan en negar o disminuir en sus consecuencias.
Si vamos a vestir la verdad con palabras es cierto que el Sistema de Salud Pública cubano y sus instituciones sufren, como nunca antes, el apogeo de esa política criminal, reflejada en la escasez de insumos y recursos médicos; dificultad para adquirir tecnologías y fármacos de última generación y falta de divisas para comprarlas.
Soportan, también, la negativa de diferentes firmas y laboratorios farmacéuticos a comerciar con las instituciones del país, y poco o ningún acceso a créditos y operaciones bancarias en otras naciones, a partir de la inclusión absurda de Cuba en la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo.
Al rosario de dificultades en el campo de los servicios de salud en esta tierra rebelde se suman el estímulo del imperio a la migración desordenada de los profesionales de la esfera, y a la deserción de médicos y otros especialistas ocupados en misiones en el extranjero; influye, igualmente, el abandono del puesto de labor por parte de una cifra no despreciable de galenos y enfermeros en busca de mejores salarios y menos responsabilidades; y graduaciones que incumplen el juramento hipocrático.
Está larga lista de realidades objetivas y otras, no siempre imputables al sistema de salud o al Gobierno, son causas principales de las tensiones y fallas presentes hoy en consultorios, hospitales, policlínicos, consultas especializadas, laboratorios clínicos y unidades afines en Florida y en el resto del archipiélago cubano.
Fidel lo advirtió: en tiempos difíciles es cuando verdaderamente se conocen las convicciones y el carácter de los hombres; y siempre habrá quienes se rinden, quienes traicionan, los que se cansan y abandonan la causa.
Pero sin duda alguna, nada de esto empaña o demerita el esfuerzo moral, ético, comprometido y gigantesco de ese grupo, todavía inmenso, de médicos, enfermeros, técnicos, auxiliares y directivos que siguen allí, con valentía, junto al paciente; en el puesto de combate por el bienestar del pueblo, sin doblegarse ante desafíos como los apagones, el déficit de jeringuillas, sondas, antibióticos y tantas necesidades logísticas y de la vida cotidiana.
Ninguno de ellos apostó por el egoísmo y la egolatría: mientras difundo este alegato salvan vidas con el bisturí de la inteligencia, el esteto del humanismo y el termómetro de la solidaridad y la esperanza.
Entonces mi gente, al menos en mi modesta opinión: Cuba no fue, es una potencia médica insuperable.
¿Cuántos sistemas de salud en el mundo hubiesen resistido un huracán de categoría cinco, como el ya citado, sin ponerle coto a las gratuidades, a la igualdad de acceso y al actuar «con todos y para el bien de todos» defendido por el cubano con uñas y dientes?
Sin duda quedan muchas torceduras por alinear en este campo como en el resto de la sociedad: enfrentar el delito y la indisciplina laboral; atender los síntomas de maltrato a la población en las unidades; combatir manifestaciones de oportunismo y favoritismo, y desterrar la indiferencia de algunos con batas blancas constituyen retos puntuales del sector sin llegar a ser mayorías.
Sí, Cuba puede ostentar aún, con orgullo, su corona de potencia médica. Los indicadores lo demuestran en Florida: una tasa de Mortalidad y un Programa de Atención Materno Infantil donde se reflejan la preocupación por la supervivencia de la madre y el recién nacido; salones de operaciones abiertos al servicio de cirugía electiva o de urgencias; hospitales, policlínicos, consultorios de familia, casas de abuelos y hogares de ancianos con puertas abiertas pese a no contar con todos los recursos humanos y materiales.
Vacunas y tratamientos oncológicos y renales que cuestan millones de pesos y se dispensan de forma gratuita para todos, en un país en que miles de individuos no aportan un grano de sudor a la construcción colectiva, hablan alto y claro de qué, y quiénes somos en la custodia de la dignidad y los derechos sagrados del ser humano.
Lo reitero con seguridad: Cuba no solo es una potencia médica, lo es también en la resistencia y el coraje en este campo.
Honor, respeto y aplausos para aquellos que ahora mismo doblan guardias y se mantienen en vigilia en salas y consultas de hospitales, y gratitud eterna a quienes buscan alternativas y no desmayan en la defensa de esa hermosa conquista de la Revolución y de Fidel que es la salud gratuita, humana y universal, frente a muchos que pretenden mancharla, destruirla o desprestigiarla ante la mirada del pueblo y la opinión pública del resto del mundo.
Al tema regresaré guiado por la prédica del Apóstol de la independencia, José Martí: «la verdad bien dicha, y dicha a tiempo, impera y disipa, como al humo, la infamia del enemigo».