Julio, 2024.- “En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada a los pies”; así definió el héroe de la independencia cubana, José Martí a Simón Bolívar, militar, estratega, estadista y político venezolano conocido como El Libertador de América, que llegó al mundo el 24 de julio del año 1783.
De joven frecuenta teatros, tertulias y salones, allí conoce y entabla amistad con sabios como Alejandro de Humboldt y Amado Bonpland, y asiste a las conferencias y a los cursos libres de estudios donde se divulgan los conocimientos y las teorías más recientes, y en Roma, un día de agosto de 1805, en el Monte Sacro, jura en presencia de su maestro, guía y consejero, Simón Rodríguez, no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que haya logrado libertar al mundo Hispanoamericano de la tutela española.
Con el tiempo Simón Bolívar sobresalió entre sus contemporáneos por su talento, su inteligencia, su voluntad y abnegación, cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la de libertar y organizar para la vida civil a muchas naciones, y al frente de un poderoso ejército liberó las capitanías de Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, países donde se le venera como a un padre.
En la visión emancipadora de El Libertador siempre estuvieron presente las islas de Cuba y Puerto Rico; en su famosa Carta de Jamaica, escrita en 1815, dejó constancia de ello, e intentó conseguirlo años después mediante el Congreso Anfitriónico de Panamá, objetivo al que se impuso las apetencias expansionistas del gobierno de los Estados Unidos.
Simón Bolívar, el precursor del antiimperialismo y de la unidad latinoamericana, a su valoración altamente militar y gubernamental, hay que unir sus dotes de excelente orador y escritor de notables ensayos entre los que se encuentran Mi delirio sobre el Chimborazo.