El 3 de junio de 1931, veía la luz en la casona de Birán, el menor y último hijo de Ángel Castro Argíz y Lina Ruz González. El benjamín de la familia era un niño muy simpático, achinado cuyas facciones recordaban mucho a las de su progenitora. Muy lejos estaban entonces de adivinar sus padres la estatura política que tendría el hijo que habrían traído al mundo, quien junto a su hermano Fidel cambiaría la historia de este país.
De pequeño estuvo en una de las escuelas de corte militar creada por Batista, en las fotografías de la época se aprecia la alegría que muestra con su uniforme blanco y su gorra de plato. Más tarde al ingresar en el colegio religioso, también vestirá con orgullo un uniforme de corte militar, tal parece que ya presentía que ese iba a ser su camino, pero de un militar de nuevo tipo.
Los años transcurrieron y transformado ya en un mozalbete, su hermano Fidel lo trajo para La Habana, para que estudiara, matriculando en la Universidad de La Habana donde rápidamente se vinculó con los grupos más combativos. Posteriormente ingresó en la Juventud Socialista, y en ese mismo año formaría parte de los compañeros que asaltaron el cuartel Moncada.
Pero hay una cuestión que me impacta profundamente de su personalidad y es la intransigencia revolucionaria ante la violación de los principios, lo cual ha sido y es para él la brújula que guía sus pasos. Y esto me recuerda la idea de Martí que dijo que como mármol ha de ser el carácter: blanco y duro. Jamás ha transigido con los enemigos de la revolución ni contra aquellos que violen los principios.
Decía el general Alberto Bayo Giroud, entrenador de los futuros expedicionarios en México, que si los locos asesinos algún día segaran la vida de nuestro ídolo Fidel, creyendo que sacrificándole se iba a apagar la luz de la Revolución, no sabían, ni tenían la más ínfima idea del hombre que iba a recoger la antorcha del suelo caída, pues Raúl es Fidel por dos en lo que a energía se refiere…y continuaba afirmando: Raúl es acero templado, … es el rayo que apunta al objetivo y lo alcanza sin cavilar, dudar o fluctuar. Y advertía que frenaran la mano aquellos que pensaran eliminar a Fidel, pidiendo más blandura en las leyes revolucionarias, puesto que su sustituto por derecho propio Raúl al que seguiremos ciegamente los enamorados de esta Revolución, sería más implacable con ellos. Así ha sido siempre en su larga y fructífera existencia.
Raúl encontró en la ejemplar combatiente clandestina y luego del II Frente Vilma Espín Guillois la compañera ideal, el 8 de noviembre de 1958 en plena guerra, le declaró su amor y el 26 de enero de 1959, en Santiago de Cuba consolidaron su unión contrayendo nupcias, que él confesó que fue lo mejor y más lindo que hizo en toda su vida.
Siempre estuve orgullosa de tener un ministro de ese calibre, porque en las Fuerzas Armadas Revolucionarias al calor de su ejemplo encontré el sentido de mi vida.
En el cuarenta aniversario de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas, al ser condecorada con la Orden Ana Betancourt, me dio el abrazo más grande y fuerte que he recibido en mi vida y sentí que había cumplido con mi deber.
Raúl será siempre mi eterno Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
¡Felicidades en su 93 aniversario!
Tomado de Cubadebate