Junio, 2024.- El 1ro de junio de 1952 en el Congreso de Defensa de la Infancia celebrado en Viena, capital de Austria, se instituye esta fecha como el Día de Todos los Niños del Mundo, sin distinción de raza, sexo o religión, con el propósito de iniciar una campaña universal en favor de la felicidad de los infantes y por el desarrollo armonioso de su personalidad.
La recomendación para establecer esta fecha partió de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, para que la celebración se consagrara a la fraternidad y a la comprensión entre los niños y las niñas del mundo y se destinara a la realización de actividades propias para promover su bienestar.
En la actualidad esa celebración tropieza con poderosos obstáculos en los países subdesarrollados, donde cada calendario muere un sinnúmero de niños de hasta cinco años, más de 200 millones carecen de escuelas o de posibilidades de asistir a un aula y decenas de miles de menores de 15 se ven obligados a realizar trabajos extenuantes, mal remunerados y carentes de todo derecho.
Los efectos del cambio climático, la sequía extrema, la hambruna y las guerras cercenan también la vida de millones de infantes en el mundo actual, por lo que se impone luchar por la implantación de un orden económico internacional más justo, como imperativo para lograr que las nuevas generaciones puedan tener un futuro digno y feliz.
En Cuba, donde nada es más importante que un niño, el primer día de junio es bien diferente para ellos, una realidad que los voceros del imperio en Estados Unidos y de las organizaciones que se erigen como defensoras de los derechos humanos pretenden ocultar, a pesar de que los indicadores de esta república antillana sobre el tema aparecen en informes anuales de organismos internacionales que no son izquierdistas.
La Revolución ha creado diversas legislaciones dedicadas a garantizar el derecho a la salud, la educación, la protección, la supervivencia, el desarrollo, el esparcimiento y la participación de la población más joven; entre ellos sobresalen los Códigos de la Familia, del Trabajo y de la Niñez y la Juventud, además de la Ley de la Maternidad, con extraordinarias ventajas para las madres.