Celia, 104 años después de aquel 9 de mayo, sigue siendo un camino de especial sensibilidad para los revolucionarios cubanos.
La formación de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, nacida el 9 de mayo de 1920 en Media Luna, tuvo como guía fundamental a su padre, el doctor Manuel Sánchez Silveira, médico de profesión, pero también espeleólogo, amante de la historia y patriota apasionado. Acacia Manduley Alsina, su madre, murió cuando ella tenía seis años, por lo cual el padre pasó a ser la figura principal de su desarrollo.
Desde que dejó los estudios del último año de bachillerato –aproximadamente en 1938, a causa de un incidente con una profesor por su letra– fue la ayudante de su padre en su labor como médico: organizaba todo en el consultorio, desde la esterilización de los instrumentales hasta la atención a quienes venían solicitando servicios. También administró la casa en la que vivían, en la que se ocupaba del orden, la limpieza y la belleza con plantas, que no faltara lo indispensable, la preparación de los alimentos, y hasta el vestuario.
En 1940, la familia se mudó a Pilón, pues la situación económica era muy difícil ya en Media Luna para el doctor Sánchez Silveira, a quien ofrecieron trabajo como médico en el Central Cape Cruz. Dos de sus hermanas ya se habían casado, pero ella permaneció junto al padre y allí en Pilón se relacionó con los habitantes de la zona, conoció a muchos campesinos y también familias de buena posición económica.
La radicalización de su pensamiento se inició con la sensibilidad natural heredada de su padre, y desarrollada a partir de las experiencias vividas en el consultorio, cuando este atendía gratuitamente a quienes no tenían recursos, o cuando iban al monte en mulos o a pie a atender a una familia campesina; o con las colectas que hacía para comprar y regalar juguetes a los niños pobres de su pueblo. Una influencia importante en su pensamiento fue José Martí, pues el doctor Sánchez enseñó a sus hijos a amar la historia patria y a ser martianos profundos como él. Por esa razón, en 1953, Celia y él formaron parte del grupo de cubanos que el 21 de mayo colocó un busto en el Pico Turquino, en homenaje al Centenario del Apóstol.
Celia transitó por la ortodoxia pues, al igual que su padre, militó en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) desde su fundación en 1947, con destacada labor en su territorio. Se mantuvo en ese partido aun después de la muerte en 1951 de su fundador Eduardo Chibás Ribas, y su reacción ante el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 fue de un profundo rechazo. Desde Pilón, ante las facciones en que se dividió el Partido Ortodoxo, se mantuvo atenta desarrollo de la tendencia insurreccional de Emilio Ochoa.
El asalto a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, el 26 de julio de 1953, demostró la posibilidad de lucha insurreccional, aunque los asaltantes fueron asesinados unos, y apresados y condenados otros, entre ellos su líder, el doctor Fidel Castro Ruz. Es por esa razón que Celia, además de ayudar en la recolección de insumos para enviar a los asaltantes presos en Isla de Pinos, se centró en la ayuda a las intenciones insurreccionales de Millo Ochoa, quien había sido apresado por los hechos del 26 de julio, pero absuelto al no haber formado parte del mismo.
Al conocer en noviembre de 1954 que este regresó por Camagüey y fue a esconderse a La Habana, Celia se decepcionó pero no se detuvo: comenzó a actuar de forma independiente, y a finales de 1954 e inicios de 1955 creó el Movimiento Revolucionario Masó, en homenaje al general mambí Bartolomé Masó. En este movimiento, declaró ella, se llegaron a hacer unos bonos para recaudar fondos para los presos de Isla de Pinos. De igual forma, Celia y otros compañeros planearon ponerle una bomba a Batista en ocasión de una visita a Manzanillo, pero finalmente el tirano canceló su viaje. Aunque no tuvo mucho desarrollo, le permitió asentar relaciones que luego fueron de utilidad.
La lectura de La Historia me Absolverá contribuyó a la máxima radicalización de su pensamiento. Es por eso que, en 1955, comenzó a relacionarse con jóvenes que formaron un núcleo revolucionario con Frank País García y se integraron al Movimiento Revolucionario 26 de Julio, luego de la amnistía de Fidel y sus compañeros moncadistas. Según el combatiente César Suárez Calaña:
“Cuando se fundó el Movimiento 26 de Julio en Manzanillo el 15 de noviembre de 1955, de ahí en adelante se comienza a nombrar un responsable en cada lugar: en Calisito, Faustinito Vega; En Campechuela, Segucha; en San Ramón, Parrita; en Medialuna, Fiallo, Julio Pacheco el barbero; y en Niquero, Aisler Leyva; Celia en Pilón y más tarde Celia entra en Manzanillo de a lleno con nosotros”. (Oficina de Asuntos Históricos, pág. 1)
Este fue el camino de la joven luchadora que recibió de Frank País, teniendo en cuenta su experiencia y sus relaciones en la zona, la misión de coordinar el apoyo para la expedición del Granma que encabezaría Fidel en 1956.
Durante la guerra, Celia se convirtió en una persona vital para los que luchaban en las montañas, al punto de que el propio General de Ejército, entonces capitán Raúl Castro Ruz, la nombrase madrina de todos ellos.
“Querida Madrinita: Ya te habrás imaginado el susto que pasamos con la falsa noticia de la captura y a pesar de estar tan fuertes, ya nos sentíamos desamparados”. (Castro Ruz R. , 1957)
El aseguramiento logístico para la guerra
El 1 de enero triunfó la Revolución y la Caravana de la Libertad consolidó el triunfo con la entrada de Fidel a La Habana el 8 de enero. La labor de aseguramiento logístico de Celia Sánchez Manduley para la lucha armada también hizo el triunfo posible.
Fue una labor creativa, ya que puso en práctica los conocimientos organizativos aprendidos en el trabajo con su padre Manuel Sánchez Silveira para ayudar a los combatientes revolucionarios; creó una cadena de colaboradores que permitieron llevar los abastecimientos desde el llano hasta las montañas; y porque aprovechó las condiciones de la Sierra Maestra para la concepción de las instalaciones de la Comandancia de La Plata.
Se destacó su dinamismo porque desarrolló una amplia y constante actividad de aseguramiento logístico tanto en el llano como en la Sierra Maestra, cumplió con rapidez y eficiencia las tareas que se le asignaron. A todo ello se le debe sumar la concepción y ejecución de esa labor a partir de las condiciones objetivas del teatro de operaciones, porque mientras estuvo en el llano, realizó esa labor en la más absoluta clandestinidad de manera efectiva y cuando estuvo en la Sierra Maestra de forma permanente, supo aprovechar las condiciones naturales para lograr el autoabastecimiento de las tropas rebeldes.
De enero de 1956 al 2 de diciembre 1956 se centró en cuatro aspectos fundamentales: organización de una red campesina de colaboración, organización del apoyo militar al desembarco, condiciones para la movilidad del destacamento expedicionario y la información y el acopio de recursos en función del desembarco. Se desarrolló clandestinamente y empleó varios seudonimos: Carmen, Caridad, Lilian , Norma y Aly.
Del 3 de diciembre de 1956 al 1 de marzo de 1958, trabajó en la clandestinidad y tuvo tres viajes importantes a la Sierra Maestra hasta que definitivamente se quedó alli en octubre de 1957. Por indicación de Frank País García y Fidel Castro Ruz trabajó en la preparación de refuerzos para las montañas, la recopilación, recepción y traslado de documentos, abastecimientos y personal de la prensa; mantuvo activa una red de colaboradores en sectores diversos así como las contribuciones en dinero de propietarios conocidos de la zona.
Del 2 de marzo de 1958 al 1 de enero de 1959 fue la que mayor desarrollo y amplitud tuvo en cuanto a funciones en el Primer Frente José Martí: se ocupó del alojamiento de las tropas, con la creación de la Comandancia de La Plata; se ocupó de la red de colaboradores campesinos y del llano; organizaba el transporte de los abastecimientos y enviaba noticias y circulares por orden de Fidel sobre temas de interés para toda la tropa. Su labor fue decisiva para el éxito en el enfrentamiento a la ofensiva de la tiranía batistiana y la contraofensiva, como reconoció el Comandante en Jefe en su libro La victoria estratégica.
No fue la misma Celia la del año 1956 que la clandestina de 1957 que la guerrillera de 1958, capaz esta última de desplegar desde la Sierra una eficiente labor de aseguramiento logístico y concebir una estructura de alojamiento que se conserva hasta hoy como ejemplo para nuestras Fuerzas Armadas. No fue la misma Celia, la hija del doctor Sánchez Silveira, captando ayuda para recibir una expedición, o la que se escondió en Manzanillo y de allí dirigió una red de abastecimientos, que la joven que se convirtió en la ayudante principal del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y mantuvo esa actividad aprovechando las oportunidades de la naturaleza y los campesinos de la Sierra. El ascenso de su personalidad, el aumento y demostración de su capacidad organizativa, la radicalización de su pensamiento y su desarrollo como sujeto transformador, ratificaron la multilateralidad de su evolución y el crecimiento en la medida en que su contexto se complejizó y aun así realizó con éxito su labor.
Celia Sánchez Manduley durante la guerra, no se limitó a los trabajos de retaguardia, sino que se amplió a la organización, coordinación y ejecución de misiones, además de ser la primera mujer combatiente del Ejército Rebelde en el combate de Uvero, el 28 de mayo de 1957, antecedente inmediato de las mujeres que empuñaron armas junto a los hombres por la libertad de Cuba.
Se siente…
Después de 1959 y hasta 1980, Celia fue madrina de todos, convirtiendo sueños en realidades para campesinos, niños, jóvenes y mujeres. Creó lugares hermosos, se mantuvo junto a Fidel como medidor del pueblo que acudía a ella para confiarle la solución de sus problemas; fundó un archivo que ya ha cumplido 60 años combatiendo por la verdad de la Revolución a partir de los documentos históricos; y nos enseña cada día la necesidad de ser consecuentes, honestos y humildes.
Sobre su pensamiento revolucionario, es importante resaltar lo que expresó el combatiente revolucionario Jesús Montané Oropesa, citado por René Montes de Oca en su libro Conquistar toda la justicia. La huella imperecedera de Celia:
“En todo el proceso revolucionario, y hasta su desaparición física, Celia fue la más fiel intérprete y ejecutora del pensamiento creador de Fidel y su ayudante más operativa, consagrada, exigente y eficaz, con una identificación de pensamiento sin igual y una lealtad suprema al Jefe de la Revolución”. (Montes de Oca Ruiz, 2009, pág. 159)
La confianza que en ella depositó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se basó en sus valores humanos, la eficiencia de su trabajo, su valentía y su honestidad. Celia Sánchez Manduley, en su lealtad a los principios de la Revolución, se puede definir con estas palabras: “Celia es una carretera. Un camino grande por donde uno puede ir confiado, porque siempre va, derechito, derechito hacia donde está Fidel…”. (Llanes, 2005, pág. 23)
Celia, 104 años después, sigue siendo camino; sigue siendo esa compañía que no se ve, pero se siente; sigue velando por su pueblo y se mantiene en pie de lucha por la obra de la cual ella misma escribió: “Todo sacrificio que se haga por esta Revolución vale la pena. El tiempo se los demostrará”.
Es por eso, definitivamente, que Pedro Álvarez Tabío expresó: “Por eso, Celia pudo gozar el raro privilegio de haber sido feliz. Feliz por haber podido ser útil, por haber tenido la oportunidad de contribuir con su sacrificio, con su lucha, con su esfuerzo, a la emancipación definitiva de su patria y de su pueblo”.
Tomado de Cubadebate