Hace 65 años, el 22 de marzo de 1959, Fidel Castro pronuncia un discurso durante el primer desfile del pueblo cubano y los trabajadores en apoyo a las leyes revolucionarias.
Ese día, también desfilan las Fuerzas Armadas, en demostración de que por primera vez en la Historia de Cuba, existe plena identificación entre los institutos armados y el pueblo.
Cubadebate y el sitio Fidel Soldado de las Ideas comparte con sus lectores fragmentos de su alocución.
En sus palabras, entre otros temas, reflexiona sobre la necesidad de hacer frente a los problemas que la Revolución cubana heredaba a solo tres meses de su triunfo. Habla sobre la educación y la salud, las cuales no era un derecho para todos, sobre los intereses creados por la oligarquía, la discriminación racial, y hace un importante llamado a la unidad.
Una revolución verdadera
Ya de por sí, y sin salirnos del ámbito nacional, nuestra tarea es muy dura y difícil, porque ya de por sí, y por ser esta una revolución verdadera y no una farsa más de las muchas que ha contemplado América; por ser una revolución y no un cuartelazo, por ser una cura de raíz y no una simple poda donde vuelven a retoñar los males añejos, por ser una operación quirúrgica en que hay que cortar por lo sano y abandonar las curitas de mercurocromo, tenemos grandes problemas.
Tenemos a una considerable parte de los que aquí han estudiado, que han estudiado porque son los únicos que han tenido ese privilegio, porque interés creado y monopolio de la cultura es casi la misma cosa, porque interés creado y monopolio de los órganos de divulgación de las ideas es la misma cosa, porque interés creado y posibilidad de movilizar cuantos recursos ha ideado el hombre para influir en los demás hombres es la misma cosa, porque interés creado y derecho viejo y reaccionario es la misma cosa, porque interés creado y mentalidad infortunadamente adaptada a las situaciones que han establecido por décadas y por siglos esos intereses creados son la misma cosa, porque poderosos intereses creados de la oligarquía nacional y los intereses creados de la oligarquía internacional son la misma cosa. Y porque contra la Revolución cubana se concita la reacción nacional y la reacción internacional, porque contra la Revolución Cubana se concita toda la oligarquía reaccionaria del continente, porque las campañas de prensa emanadas de los trusts y monopolios de las agencias internacionales de noticias han encontrado eco en la prensa reaccionaria de América, porque alguien escribe en todos los rincones del continente las calumnias y las mentiras que envían las agencias cablegráficas…
Y esos son los mismos intereses en aquellos pueblos, intereses similares a los que aquí se oponen a la Revolución, intereses similares a los que aquí mantuvieron e hicieron posible la tiranía, intereses similares a los que aquí estamos batiendo, y que no quisieran que en los demás pueblos de América se forjara una revolución como esta.
(…) Es que hemos sido demasiado generosos y con nuestra propia generosidad están haciendo todo el daño posible, y ya insinúan, ya tratan de infiltrar la idea malévola, la calumnia infame, la sospecha y la duda. Y como esta es una revolución que tiene que lesionar intereses —porque si no, no sería revolución—, porque esta Revolución tiene que desenredar muchas cosas enredadas y cortarlas por lo sano Cuando de pedir se trata, les pedimos a nuestros compañeros los campesinos, les pedimos a nuestros compañeros los trabajadores, porque la república que estamos forjando, la patria que estamos redimiendo, no será el paraíso de los intereses creados, como fue siempre, sino el hogar donde puedan hallar la felicidad los hombres humildes y los pobres de nuestro pueblo. Y por eso digo que los obstáculos que tendremos que vencer son grandes y serán más grandes si el pueblo no se adapta, como tiene que adaptarse, a la realidad revolucionaria; serán más grandes si el pueblo se olvida de sus deberes, si el pueblo se olvida de que el gobernante de hoy no es el gobernante de ayer, que si el de ayer era su enemigo, el de hoy es su mejor amigo.
Iremos forjando, paso a paso, la patria nueva
(…) No es que me falte la fe —que nunca me ha faltado—, no es que me falte la confianza —que nunca me ha faltado—, pero sí considero mi deber decirle al pueblo las cosas que me preocupan, decirle al pueblo cómo debe colaborar con su Gobierno Revolucionario, decirle al pueblo cómo se ayuda a su Gobierno Revolucionario, porque veo entusiasmo, un entusiasmo desbordante; porque veo simpatías, una simpatía desbordante.
(…) De todas las formas de discriminación racial, la peor es aquella que limita el acceso del cubano negro a las fuentes de trabajo porque es cierto que ha existido en nuestra patria, en algunos sectores, el bochornoso procedimiento de excluir al negro del trabajo.
Todo el mundo sabe que no soy demagogo, todo el mundo sabe que odio la demagogia, todo el mundo sabe que jamás toco un problema si no lo siento, que jamás toco un problema si no lo hago con absoluta honradez. Hay dos tipos de discriminación racial: una, es la discriminación en centros de recreo o en centros culturales, y otra, que es la peor, la primera que tenemos que batir, la discriminación racial en los centros de trabajo; porque si una delimita las posibilidades de acceso a determinados círculos, la otra —mil veces más cruel— delimita el acceso a los centros donde puede ganarse la vida, delimita las posibilidades de satisfacer sus necesidades, y así cometemos el crimen de que al sector más pobre le negamos precisamente más que a nadie la posibilidad de trabajar.
(…) No debiera ser necesario el dictar una ley, no debiera ser necesario dictar una ley para fijar un derecho que se tiene por la simple razón de ser un ser humano y un miembro de la sociedad. No debiera ser necesario dictar una ley contra un prejuicio absurdo, lo que hay que dictar es el anatema y la condenación pública contra aquellos hombres llenos de pasados resabios, de pasados prejuicios, que tienen el poco escrúpulo de venir a discriminar a unos cubanos, de venir a maltratar a unos cubanos, por cuestiones de piel más clara o más oscura porque, en definitiva, todos la tenemos más clara o más oscura, porque aquí, si no la tenemos un poco morena porque nos viene de español —y a España la colonizaron los moros, y los moros venían de África (RISAS)—, la tenemos más o menos morena porque nos vino directamente de África. Pero nadie se puede considerar de raza pura, y mucho menos de raza superior; y, por lo tanto, de la misma manera que para establecer y llevar adelante una campaña en favor del consumo de productos nacionales, sin necesidad de dictarse una ley ni sanciones penales, vamos a ponerle fin a la discriminación racial en los centros de trabajo, haciendo una campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema con una nueva consigna: oportunidades de trabajo para todos los cubanos, sin discriminación de razas, o de sexo; que cese la discriminación racial en los centros de trabajo, y que blancos y negros nos pongamos todos de acuerdo y nos juntemos todos para poner fin a la odiosa discriminación racial en los centros de trabajo. Así iremos forjando, paso a paso, la patria nueva.
Hay exclusivismos en los centros de recreo. ¿Por qué? Porque se educaron separados el blanco y el negro. Pero en la escuelita pública no viven separados el blanco y el negro; en la escuelita pública aprenden a vivir juntos, como hermanos, el blanco y el negro. Y si en la escuela pública se juntan, se juntan después también en los centros de recreo, y se juntan en todas partes. Pero cuando se les educa separados —y la aristocracia educa a sus hijos separados del negro—, es lógico que después no puedan estar juntos tampoco en los centros culturales o de recreo el blanco y el negro.
¿Qué hacer? Dignificar a nuestra escuela pública, brindarle a nuestra escuela pública todos los recursos que sean necesarios.
(…) De ahí que esa sea una razón más para que nosotros convirtamos la escuelita pública, de la cenicienta que es hoy, de la casita que se está derrumbando, sin pupitres, sin material escolar, en verdaderos centros de enseñanza (…) y donde se eduquen los hijos de los obreros, de los campesinos y de los hombres humildes, y sea el centro que no tenga que envidiarle nada a nadie y constituyan los mejores centros de enseñanza en todo el país. Porque, por qué los hijos de los hombres del pueblo no van a tener derecho a disfrutar también de lo mejor, a disfrutar también de lo que hasta hoy han disfrutado solamente los hijos de determinados sectores sociales.
Esa será una de nuestras tareas, como lo será la de construir hospitales, donde todo el mundo tenga derecho a ir y sean tan buenos como los mejores hospitales particulares, y donde no haya que pedirle de favor a ningún político que nos dé una recomendación para ir al hospital, donde no haya otra recomendación que la necesidad de recibir asistencia. Por eso también construiremos universidades, y así, dentro de una semana, estarán construyéndose al mismo tiempo tres ciudades universitarias.
La nación tiene una tarea muy grande por delante
(…) ¡Imaginad la patria del futuro, con todo lo que la Revolución en todos los órdenes va a conquistar para el pueblo! Pero esos frutos tienen que ser la consecuencia de las semillas de hoy, de los sacrificios de hoy, que son como semillas que vamos sembrando en el surco que la dignidad y el espíritu patriótico van abriendo hacia el futuro de la patria.
Yo vi hoy como muchos padres y muchas madres llevaban a sus hijos en el hombro. No era solo una manifestación de pueblo, era también una manifestación de sentimientos y de esperanza, la esperanza que alberga un pueblo cuando lleva a sus hijos en desfile patriótico. Eso solo ocurre en las grandes horas de la historia de los pueblos; solo en sus grandes horas, en sus horas luminosas, los pueblos llevan a sus hijos al hombro.
(…) Tal vez a nosotros no nos llevaron en hombros a manifestaciones públicas cuando éramos niños. A nosotros nos educaron sin esperanzas, nosotros crecimos sin esperanzas. Los que vinieron antes que nosotros no sembraron para nosotros sino dolor y lágrimas; no sembraron para nosotros sino amargura y miseria; no sembraron para nosotros sino tragedia y luto, tiranía y corrupción; no sembraron para nosotros sino desesperanza.
(…) Por eso me lleno de emoción cuando veo a esos hijos sobre los hombros de sus padres, y pienso: ¡Qué generosa es esta generación, este pueblo! ¡Qué digno es este pueblo que está sembrando un porvenir mejor para sus hijos! Que por nuestra propia culpa, por nuestra inconciencia, por nuestros prejuicios seculares, por nuestra falta de madurez no se frustre el porvenir que estamos sembrando.
(…)¡Que pierdan sus ilusiones que aquí jamás, aunque usen todos los recursos, toda la propaganda, todos los medios para obstruccionarnos, para dividirnos, para debilitarnos, porque creo en este pueblo, porque conozco sus defectos, porque conozco sus deficiencias, que no son suyas, sino las que heredó, y conozco también sus extraordinarias virtudes, este pueblo cubano, a este pueblo nuestro, a este pueblo de Maceo y de Martí digo que no lo vuelven a oprimir!
Más vale que pierdan la esperanza, porque aquí he dicho nuestros defectos, y he dicho que tenemos que evolucionar y he dicho que tenemos que unirnos cada día más y coordinarnos cada día más, y unir no solamente a los sectores, sino unir a la nación, unir a la clase media con los obreros y los campesinos, y dejar fuera solamente al grupito de retardatarios que no acaban de convencerse de que la Revolución no hay quien pueda frenarla; unir no sólo los sectores revolucionarios, sino los sectores sociales en estrecho haz.
(…) Hay que mantener a la nación unida frente a la oligarquía internacional, hay que mantener a la nación unida para que nos encuentren firmes, para que nos encuentren fuertes.
(…) La nación tiene una tarea muy grande por delante, que la nación tiene una tarea muy dura por delante, y esta es empresa de hombres enteros, esta es empresa de hombres generosos y no de egoístas, esta es una empresa de valientes.
Si cuando menos posibilidades parecía tener de triunfo la Revolución no vacilamos en llevarla adelante, ¿cómo vamos a vacilar ahora? Si cuando éramos un puñadito, perdidos en las montañas, no vacilamos, ¿cómo vamos a dudar ahora del triunfo de la Revolución?
Muchas emociones he tenido en mi vida, pero pocas como las de hoy; poca como ver a la clase obrera y a todo el pueblo que vive aquí en la ciudad de La Habana desfilar con sus letreros a favor de sus hermanos del campo; como ver que la demanda más sentida y más profunda de la clase obrera no era una demanda para ellos, sino una demanda para sus hermanos los campesinos.
(…) Ayer los soldados, los guardias rurales, jamás podían marchar con los obreros y los campesinos, porque eran sus enemigos. Y esto de hoy, ¡cuánta emoción, cuánto orgullo para nosotros ver aquellos doce de ayer convertidos en ejército marcial que marcha a la vanguardia de los trabajadores de la patria! No tenían todos gorras todavía, no tenían todos la misma gorra, porque la Revolución, que ha dispuesto de millones para escuelas y universidades, todavía no ha dispuesto de créditos para comprar gorras a los soldados del Ejército Rebelde. Emociones como éstas pocas veces se experimentan en la vida, y son premios más que suficientes para todos los sacrificios y por todos los desvelos.
(…) Y del pueblo me despido con una cita, de la clase obrera me despido con una cita: ¡Hasta el Primero de Mayo!
En fotos, aquel 22 de marzo
Tomado de Cubadebate