Florida, 21 feb.- “No me vendo, ni me rindo. Yo quiero patria libre o morir”, esa frase constituye el grito de guerra con que responde el General Augusto Cesar Sandino, líder guerrillero nicaragüense, al Capitán Gilbert D. Hatfield del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, en respuesta a la solicitud de deponer las armas.
Y convencido de que “La soberanía no se discute, se defiende con las armas en la mano”, se internó en las selvas de Nueva Segovia en compañía de un incipiente ejército conformado por campesinos, mineros y artesanos escasamente armados y durante seis años combatió contra las tropas de diferentes gobiernos apoyados por Estados Unidos, logrando reunir a unos tres mil hombres prácticamente invencibles.
De origen humilde, Augusto César Sandino fue obrero manual, empleado, minero y fundador del Ejército Defensor de la Soberanía «Ejército Loco» y en los años en que luchó por la independencia de su país promovió ideales humanistas, equitativos buscando justicia socioeconómica, impulsando los valores de la solidaridad, la colectividad y el bienestar ciudadano.
Fue asesinado por la artera traición de Anastasio Somoza, el 21 de febrero de 1934, junto a los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, Sandino es reconocido como Héroe Nacional de Nicaragua y su gesta trascendió la historia política, poética y social para convertirse en un ícono y bandera de los pueblos que luchan contra la opresión y el dominio de fuerzas externas.