Digitalización y Universidad. Desafíos ante la crisis capitalista

Digitalización y Universidad. Desafíos ante la crisis capitalista

Buenos Aires.- Lo que sigue son los fundamentos de mi presentación en el debate internacional sobre “La transformación digital en la educación: luces y sombras”, organizado por “KAIROS-EDUCACION, equipo para la transformación educativa y social sostenible” y “ciiove, centro internacional de investigación OTRAS VOCES EN EDUCACION”.

Julio C. Gambina*, colaborador de Prensa Latina

La actividad se desarrolló por plataforma el pasado 19 de diciembre y puede verse completa en: https://www.youtube.com/live/CbK3CiBaOk0?si=Gj7nd8tDl5huinX4

El tema de este foro de debate resulta trascendente, ya que remite a la digitalización del desarrollo capitalista contemporáneo, en un momento de crisis del capitalismo. Una crisis que viene del 2007/09, con una tendencia a la desaceleración de la economía mundial, agravada con la pandemia (2020-23) y la guerra en Europa desde el inicio del 2022.

La pandemia aceleró el proceso de digitalización con impacto muy fuerte en el mercado de trabajo, y por supuesto en la educación. Nos cambió la vida como docentes universitarios, como sujetos que interactuamos en el ámbito educativo. En rigor, afectó a toda la docencia, a todo nivel educativo, pero nos concentraremos en las reflexiones al ámbito de la educación universitaria. Hay que pensar en este desarrollo tecnológico en los términos del tomo 1 de El Capital de Carlos Marx, con relación al análisis que supuso aquella revolución industrial con la maquinización, e incluso las primeras respuestas de los trabajadores y las trabajadoras que fue contra las máquinas, hasta que se entendió que el problema no era la máquina, como ahora el problema no es la digitalización, sino que es la propiedad y la apropiación de las nuevas formas de la explotación, vía dispositivos electrónicos.

Se trata de la dominación del proceso de trabajo a través de este instrumento que es la digitalización, que tiene impacto en nuestra vida cotidiana porque uno dice el mundo del trabajo y el ámbito de la educación, pero bueno, el ámbito de la educación en pandemia se transformó en nuestro domicilio y por lo tanto desplegamos nuestra tarea educativa con medios electrónicos que teníamos que tener instalados en nuestras casas y aunque las plataformas aparecían como gratuitas, teníamos que hacernos cargos del costo de la electricidad, del costo de internet, de los instrumentos y dispositivos adecuados: una buena computadora, un buen celular para poder llevar adelante el proceso de comunicación para el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Señalo estas cuestiones porque hay que pensar que recuperando a Marx y al pensamiento crítico de la economía política, la respuesta a la primera revolución industrial fue la propuesta por la “Revolución”. Hoy debiera retomarse el planteo de la “Revolución”. En ese sentido, estoy pensando en la gran reforma universitaria de 1918, en Córdoba, Argentina, en Perú, en Cuba. Esa reforma del 18, hace más de un siglo, fue un mecanismo de “revolución” en la educación superior. Por eso hay que pensar hoy el debate por la apropiación de la digitalización para un proceso de liberación social, económica, política, de emancipación, de revolución. Asistimos a un tiempo de crecimiento de la desigualdad, como parte de la crisis capitalista y las respuestas que promueven las clases dominantes y, de hecho, América Latina y el Caribe es el territorio más desigual del mundo, donde más creció la desigualdad. No el territorio que contiene más pobreza, pero si el de mayor desigualdad.

Por eso mi primera reflexión es recuperar la necesidad de revolucionar la sociedad. ¿Por qué lo digo de esta manera? Porque lo que falta a los sectores subalternos, a los explotados, empobrecidos, saqueados, es una estrategia de transformación integral de la sociedad y, en ese plano, de la educación y de la educación superior.

Doble sentido de la Universidad

Una segunda idea que quiero incorporar en nuestro debate apunta a discutir a la universidad, en su doble carácter, contradictorio, que tiene la Universidad. A la universidad podemos pensarla como una “institución del sistema”, de hecho, nuestras universidades, incluso las públicas producen conocimiento y profesionales para la lógica del modelo productivo y de desarrollo vigente en esta época del “capitaloceno”. El capitalismo demanda un tipo de profesional, un tipo de técnico, un tipo de científico o docente, y por lo tanto necesitamos hacer la crítica de esa funcionalidad de la institución universidad a la realidad y demanda del capitalismo contemporáneo. Pero la universidad no es solo institución funcional al sistema, sino que también es movimiento: movimiento estudiantil, movimiento de docentes, movimiento de trabajadores/as administrativos/as, la comunidad universitaria interactuando no solo en la docencia y en la investigación, sino también en la extensión universitaria con la comunidad, con el movimiento social y popular. De hecho, la reforma universitaria, la revolución en la educación superior, provino del movimiento estudiantil y del movimiento docente, sosteniendo que había que cambiar, renovar, revolucionar la universidad en un momento de cambios muy importantes en el capitalismo mundial a principios del siglo XX. Creo que eso es lo que nos está faltando a nosotros/as en el presente.

Hay que suscitar una nueva dinámica de presión y critica del movimiento universitario a la institución universidad. Pensar desde lo alternativo y alterativo.

Eso me lleva a una tercera reflexión al nivel de propuestas, de lo propositivo, en el sentido de avanzar en un diseño de lo alternativo, en una estrategia del movimiento universitario para que impacte en la institución universitaria y revolucione los contenidos y las formas de lo educativo en la universidad en la actualidad. Lo que significa discutir cuales son las tecnologías y formas de desarrollo tecnológico autónomo e independiente. Doy un ejemplo para que se entienda bien concreto: en plena pandemia el único país que desarrolló una vacuna propia fue Cuba, con todos los límites que tiene el bloqueo genocida que hay sobre Cuba. En efecto, un país atrasado como Cuba, un país con tremendos problemas como tiene ahora Cuba, avasallado por el bloqueo; un país que ha hecho de la educación un proyecto estratégico pudo desarrollar una vacuna contra el COVID 19, incluso varias. Cuba demuestra la posibilidad de la independencia tecnológica, aun en condiciones de atraso y desventaja de lo que representa el capitalismo desarrollado y su capacidad de daño con sanciones a todo proceso de intento transformador y autónomo del régimen del capital.

Nosotros tenemos experiencias de tecnológica aplicada por movimientos populares sociales, en el caso de la Argentina, de empresas recuperadas, de organizaciones solidarias, cooperativas, auto-gestionadas, y no siempre el desarrollo tecnológico y la digitalización como parte del mismo supone los grandes desarrollos de las empresas de vanguardia, y por lo tanto, hay que formar profesionales que estén acorde con el debate, un diagnóstico de cuál es la necesidad de desarrollo científico tecnológico de la organización popular en la economía.

¿Qué demandar a distintos ámbitos de la política? Está claro que hay una tendencia en el último medio siglo “neoliberal” de un proceso de flexibilización laboral, de informalización de las relaciones laborales y por lo tanto cada vez más definido en la precariedad del trabajo, con trabajadores y trabajadoras que viven cotidianamente en condiciones de miseria.

La universidad como institución debe acercarse ahí y no a la mercantilización que convoca a venderles servicios a las corporaciones trasnacionales, al Gran Capital. Reorientar a la universidad a atender las necesidades y demandas del movimiento popular es un tema fundamental que debe plantearse como un desafío desde abajo, desde el movimiento universitario articulado con el movimiento popular.

No hay que esperar que, a nivel de los gobiernos, incluso las grandes cumbres, lo resuelvan. Me remito a la finalización de la COP 28 recientemente, donde tras el diagnóstico de cambio climático aparecen grandes discursos, pero no soluciones concretas para confrontar la destrucción del medio ambiente que generan las corporaciones trasnacionales que dominan, asociados a los principales estados del capitalismo mundial y a los organismos internacionales.

Por eso, desde el propio movimiento hay que generar condiciones de crítica a lo que realmente acontece y sí, por supuesto, pelear, luchar por el acceso a la conectividad, por acceso a la tecnología, por acceso a equipos, por democratizar el proceso de revolución científico-técnica que se desarrolla en este momento. Es necesario, ya que el impacto sobre la sociedad es inmenso.

Nos comunicamos, nos informamos y formamos mediante estos dispositivos, plataformas y mecanismos de circulación de la producción intelectual y material. De hecho, este foro está funcionando sobre la base de la digitalización y claro, este proceso de digitalización hoy define el proceso productivo, el proceso de investigación científico- tecnológico, los procesos de formación, los desarrollos de las telecomunicaciones.

Nuestro desafío, creo, y este foro apunta en ese sentido, a plantear una crítica sustantiva y profunda a quien domina hoy el proceso de digitalización, y tratar de generar un pensamiento crítico que abone a que la digitalización sea apropiada por el conjunto de la sociedad, para pensar en soluciones que tengan que ver con una dinámica de emancipación. La emancipación educativa es parte de la emancipación social en términos generales.

La demanda para las organizaciones internacionales, los gobiernos y las instituciones debe orientarse a que permitan y faciliten una amplia participación social, que haga visible la critica que está muy fuerte en los propósitos de este foro, de las organizaciones convocantes y en planteos alternativos respecto del uso de la tecnología, entre ellas la inteligencia artificial, para pensar en términos de transición civilizatoria.

Si no, se pone en debate lo que el movimiento social dijo en el Foro Social Mundial de Porto Alegre hace más de 20 años, que “otro mundo es posible”, también con una apropiación de la tecnología por parte de la sociedad para transformar precisamente a la sociedad. Por lo que todo lo que tenga que ver con permitir, facilitar, e impulsar que aparezca la crítica me parece muy importante. Lo que debe demandarse a los gobiernos, y lo pienso desde la Argentina, donde hace una semana empezó un gobierno de ultraderecha, ultra liberal, que se auto asume “anarco capitalista” y por lo tanto la demanda es que no permitan que crezca más la mercantilización educativa y que hay que rescatar que la educación es un “derecho”, no una “mercancía” y, por lo tanto, más que una demanda a los gobiernos es un estímulo para que se potencie la denuncia de la mercantilización educativa y por lo tanto no solo es una cuestión de cantidad de recursos para la educación, sino una orientación en un sentido público para la emancipación.

Para las instituciones el pedido es que se abran a la consulta y la participación de la comunidad educativa. Algo así como la democratización de las instituciones, la desburocratización y al carácter corporativo que asumen las universidades y sus autoridades. Para los académicos, convocaría a dejar el perfil “academicista”, en tanto escritores de “papers”, repetidores de teoría y que se animen a pensar proyectando una función más “intelectual”, a que se transformen en intelectuales, en pensadores críticos, para recuperar la tradición de la reforma universitaria, esa tradición revolucionaria, para que, tanto intelectuales que actuamos en la universidad, como las instituciones universitarias, podamos pensar el nuevo tiempo para una transformación civilizatoria.

De lo que se trata es de refundar una educación para la transición civilizatoria, de la explotación y el saqueo a una sociedad de cooperación y de comunidad, en el rescate de la pedagogía del oprimido y la pedagogía de la esperanza, en un tiempo para recuperar la perspectiva social por la revolución.

Tomado de Prensa Latina

*Doctor en Ciencias sociales por la Universidad de Buenos Aires, UBA; Profesor de Economía Política en varias Universidades Públicas de la Argentina y la región; preside la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP

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