Palabras en el acto de entrega de reconocimientos a profesores eméritos e
investigadores de mérito, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana
el 2 de diciembre de 2023
Los profesores e investigadores de la Universidad de La Habana que hoy recibimos las categorías especiales de Profesor Emérito y de Investigador de Mérito, expresamos nuestra mayor gratitud por el reconocimiento a la trayectoria
de cada uno en labores académicas de educación e investigación.
Agradecimiento que va acompañado del ineludible compromiso de continuar contribuyendo a la obra común.
Un día ya lejano, llenos de sueños, subimos la escalinata, por donde tantas veces, jóvenes valientes bajaron a protestar contra la tiranía de turno. Con emoción recorrimos los lugares por donde transitaron, tan jóvenes estudiantes como nosotros, Mella, José Antonio, Fidel, que se enfrentaron a la represión y a la muerte, por conquistar la justicia y la independencia definitiva de nuestra amada patria.
No pocos de los aquí presentes somos de la generación que año tras año colmó la escalinata universitaria cada 13 de marzo para ver y oír de cerca a Fidel. Como aquella vez de 1969 cuando habló de su concepción de la universidad cubana del futuro, que en buena medida ya es presente: “Queremos decir que los profesores deberán participar en las investigaciones, y los centros de investigación deberán formar parte de la formación de los futuros técnicos.
“La universidad deberá vincularse a las investigaciones, y las universidades deberán ser centros de investigación de todo tipo.” (i)
Nunca pudimos imaginar que un día, estaríamos en esta Aula Magna -testigo de innumerables acontecimientos históricos, y que atesora los restos mortales del presbítero Félix Varela y Morales, “egregio educador de la juventud cubana, progenitor y defensor de la libertad cubana”, como está inscrito en su cenotafio-, para recibir la honrosa distinción de Profesor Emérito, unos, y de Investigador de Mérito, otros.
Impensable fue vernos un día en un acto como este de hoy, en nuestra bicentenaria -casi tricentenaria-, Universidad de La Habana, símbolo de la educación superior cubana. Alma Máter que nos formó y nos sigue formando como quería Fidel, como hombres de ciencia y de pensamiento, y también como revolucionarios, que al decir del Ché es el escalón más alto de la especie humana.
En un momento como este no podemos olvidar que no fue casual, ni fruto del azar el ingreso a la Universidad de la inmensa mayoría de quienes hemos formado parte del estudiantado universitario en las últimas siete décadas. Fue
resultado de la lucha del pueblo, de la sangre derramada por miles de jóvenes que no pudieron cursar estudios universitarios; muchos nunca pudieron siquiera estudiar y murieron siendo analfabetos.
Sin la Revolución que triunfó el 1ro de enero de 1959, que comenzó su etapa libertaria final un día como hoy hace 67 años, con el desembarco de 82 jóvenes el 2 de diciembre de 1956 en Las Coloradas, la mayoría de los estudiantes universitarios de la generación a que pertenecemos los que hoy recibimos estos reconocimientos no hubiera tenido acceso a estudios universitarios.
Con nuestro ingreso a la Universidad se hicieron realidad las palabras del guerrillero heroico, Ernesto Guevara, pronunciadas en la Universidad Central de Las Villas, con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa:
“Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo , porque la Universidad no es patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba…y el pueblo que ha triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas y el pueblo las romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.” (ii)
Se iniciaba el proceso de dignificación humana, en medio de una fuerte lucha de clases materializada en el enfrentamiento popular contra los sabotajes, asesinatos y otras acciones contrarrevolucionarias estimuladas, organizadas y apoyadas desde Estados Unidos, a las que se añadían las constantes agresiones directas del imperio que no se resignaba a perder la isla que siempre ambicionó y que creyó era de su propiedad.
Al calor de ese proceso, nos hicimos milicianos y aprendimos a defender la Revolución Socialista como parte de un pueblo que se decidió a ser libre. Cada día era un nuevo combate. Y en el frente de la educación, también se libró la batalla.
El Plan de Becas que organizó la Revolución luego de la campaña de alfabetización, favoreció el acceso de los jóvenes a la educación en general, a la Universidad en particular. Contribuyó de forma decisiva a reducir desigualdades sociales ancestrales por la posición clasista, el color de la piel, razones de género y otras formas de discriminación.
Nos dio a todos la oportunidad de acceder a los más altos estudios y con ello trajo una significativa movilidad social positiva para los hijos de obreros y campesinos. Muchos fuimos favorecidos por becas universitarias, incluso en otros países. En este contexto, no es posible dejar de mencionar que hoy en el claustro de la Universidad de La Habana aún tenemos profesores de larga y
relevante trayectoria académica que eran analfabetos o semianalfabetos el primero de enero de 1959.
Esa movilidad positiva en la sociedad que trajo para todos la Revolución cubana, puso de manifiesto en la práctica algo que anticipó José Martí en su artículo “Maestros ambulantes”(iii): “[…] en lo común de la naturaleza humana, se
necesita ser próspero para ser bueno” y “Ser bueno es el
único modo de ser dichoso”.
Esa movilidad a favor de los humildes unida a infinidad de beneficios que trajo la
Revolución para la inmensa mayoría del pueblo, nos hizo mejores y más felices.
Son esa prosperidad y esa felicidad del pueblo, las que aún más de seis décadas después quieren arrebatarnos los enemigos de la Revolución cubana.
Nunca fueron tan ciertos los versos del poeta mexicano cubano Fayad Jamís:
“Por esta libertad
bella como la vida
habrá que darlo todo”.
En el contexto de este reconocimiento a profesores e investigadores destacados por su ejecutoria, cabe decir que para algunos el magisterio comenzó con la campaña de alfabetización, en 1961. Para otros comenzó al impartir algunas clases como parte del movimiento de monitores que se inició a mediados de la década de 1960 en la enseñanza media; o cuando siendo estudiantes universitarios fue necesario ejercer la docencia en niveles de secundaria básica
y preuniversitario –tanto a adolescentes y jóvenes en cursos diurnos, como a trabajadores en cursos nocturnos-, porque faltaban profesores.
Ahora, cuando nuevamente se convoca a estudiantes universitarios para dar clases en escuelas que los necesitan, vale la pena –para usar una expresión popularizada por el querido profesor Calviño, aquí también homenajeado-, decir
que esa experiencia puede marcar el inicio de una trayectoria de vida como educadores.
En nuestro tiempo, la falta de profesores en las aulas universitarias fue cubierta por el movimiento de Alumnos Ayudantes, fragua natural donde se forjó un joven claustro universitario, bajo la guía de los dignos profesores que permanecieron en Cuba. Hoy aquel joven claustro peina canas y da paso a un profesorado joven y comprometido, que siente admiración y respeto por sus profesores.
Nuestra generación, la de los que éramos muy jóvenes entonces, tuvo libre acceso a las aulas universitarias gracias a la Revolución y hoy muchos de los profesionales salidos de esas aulas son parte inseparable de su intelectualidad
orgánica. Somos de los agradecidos.
Muchos han tenido una brillante trayectoria a base de consagración, talento, tenacidad y compromiso con la obra, y son protagonistas de logros indiscutibles de la ciencia cubana, respetada en el mundo.
Son científicos y especialistas de alto nivel consagrados al desarrollo de nuestro país y al servicio de la humanidad. Han desempeñado un importante papel en el proceso ininterrumpido de formación de profesionales en diversas ramas del saber. Proceso que ha garantizado la continuidad y el relevo de subsiguientes generaciones de profesores, técnicos y científicos revolucionarios.
Como participantes activos de esa obra estamos conscientes de no haber hecho más que cumplir con nuestro elemental deber, y ser fieles al ideario martiano: “Al venir a la tierra todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después, en
pago, el deber de contribuir con la educación de los demás”.
Para todos está claro que lo más importante no es lo que cada quien hizo, sino lo que sembró en los que continuarán la obra de manera natural. Tan natural como se suceden las estaciones del año y los ciclos de vida en la naturaleza.
Finalmente, un mensaje de convicción profunda de esa continuidad, en un fragmento del poema titulado “Escrito en el año 2000”, que Neruda incluyó en su “Canción de gesta”, a raíz de la triunfante Revolución cubana, cuando el nuevo
milenio era algo distante, y él mismo no lo alcanzó, sino con sus versos:
“y aquí en el cielo de Sierra Maestra
Yo solo alcanzo a saludar la aurora
Porque se me hizo tarde en mis quehaceres,
Se me pasó la vida en tantas cosas,
Que dejo mis trabajos a otras manos
Y mi canción la cantará otra boca.
Porque así se encadena la jornada
Y floreciendo seguirá la rosa.
No se detiene el hombre en su camino:
Otro toma las armas misteriosas:
No tiene fin la primavera humana
Del invierno salió la mariposa”. (iv)
¡Muchas gracias!
Tomado de Cubadebate