Florida, 24 sep.- La mayoría de los cubanos que defienden la verdadera libertad y aman con pasión la independencia y la soberanía de la tierra que los vio nacer, sienten orgullo al escuchar la verdad y los reclamos de su pueblo levantarse a través de la voz y el valor del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez en las propias narices del Imperio.
Y es que la participación del también Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba en los eventos que tienen lugar en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, no tiene que ver con visitas de turismo ni con poses de protocolo, como pretenden hacernos creer algunos influencers y medios de prensa enemigos.
Díaz-Canel viajó para hablar, primero, en nombre del Grupo de los 77 y China, y para denunciar, sin miedo ante el mundo y en las propias entrañas del monstruo, la hipocresía y la doble moral del Gobierno estadounidense en su política contra Cuba y contra el resto de las naciones que no se doblegan a cumplir su voluntad.
Díaz-Canel fue a los Estados Unidos, sí; como antes lo hicieron José Martí, el Che Guevara, Fidel y Raúl Castro, y otros líderes y representantes de la Revolución en diferentes etapas, con el objetivo de anteponer los intereses de su pueblo a los afanes destructivos de los que odian y deshacen; para forjar alianzas con quienes aman y fundan.
Fue a Nueva York para agradecer a los amigos de aquella tierra, a los cientos de países y a los millones de habitantes del planeta que alzan la voz en defensa de Cuba y por el derecho de los cubanos a vivir en paz, sin las tenazas del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por la Casa Blanca.
El presidente cubano no anda en limusinas con blindaje especial, no carga con una corte de figurines y ayudantes, ni fue a disfrutar de lujos ni privilegios de un jefe de Estado. Se fue sin duda con lo justo en el bolsillo, como el Apóstol; con la moral de su pueblo y con la mochila cargada de propuestas y reclamos a favor de los pobres y desposeídos de la tierra, con la voluntad solidaria que define a los cubanos y con la sinceridad del abrazo y la esperanza en la mirada.
Díaz-Canel anda por las entrañas del Norte que nos oprime, y regresará convencido de que “no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas”.
Regresará junto a los que no se rinden, a los que no se venden por el dinero y las prebendas; volverá con el apoyo de otros líderes y grupos de solidaridad que conocen quién es el verdadero culpable de las carencias y necesidades que hoy sufren los cubanos.
Volverá con la victoria y con la estrella sobre la frente para continuar guiando a nuestra gente en el empeño de recuperarnos y seguir adelante, unidos, desafiando peligros y amenazas “con todos y para el bien de todos”.
