Florida, 17 sep.- La noticia de la reapertura del Cabaret Disco Azúcar como espacio de recreación sana para las juventudes y otros grupos sociales del territorio significa un soplo de aire fresco y una propuesta inteligente en medio de la danza de privatizaciones y arrendamientos que han disminuido aquí las oportunidades de disfrute para la mayoría de las personas de menores ingresos.
Sin duda, en ciertos temas la verdad puede ser cuestionable o dolorosa, pero “decirla bien, y decirla a tiempo”, como alertó el Apóstol José Martí, ahorra peligros y desengaños.
Para nadie son secretos los precios estratosféricos impuestos por los nuevos actores de la economía para el disfrute de su oferta, ya sea gastronómica o por la entrada a conciertos y otros lugares de esparcimiento y consumo, ante lo cual muchas familias y sus descendientes de menor edad, optan por mantenerse en casa o buscan espacios no siempre adecuados para descargar la adrenalina y despejar la carga del día a día.
Es precisamente en ese punto cuando corresponde al Gobierno y a las instituciones culturales, gastronómicas, comercializadoras bajo su mando, sacudirse la inercia y la minusvalía con que observan y ceden espacios y oportunidades para ofrecer un producto recreativo que satisfaga la demanda de los públicos, alivie el bolsillo, genere ingresos, fomente valores y enriquezca el gusto artístico-estético, el civismo, la capacidad de elegir y el amor a lo nuestro por encima de otras alternativas muy tentadoras.
¿Qué no es fácil lograrlo? Es cierto, pero tampoco imposible. Una idea de este tipo no precisa combustible, ni divisas, ni baterías. Únicamente hacen falta voluntad, coordinación y honestidad para reunir talentos, generar y poner en práctica ideas y proyectos, salidos de los propios creadores y profesionales del arte o de entusiastas de otros sectores socioeconómicos del territorio interesados en el asunto.
A veces, por ejemplo, nos preguntamos si contamos aquí con sitios como el cabaret Cielo Floridano, una Casa de Cultura repleta de artistas, con instructores y promotores culturales en escuelas, barrios y comunidades, y con una intendencia que distribuye recursos, por qué no se convocan festivales, concursos, espectáculos teatrales y bailables combinados con propuestas atractivas, seriadas y premiadas que atraigan público, generen ingresos para mantenerse y abran mayor espacio a lo estatal y a los miles de personas que buscan opciones de asueto.
Arrendar o dejar la mayor tajada de la oferta recreativa cotidiana en manos privadas puede convertirse en arma de doble filo porque en ese ámbito son grandes, ahora mismo, las deudas con la Política Cultural del país, con la formación en valores y con las posibilidades reales de acceso masivo a lo que organizan y brindan a los públicos.
Existen demandas y tareas que no pueden esperar por recursos ni escaparse de las manos del pueblo y sus representantes más genuinos. Cuidar el futuro y forjar las nuevas generaciones que necesita el país convoca la inteligencia de muchos; el deseo de crear y de vencer.
Sin lugar a dudas, las mejores virtudes, el civismo y los principios de solidaridad y humanismo que se defienden en Cuba, jamás se cosecharon en los campos del interés particular, ni fueron abonados por la conveniencia y el amor al dinero; y mucho menos se recogieron tirados en la vera del camino, sin cultivo, ni pasión por sostenerlos.
No olvidemos nunca que la cultura es espada y escudo de la nación, ni la palabra del Apóstol de la independencia cubana, José Martí, cuando sentenció: «Los fuertes, prevén; los hombres de segunda mano esperan la tormenta con los brazos en cruz».