Foto: Página del autor en Facebook.
Ese miércoles no sé cómo, pero en la casa estábamos todos a las 2 de la tarde, cuando empezó el partido. Mis abuelos, mis tíos y yo prendimos media hora antes el televisor en blanco y negro como si así pudiéramos adelantar en algo el juego de la final de ese mundial en Parma, Italia, que nos iban a narrar los narradores Eddy Martín y Héctor Rodríguez.
Lejos estábamos de imaginar que cuatro horas después saltamos, nos abrazamos y gritamos con Héctor su clásica descripción de un cuadrangular: «LE TIRA Y SACA UN BATAZO ALGO, LARGO, SE VA, SE VA, SE VA… SE FUE», tras el jonrón de Lourdes Gourriel ante el zurdo Jim Abbott para empatar a tres la pizarra en el noveno inning. Minutos más tarde, Lázaro Vargas con línea larga de hit al derecho empujaba la decisiva con bases llenas y alguien en el edificio gritó: !!!!!Cuba Campeón, Coj…!!!!!!
Pocas veces tanta emoción se concentró en una entrada. Estados Unidos ganaba 3-1 con par de jonrones de Tino Martínez (por suerte en solitario) y solo restaban tres outs para ser campeones en el estreno de una definición de play off en Campeonatos Mundiales, pues Cuba había dominado invicta la ronda eliminatoria, donde el propio Gourriel había dado un vuelacerca salvador contra quizás el mejor equipo norteño que hayamos enfrentado en época donde no se veían profesionales en estas lides.
Recordemos entonces aquel noveno episodio. Casanova abrió con roletazo duro por tercera sobre el que Robin Ventura pifió, sin embargo, se recuperó y parecía sacar out al pinareño en primera. Sin pensar en replay televisivos, el árbitro no lo apreció así y cantó el quieto más polémico en estas justas.
Casanova recordaría en entrevista a este periodista años más tarde: «Lourdes no empezó bien el torneo, pero dos o tres juegos antes de ese partido volvió a alineación. Entonces, en ese encuentro final voy a darle como una terapia y le digo: no sé de qué forma me voy a embasar, pero tú tienes que “joder” esto porque ese pitcher siempre te ha respetado, tú le diste dos jonrones en La Habana. Se paró y soltó: “dale, adelante, que atrás voy yo”. Cuando me embasé con ese roletazo famoso le señalé: «oye, ya estoy aquí». Y dijo, «tranquilo, ahora me toca a mí».
Víctor Mesa fue hasta el home y conversó con su amigo espirituano. El bateador más oportuno de la pelota cubana lo escuchaba echándole tierra al cajón donde batearía. Aceptada cada palabra de Víctor, hizo un swing al aire y encaró a Abbot, a quien le había dado un sencillo al jardín derecho en el sexto para remolcar a Antonio Pacheco desde la intermedia. Era la única rayita de los nuestros tras 24 outs sacados por el sensacional zurdo del box, que lo hacía todo con una mano.
Bola bajita el primer lanzamiento. Bola afuera y alta el segundo envío. Bola adentro y alta el tercer pitcheo. El primer strike al medio vino en recta, más bien adentro. Gourriel salió del cajón de bateo, miró al banco, sin bajar su bate, siempre al hombro. Sudaderas azules, uniforme rojo con ribetes blancos. Sobre una recta alta, más bien pegada, largó jonrón de línea por el izquierdo y Héctor regaló su descripción, que quizás toda Cuba coreó de memoria: «…. SE VA, SE VA, SE VA, SE FUE….»
A medida que corría las bases, Gourriel saltaba en un pie con la mano en alto en señal de poder, autenticidad y orgullo. Todo el banco cubano quedó vacío. Víctor Mesa lo esperaba parado detrás del plato y se fundió en el primer abrazo. Todos a su alrededor no paraban de festejar. La tarea quedaba lista para definir ahora el partido y retener el título mundial ganado dos años antes en Holanda.
Para quienes la memoria les traiciona igual le describo ese final. Orestes Kindelán recibió al relevista Andy Benes con imparable al izquierdo. Sin titubear, Juan Padilla lo sustituyó como corredor en la inicial. Más que avisado en cuanto a la estrategia, Pedro Luis Rodríguez tocó la pelota por primera para adelantar a su compañero, pero voló bajito de home a primera y la amenaza creció con dos cubanos en bases sin outs. Ermidelio Urrutia repitió la dosis y el sacrificio funcionó a las mil maravillas. Por supuesto, nadie a esa hora quería nada con Víctor Mesa y lo bolearon intencionalmente.
Lázaro Vargas esta vez no arrastró el bate como acostumbraba con Industriales. Su postura habitual, pie izquierdo delante y el derecho atrás anunciaba a todos su preferencia de conectar como si fuera un zurdo, hacia el bosque derecho. Una entrada atrás se había ponchado ante Abbot, pero ahora era Benes. La primera esférica llegó alta y afuera; a la segunda le tiró sin encontrarla en la esquina de afuera. Miró a Víctor que no se paraba de alentarlo. La recta dura solo necesitó la maestría de Vargas para elevar una larga línea que lógicamente sobrevoló al jardinero derecho, pues jugaban adelantados para evitar la anotación.
Juro que al menos en Centro Habana la algarabía esa tarde de miércoles fue total. Hasta la vecina Tita lanzó un cubo de agua a la calle, como señal de despojo o de celebración muy particular. Un día le pregunté a Gourriel por aquel batazo y fue sincero. «cuando llegué a home y todos me abrazaron tenía los nervios a mil. Si tenía que seguir jugando no hubiera podido, porque estaba muy emocionado. Vargas decidió brillantemente. Ese día me sentí muy feliz y me sentí más cubano».
Tomado de Cubadebate