Lealtad sin fronteras: La historia de la amistad entre Cuba y Vietnam

Como palestino, durante más de cuatro décadas y media mi vida ha sido moldeada por la búsqueda constante de libertad, dignidad e independencia. A menudo he buscado en Vietnam la fuerza y ​​la guía que se necesita en este camino.

Con admiración y esperanza, he observado cómo el pueblo vietnamita soportó dificultades y sacrificios inimaginables, y aun así emergió victorioso: unido, independiente y decidido a construir un futuro con sus propias manos. Su viaje no es solo historia para mí; es un recordatorio viviente de que incluso las luchas más largas pueden terminar en triunfo, y que la justicia, aunque demorada, nunca se puede negar. Pero lo que más me inspira es la victoria de Vietnam y cómo ha mantenido vivas sus amistades, sobre todo con Cuba.

Este vínculo es diferente a la diplomacia ordinaria. No está escrito en tratados o acuerdos comerciales, sino en sacrificio, sinceridad y amor. Cuando Fidel Castro pisó suelo vietnamita liberado y declaró que Cuba estaba dispuesta a dar su propia sangre por Vietnam, estaba dando al mundo una lección de solidaridad.

Cuando los médicos, maestros e ingenieros cubanos llegaron a Vietnam, no portaron ninguna bandera de interés propio, solo el espíritu de hermandad. Y cuando Vietnam, décadas después, envió arroz a Cuba durante sus años más dolorosos de bloqueo, no fue un gesto de estrategia, sino de compasión.

En un mundo donde las relaciones entre las naciones a menudo se ven impulsadas por el cálculo, la ambición o la ganancia temporal, la amistad entre Vietnam y Cuba es una verdad excepcional y radiante: una solidaridad que perdura a través de océanos, generaciones y cada prueba del tiempo. En un mundo donde las relaciones entre las naciones se ven impulsadas con demasiada frecuencia por el cálculo, la ambición o la ganancia temporal, la amistad entre Vietnam y Cuba es una verdad excepcional y radiante: una solidaridad que perdura a través de océanos, generaciones y cada prueba del tiempo.

Esta amistad es un faro para nosotros, los palestinos. Nos dice que la unidad es posible. Nos dice que la solidaridad internacional no es retórica vacía, sino una fuerza viva que puede animar a las personas incluso en sus horas más oscuras. Nos dice que el amor entre las naciones nace no de la conveniencia, sino de ideales compartidos, y puede sobrevivir a la opresión, las dificultades e incluso la distancia.

El éxito de Vietnam, la resiliencia de Cuba y el vínculo inquebrantable entre sus pueblos me recuerdan el futuro que sueño para Palestina: un futuro donde la libertad sea absoluta, donde la solidaridad sea inquebrantable y donde las amistades tengan sus raíces no en la política, sino en la humanidad. Por eso sigo de cerca las historias de Vietnam y Cuba. Su amistad no solo les pertenece a ellos; nos pertenece a todos los que aún caminamos por el camino de la lucha. Es una luz para todo pueblo que busca la libertad y una promesa de que un día seremos libres, con amigos a nuestro lado y la dignidad en nuestras manos.

Tomado de Cubadebate

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