El 30 de junio de 1895, al cerrar el círculo de lo que se conocería como la “Campaña Circular”, el general Máximo Gómez escribió a su Lugarteniente General, el mayor general Antonio Maceo, para que, a la mayor brevedad y con fuerzas del Primero y Segundo Cuerpos de Ejército, formase el contingente invasor y marchase al encuentro de él para juntos dar en el Occidente de Cuba el “Ayacucho cubano”.
La mención de tal nombre, recuerda el de la batalla que selló la independencia de América, librada por el general Antonio José de Sucre, “Mariscal de Ayacucho”, en diciembre de 1824. A diferencia de ella, el Generalísimo no se proponía empeñar la suerte de la independencia de Cuba en una batalla decisiva -como si lo hubiese deseado el ejército español y su mando en Cuba-. Para Gómez, obligar a las tropas españolas a consumir hasta el “último hombre y la última peseta” mediante la destrucción de las riquezas de que disponía España en los territorios de Matanzas, La Habana y Pinar del Río, eran la base de todo su plan de guerra.
Ello, además, estaba en correspondencia con lo establecido en la circular “A los jefes y oficiales del Ejército Libertador”, firmada por Gómez y José Martí: “La guerra tiene el deber de destruir todo lo que, de cualquier modo, ayude a mantenerse o defenderse al enemigo”. En correspondencia con ello, la misma precisa: “La parte más importante y decisiva de una guerra no está en las batallas, ni en los hechos de valor personal; sino en el sistema inexorable con que, de todas partes a la vez, se debilita y empobrece al contrario, se le quitan recursos y se le aumentan obligaciones, se le obliga a pelear contra su plan y voluntad, y se le impide que reponga fuerzas. […] Hay que preparar el éxito de las batallas con ese trabajo continuo”.
Después de vencer varios obstáculos objetivos y subjetivos, Antonio Maceo se unió a Máximo Gómez en el potrero de Lázaro López. Allí se conformó definitivamente el contingente invasor compuesto por. Al frente del mismo, el General en Jefe puso al “Titán de Bronce”. Según Benigno Souza, el Generalísimo, al arengar la tropa expresó: “En estas filas que veo tan nutridas, la muerte abrirá grandes claros. No os esperan recompensas, sino sufrimientos y trabajos. El enemigo es fuerte y tenaz… El triunfo sólo puede obtenerse derramando mucha sangre. […] y llegarán los invasores a las puertas de La Habana con la bandera victoriosa, entre el humo del incendio y el estrépito de la fusilería”.
En su marcha por el territorio villareño, sostuvo la columna invasora importantes acciones como Iguará, Manacal, el Quirro, Siguanea y Mal Tiempo, este último tuvo lugar el 15 de diciembre de 1895. Estas fueron libradas con la ausencia de la infantería, pues Gómez ordenó al brigadier Quintín Bandera y al teniente coronel José Miguel Gómez de avanzar sobre Trinidad. Al avanzar hacia la llanura de Cienfuegos, lugar donde tuvo lugar la última acción, Gómez exclamó “vamos a atravesar los Pirineos y a meternos en España”. Tan brusco era el cambio de la topografía por donde avanzaban.
Para evitar el paso de la invasión hacia Matanzas, el capitán general Arsenio Martínez Campos tenía en el territorio unos diez mil hombres y dividió las columnas en secciones de quinientos a seiscientos hombres en el triángulo ferroviario de Santo Domingo-Cruces-Esperanza. Así ocurrió con la columna del coronel Salvador Arizón, la que fue dividida en tres secciones: dos de unos 500 hombres cada uno, dirigidas por los tenientes coroneles Narciso Rich y Manuel Sanz y una reserva de caballería algo menor, bajo su mando directo. En total sumaban unos mil doscientos hombres de infantería y ochenta o cien jinetes. Con ello pretendía que al chocar cualquiera de las secciones con los insurrectos, el resto acudiría al lugar, facilitando su aniquilamiento.
Aunque esta estructura le daba movilidad, a la vez se convertía en una debilidad frente al contingente invasor compuesto en esos momentos por unos 3 600 hombres, pues la ausencia de las tropas de Quintín Banderas y José Miguel Gómez, había sido suplida con la incorporación del mayor general Serafín Sánchez, el coronel Pedro Díaz y los tenientes coroneles Núñez y Cepero, con lo que habían crecido numéricamente las fuerzas libertadoras.
El combate de Mal Tiempo, al igual que en Palo Seco, fue de encuentro y en el Gómez había dado la orden a su vanguardia al encontrar al enemigo, lo cargaran al machete sin disparar un tiro y no respetar posición ni número. El teniente coronel José Loredo Cepero, se había presentado el día antes a Gómez con un escuadrón villareño y le solicitó ir en la extrema vanguardia y fue complacido. Cepero, junto a unos doscientos hombres, al divisar el enemigo, lo ataco a tiros en lugar de cargar como era la orden, ello facilitó a los españoles formar cuadro, aunque ello no impidió que la carga de caballería de Gómez y Maceo por el flanco izquierdo y el frente respectivamente, macheteara en un cuarto de hora la infantería española.
El coronel Arizón llegó tarde con su refuerzo al escenario del combate. La infantería cienfueguera dirigida por el capitán Alejo Cazimajou, los recibió con un fuego certero a corta distancia ocasionándole más de cuarenta bajas, obligándolo a reorganizar la tropa dispersa. En cuanto a las tropas del teniente coronel Sanz, al ser cargados por Gómez, se refugiaron en el ingenio Teresa. El tren que los había conducido, fue quemado por los cubanos. Los españoles tuvieron unas trescientas bajas, de ellas 147 muertos. Se le ocuparon unos 140 máusers, 35 rémingtons, 5 acémilas cargadas con cajas de municiones, el archivo, y la bandera del batallón de Canarias y otros enseres; los cubanos tuvieron cuatro muertos 42 heridos.
Referente a la actuación de los soldados españoles, Manuel Piedra Martel, participante en los hechos donde resultó herido, escribió: “Ni antes ni después de la campaña vio en el ejército español a sus soldados perder la moral y desorganizarse… pero en Mal Tiempo se mostraron colectivamente inconsistentes y faltos de valor individual. De otra manera no hubiésemos podido producirle aquel desastre”.
Acerca de la participación del Generalísimo en la acción, anotó Boza: “Al General en Jefe le hirieron gravemente su caballo, y al darle el mío, me lo hirieron también, por lo que tuve que cederle el del soldado Avelino Loynaz, mientras le traían otro de los suyos”.
Con esta victoria, quedaba el camino expedito para que la invasión, con su carga de patriotismo y destrucción, entrara en la parte occidental de la Isla. El resplandor de los cañaverales quemándose, indicarían la ruta de los invasores. Refiriéndose a esta y otras acciones sucesivas libradas a fines de ese mes, anotó el Generalísimo en su Diario:
[…] durante la segunda quincena de Diciembre estaban completamente invadidas las jurisdicciones todas, Occidente incluso la de la Habana; y sosteniéndose grandes combates, como el de «Mal Tiempo» (el día 15) mandadas personalmente por el General Martínez Campos.
En todos estos combates, si bien no quedamos dueños del campo, pues nunca tratamos de empeñarlos hasta ese extremo, pero sí dejamos maltrecho al enemigo e imposible de seguirnos, con una persecución tenaz.
El teniente coronel Bernabé Boza fue breve pero certero en su valoración de la acción: “¡Qué día para el Pacificador!”. Enrique Loynaz del Castillo, participante en la acción escribió: «La jornada de Mal Tiempo indirectamente decidió la suerte de la guerra. No la siguió de inmediato el resultado final, pero ella despejó el camino, multiplicó la fuerza y el espíritu de la Invasión y probó una vez más la capacidad del soldado español, mucho mejor armado como estaba, y más disciplinado para vencer en el campo abierto a tropas sin ninguna experiencia previa en combate».
Se coincide con ambos autores, la derrota española ennegreció el cielo de gloria de Martínez Campos: las vías para frenar la invasión se le estaban agotando y con ello el fracaso en la misión que le había dado el gobierno español de pacificar la Isla como en 1878. No es de extrañar entonces que al entrar Gómez y Maceo al frente de la invasión en La Habana, él presentara su renuncia a Madrid.
Como bien anotara Gómez, las acciones libradas desde Mal Tiempo hasta la Habana, fueron mostrando la verdad al pueblo que poco a poco fue engrosando las filas del Ejército Libertador: “Pero bien pronto la verdad se abrió paso y palpando el pueblo la realidad, le dio la espalda a España y se quedó con la Revolución”.
Tomado de Cubadebate

