¡A Chuchi le siguen hasta los perros! Aunque parezca una frase hecha o un populismo, resulta un argumento de los dotes de liderazgo de Jesús Martínez Batista, cuando uno de los canes del campamento de la Brigada Pesquera, radicada por estos meses en el Embalse Gramal, en Manatí, interrumpió una entrevista para retribuirle el cariño a alguien que conjuga a la perfección la exigencia con el buen obrar.
El nombre de Jesús le vale para los documentos oficiales, pues todos le conocen como Chuchi, ese hombre que le guarda más de un secreto a la captura de peces en sus más de dos décadas de labor, asimismo, su mano garantiza la ayuda a todos y con su trato afable alivia la aspereza de tantos días lejos de la familia.

Las distintas artes de pesca le exprimen un mayor diálogo que cualquier micrófono, sin embargo, la pasión hilvana letra a letra, mientras la mirada delata cuánta sinceridad lleva cada respuesta ante las preguntas sobre la cotidianidad de una profesión ajena a los reflectores mediáticos, pero con una notoria importancia para la economía local.
“Nos levantamos de madrugada, el horario depende de cuán compleja sea la tarea que se vaya a realizar durante la jornada porque dependemos también de las condiciones climáticas, todo tiene su momento, aunque sí demanda de un hacer constante”, indicó Martínez Batista en un breve bosquejo por su plan de acción, el cual va de lo habitual a lo específico.
Para el rector de la zona norte en agua dulce, en Las Tunas, “lo principal es que al responsable del grupo no le vean como un jefe, sino como un líder, un compañero de trabajo y que pueda convertir al colectivo en una familia, a pesar de los retos de la vida de campaña y eso se logra cuando le pones el amor que lleva, cuando te gusta lo que haces”.
La experiencia de tantos años sobre un bote le confiere el criterio de que los resultados se forjan desde la orilla, en los pequeños detalles, al ganarle el pulso a la naturaleza para convertir el esfuerzo en buenos resultados como lo tienen las brigadas a su cargo, las cuales pretenden cumplir los números estipulados para un calendario en los primeros nueve meses.
Chuchi además de batirse con las “presas” en suelo firme asume nuevos propósitos con la cría de animales de corral para ampliar y, a su vez, mejorar la alimentación de los suyos, de ahí que en las “mudanzas” de un sitio a otro también realicen el viaje cerdos, guanajos, ovejos y perros, los que brindan a pares seguridad y afecto.
Sin embargo, para alguien con tantas horas bajo el sol siempre existe un alto en el camino de cualquier conversación para esas anécdotas que enseñan a las “malas” y establecen un lugar fijo en la memoria, según sus propias palabras.
“A nosotros se nos han hundido cuatro y cinco botes a la vez por un mal tiempo. Incluso algunos no los hemos encontrado jamás, por ello siempre hacemos hincapié en la protección y nunca hemos tenido lamentaciones graves”, admite con mezcla de nostalgia y alivio.
Por otra parte, las limitaciones a causa de la crisis financiera del país los persiguen hasta los más recónditos parajes, pues han permanecido días sin pescar por la falta de hielo o combustible para el traslado y conservación de lo extraído, mientras el plato de los tuneros demanda por una estabilidad más allá del empeño de unos.
Los gratos recuerdos, aquellos capaces de marcar el destino de muchos, siempre acuden al relato, cómplices de una sonrisa orgullosa, similar a la de Jesús al contar que “hace algún tiempo dimos un chinchorrazo de ochenta y tantas toneladas en el embalse de Meriño, a la hora que tú trancas una mancha de peces tan grande y luego palpas lo obtenido, eso es muy bonito, algo inolvidable”.
Un mar de responsabilidades mantienen en movimiento a Chuchi, quien combina las orientaciones precisas con el hombro amigo dispuesto a compartir preocupaciones y, en mayor medida, soluciones, cual gesto simple de lanzar redes al agua.
Tomado de ACN