Julio, 2025.- La caída de la cabeza de la ministra de Trabajo y Seguridad Social en Cuba no puede, no debe hacer que perdamos la memoria totalmente, porque estaríamos ofendiendo también a miles de hombres y mujeres que se han entregado aquí a esa labor durante años, a pie, por barrios, campos y ciudades de este país, bajo sol y lluvia, llevando amor, aliento y oportunidades para los más “pobres”, aunque haya mucho por mejorar todavía a estas alturas de la Revolución.
A veces algunos se arriesgan a comentar y exagerar en las redes del ciberespacio, o entre grupos de amigos y compañeros de labor llevados por la corriente, o por el enojo, digamos, y puede suceder que un árbol caído no los deja apreciar el bosque.
La prevención y la asistencia social en Cuba no es perfecta, pero existe desde los primeros años de la Revolución, a pesar de que el país haya tenido que batallar muy duro contra la política genocida y brutal de Estados Unidos.
Y sí, lo digo, y lo sostengo: batallar duro, porque, aunque muchos ingenuos, o “políticos populares por conveniencia”, o los sinvergüenzas, los olvidadizos o algunos hipócritas no lo mencionen en ninguno de su discurso, ese lastre nos cuesta dinero, dolor, retraso en la implementación de planes y proyectos sociales, más allá de equivocaciones del gobierno y renuncias ministeriales forzadas (como las que ocurren en cualquier otra parte del mundo).
Un golpe a la economía de un país que apuesta por la justicia social como parte de su desarrollo humano es fatal, pero en medio de muchísimas limitaciones el Estado cubano jamás renunció a la protección de los desvalidos, los insuficientes, aquellos que por diversas causas andan por detrás del resto.
¿O me dirán que son fantasmas los casi dos mil ciudadanos, catalogados como casos sociales, que reciben una chequera en este municipio de Florida, por ejemplo; o los millones de pesos que se emplean aquí para adquirir y entregar recursos gratuitos a los más vulnerables, (o pobres si alguien prefiere llamarlos así), incluidos camas, colchones, ropa, ajuar de cama y de aseo, calzado, refrigeradores y utensilios de cocina, entre otros artículos?
¿Acaso es mentira la política demográfica que protege a las madres con tres o más hijos y que ha financiado viviendas dignas y equipos electrodomésticos para un grupo de ellas, entre otros bienes e insumos, sin poder entregar todo lo previsto por el Estado a partir de la falta de más finanzas para ello?
¿Es falsa la existencia de comedores comunitarios del Sistema de Atención a las Familias, impulsados por el gobierno y dónde se afilian un número importante de adultos mayores para garantizar su alimentación, pese a lo difícil que resulta ahora mismo mantener el abastecimiento de insumos a esos lugares?… ¿O son cuentos del comunismo la Casa de Abuelos y los hogares de ancianos de La Vallita y San Antonio?
Prevención y Trabajo Social es también esa hermosa Casa de Niños sin Amparo Familiar ubicada en la ciudad de Florida con todo garantizado para ellos, el hogar Materno con 36 camas, donde se albergan no pocas embarazadas de la parte rural y adolescentes con riesgos de salud en ese estado… Podríamos continuar con una lista de otros ejemplos, pero fue solo una muestra para los que quieran ver y entender.
Estamos de acuerdo en que la renuncia o despido de la ministra fue lo correcto por su discurso errático y carente de objetividad. La crítica a los diputados es bien merecida, asimismo, por ser permisivos y tibios ante una realidad palpable, pero las cosas nunca serán en blanco y negro.
Lo reitero: aquí lo más negro, lo más insensible, lo más brutal, lo que más ha contribuido a agravar la situación de vulnerabilidad de muchas personas, familias y sectores de la sociedad cubana ha sido, y lo es ahora mismo por encima de cualquiera otra circunstancia, la política criminal, abusiva, terrorista, hipócrita y descarada del gobierno de los Estados Unidos contra el pueblo de Cuba, y por ello debiera ser tan denunciado como la pifia de la ministra y más criticado por la mayoría de nuestra gente todos los días, con igual pasión, en las redes sociales y en otros lugares donde hace falta el debate.
Entonces… ¿Por qué no lo hacemos?