La Habana.- En un mundo donde el dolor es constante y la gloria, apenas un instante, la élite del maratón femenino escribe una historia de rivalidad feroz, talento descomunal y hambre de eternidad. No es solo correr. Es conquistar.
A la cabeza de esta nueva era figura Tigst Assefa, la etíope que redefinió lo posible. En 2023, cuando estampó un impresionante 2:11:53 horas en Berlín, parecía que el listón había alcanzado su cima definitiva.
Assefa representa hoy el máximo estándar de la resistencia, sin embargo, su ambición no entendía de límites.
Este año en Londres, bajo una atmósfera cargada de expectativas, la fondista etíope demostró que su nombre no sería un destello pasajero al detener los relojes en dos horas, 15 minutos y 50 segundos, nueva plusmarca mundial en carrera exclusivamente femenina. Assefa no solo corre, arrasa.
Pero en su estela, otras figuras insoslayables rehúsan rendirse. La neerlandesa Sifan Hassan, la mujer capaz de desafiar toda lógica deportiva, sigue librando sus batallas contra el reloj y contra su propio cuerpo.
Campeona olímpica en Tokio 2020 en los 5.000 y 10.000 metros, bronce en el maratón olímpico de París 2024, y campeona en su debut en el maratón de Londres 2023, Hassan demostró en Londres 2025 que su fuego sigue encendido.
Su tercer puesto, detrás de Assefa y la keniana Joyceline Jepkosgei, con un tiempo de 2:19:00, no fue una derrota, sino una advertencia. Sifan no cede; Sifan resiste.
Precisamente Jepkosgei se mantiene como la encarnación de la consistencia feroz. Campeona en Nueva York 2019 y ganadora en Londres 2021, es una sombra constante sobre la ambición etíope y neerlandesa.
Su elegancia cruda y su capacidad de sufrir en silencio hacen de ella una contendiente perpetua, una cazadora que sabe cuándo y cómo asestar el golpe.
Mientras tanto, una nueva amenaza emerge: Sharon Lokedi. Campeona del Maratón de Nueva York 2022, la keniana se adueñó de la cinta en uno de los escenarios más legendarios del atletismo mundial, al coronarse este año en Boston con autoridad, marcando un récord de circuito con 2:17:22.
Su victoria no fue una sorpresa para quien la venía siguiendo de cerca, pero sí una declaración contundente: la nueva generación keniana no piensa esperar turno.
OTROS NOMBRES SE ABREN PASO
Sin embargo, el universo del fondo no es estático, y otros nombres se abren paso como flechas en llamas: la keniana Ruth Chepngetich rompió la lógica y la historia al establecer el récord mundial en Chicago 2024 con un inconcebible 2:09:56, para convertirse en la primera mujer en quebrar la barrera de las 2:10.
Su gesta no fue solo un récord: fue una revolución, un grito contra los límites, una demostración de que aún hay territorios inexplorados para la velocidad femenina.
Desde Etiopía, Sutume Asefa Kebede demostró que la consistencia también puede ser épica. En el Maratón de Tokio 2025, defendió su corona con un tiempo de 2:16:29. En la tierra de los cerezos, bajo la lluvia silenciosa y la disciplina nipona, Kebede corrió con el alma de una guerrera ancestral que defiende su trono con cada zancada.
Y qué decir de Tigist Ketema, la etíope que dejó perplejo al mundo con el debut más rápido en la historia del maratón femenino: 2:16:07 en Dubái 2024. No fue solo una irrupción fulgurante, fue el nacimiento de una amenaza. La irrupción de una fondista que no vino a aprender: vino a vencer.
En el asfalto implacable de Nueva York, otra keniana dejó su marca: Sheila Chepkirui, que se impuso en 2024 con 2:24:35 en un recorrido traicionero, donde la estrategia vale más que la velocidad. Allí donde otras se desfondan, ella resistió. Y ganó.
EN DISPUTA, LA HEGEMONÍA DE TODA UNA ÉPOCA
La rivalidad entre estas mujeres trasciende las líneas de meta. Cada una representa no solo a sí misma, sino a estilos, a naciones, a culturas de fondo distintas:
Assefa, pura potencia canalizada, perfeccionista y serena, el nuevo rostro del dominio etíope. Apunta a estirar aún más los límites humanos, buscando bajar su récord en Berlín o Chicago.
Hassan, resiliencia inagotable, rebelde de las reglas no escritas del maratón, capaz de desafiarlo todo. Después de sus medallas olímpicas y su transición triunfal al maratón, estudia cada zancada, dispuesta a asaltar la cima.
Jepkosgei, la estratega silenciosa, la keniana clásica que nunca se da por vencida. Apunta con precisión de francotirador a los Majors donde la resistencia pesa más que la velocidad.
Lokedi, juventud feroz, lista para incendiar los libros de historia con su velocidad fresca. Sin el peso de las leyendas pero con hambre de coronas, se lanza a cada cita con la temeridad de quien aún tiene todo por ganar.
Chepngetich, velocidad brutal, la centella que convirtió lo impensado en récord. Quiere probar que no fue un milagro sino un anuncio: ella ha llegado para marcar la era.
Kebede, fortaleza templada, reina de la constancia, arquitecta de su propia leyenda. Buscará extender su dominio asiático a los circuitos europeos y estadounidenses.
Ketema, promesa y amenaza, la nueva sangre etíope que no conoce el miedo. Con la sangre caliente de las grandes debutantes, acecha ya su primer Major.
Chepkirui, astucia y coraje, capaz de dominar los circuitos más indomables con inteligencia fría. Tiene la confianza intacta, volverá a desafiar la lógica en las ciudades donde el asfalto es campo de batalla.
Entre ellas se juega algo más que títulos o récords: está en disputa la hegemonía de toda una época. Las perspectivas son incandescentes.
Detrás, un enjambre de fondistas africanas, japonesas y europeas alimenta la incertidumbre: ¿Quién podrá coronarse como reina? ¿Quién se erigirá como la atleta de la década?
La rivalidad no termina en cada carrera. Se respira en cada calentamiento, en cada paso controlado en el avituallamiento, en cada mirada furtiva durante los kilómetros finales. No necesitan provocarse con palabras: sus tiempos, sus gestas, sus silencios, lo dicen todo.
En el asfalto no hay amigas, solo rivales.
Solo queda la meta. Y el deseo eterno de ser la mejor del mundo.
Tomado de Prensa Latina