Febrero, 2025.- En un álbum de graduados de la Escuela Normal para Maestros de La Habana, de 1945, la pedagoga Dulce María Escalona Almeida dejó este mensaje “El maestro ha de prepararse para llevar al aula el ejemplo de una vida digna, el aporte de una preparación depurada por el esfuerzo sin tregua y la fe en un mañana mejor”.
Por su trayectoria es considerada una de las mujeres de más talento y dedicación al estudio de los problemas de la educación y de la sociedad en el siglo 20, una de las educadoras relevantes dentro de la vanguardia pedagógica de la pasada centuria que, contemporánea de Enrique José Varona, Alfredo M. Aguayo y Manuel Valdés Rodríguez, asumió, al igual que ellos, lo mejor de la pedagogía cubana, legada por fundadores que le precedieron como Félix Varela, José de la Luz y Caballero, y José Martí.
Dulce María Escalona Almeida abogó siempre por vincular instrucción y educación, el estudio-trabajo, por el desarrollo de la capacidad creadora y una disciplina consciente; fue una abanderada de la politecnización de la enseñanza, así como de la formación integral del educando, de la que ella misma era un ejemplo.
En 1921 se gradúa en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba, y de Bachiller en Ciencias y Letras; en 1924 obtiene el título de Doctora en Pedagogía en la casa de altos estudios de La Habana, se integra al Ala Izquierda Estudiantil y como miembro de la Asociación Pedagógica Universitaria, participa en el I Congreso de Estudiantes, conoce a Julio Antonio Mella y fue Profesora de Matemática en la Universidad Popular José Martí.
En 1926 obtiene por oposición una plaza en La Normal para Maestros de Oriente de La Habana que incluía las asignaturas de Física, Química e Historia Natural; expulsada y encarcelada en los primeros años de la década del 30, en “períodos de tregua” funda junto a Bernal del Riesgo, la Asociación de Amigos de la Escuela Nueva y con Alfredo M. Aguayo, la Academia Pedagógica, para mantener la superación profesional de los docentes.
En 1934 recibe la dirección de la Escuela Técnica Industrial para hembras, de la Fundación Rosalía Abreu, donde impartió Matemática; años después regresa a La Normal de La Habana como Profesora Titular de esa especialidad, hasta 1958, y entre 1948 y 1950, fue su directora.
Tras el triunfo revolucionario de enero de 1959 integra la Comisión de Depuración del Ministerio de Educación y después asume la Dirección Provincial de ese sector en La Habana, desde donde organiza las oposiciones para cubrir 10 000 nuevas aulas de primaria, prepara el documento que fundamenta la creación de la Comisión Nacional de Alfabetización y participa directamente en la preparación metodológica de los primeros maestros voluntarios.
Dulce María Escalona Almeida elaboró el plan para convertir las Escuelas Primarias Superiores que impartían 7º, 8º, y 9º, confección de planes de estudio, programas, textos, preparación de profesores, habilitación de talleres, laboratorios, medios didácticos; y en 1960 ocupa la Dirección Técnica de la Segunda Enseñanza.
En 1962 presenta la ponencia Esbozo de Reforma de la Educación en la que plantea objetivos de largo alcance, como era la fundación de Institutos de Investigación y la Academia de Ciencias Pedagógicas, idea que se concreta con la creación de los Colegios Pedagógicos para formar profesores para la Enseñanza Media.
El legado de la Doctora en Pedagogía Dulce María Escalona Almeida quedó en obras palpables del sistema educacional cubano, y está presente, también, en hombres y mujeres de bien que recibieron su influencia educadora en las aulas o colaboradores o compañeros de labor.
Falleció el 22 de febrero de 1976 y en su despedida, el Dr. Armando Hart expresó “A lo largo de toda su actividad, los ideales de una educación mejor se estrecharon en su sentimiento con los ideales de izquierda y antiimperialistas…fue ese tipo de maestra que nos puede servir de modelo de director de escuela: un maestro respetado, y querido; de firmeza y fortaleza, pero a la vez con un amor infinito por sus alumnos”.